Querido John

Crítica de Diego Lerer - Clarín

Cartas de amor

Lasse Hallström dirige este melodrama sobre una relación a distancia.

El melodrama bélico supo acompañar el regreso de los veteranos de guerra en la segunda mitad de los años '40 y durante la década siguiente. Los posteriores conflictos armados tuvieron menos melodramas: para la generación que hacía cine a fines de los '60 y '70, el melodrama era un género menor, a ser mirado con desprecio y hasta sorna.

El tiempo pasó y los estilos cambiaron, pero se siguen haciendo muy pocos melodramas que tengan a la guerra como centro (el reciente Hermanos, de Jim Sheridan, es un caso posible). Querido John, dirigido por el sueco Lasse Hallström en base a una novela de Nicholas Sparks (autor de las románticas Diario de una pasión y Noches de tormenta), intenta recuperar ese espíritu al contar una historia de una pareja: el soldado John y la joven Savannah que se conocen y enamoran cuando él está de vacaciones esperando volver al frente.

El se va y durante mucho tiempo se enviarán cartas escritas a mano. Si bien el filme transcurre en esta década, la excusa de no tener internet "en el frente" permite volver a la carta clásica. Pero el tiempo y los años irán modificando las cosas. El tendrá un accidente, ella no podrá esperarlo, el padre de él (un hombre obsesivo-compulsivo, al que ella considera autista) tendrá problemas, ella sufrirá los propios. Y así. El destino (y la política internacional) se meterán en el medio para hacer que esta pareja nunca pueda conectarse.

Pero si bien el núcleo es clásico del melodrama y Hallström muestra cierta discreción en el manejo del asunto, Querido John no parece lograr nunca salir del formato de "película de llanto" más rancio y convencional. Las tibias escenas de sexo filmadas publicitariamente, las cancioncitas que resumen años, los cuerpos brillando a la luz del sol: el director de ¿A quién ama Gilbert Grape? no logra sacar a la película de esa trillada zona. Tampoco lo ayuda mucho el guión y sus obvias y algo redundantes metáforas.

Una buena actuación de Jenkins (en el rol del padre) es lo más destacado de un filme que, de cualquier manera, puede llegar al éxito, como el best-seller en el que se basa y muchísimos otros libros de tapas sensuales y barrocas tipografías. Esta película es, casi, el equivalente de la literatura del corazón.