Enredados en un hotel Francis Veber dirige una tercera versión de la misma trama. Uno de los últimos sobrevivientes de una vieja guardia de la comedia (no por edad, sino por estilo), Francis Veber tiene una carrera de éxitos en cine y en teatro, en Francia y en el resto del mundo, gracias a sus farsas y películas de enredos, de las cuales las más famosas últimamente han sido La cena de los tontos y El placard , pero no habría que olvidar otros títulos como Los compadres , de los ‘80. Pero, más allá de su no tan prolífica carrera como realizador (doce títulos en 33 años), Veber es un reconocido guionista y autor, siendo acaso La jaula de las locas su película más conocida en este sentido. Hay que ir más atrás para reconocer los orígenes de Mi querido asesino , su más reciente filme como director ya que, si la trama le resulta familiar es porque, bueno, ya se llevó al cine dos veces. El filme de Veber acerca de los conflictos y enredos entre un asesino a sueldo y un periodista suicida que habitan cuartos de hotel adjuntos mientras esperan la llegada a la Corte de un testigo contra la mafia, proviene de una pieza teatral de Veber que fue llevada al cine por Edouard Molinaro en 1973 y protagonizada nada menos que por Lino Ventura y Jacques Brel, en los roles del criminal Frank Milán y de su tontuelo vecino, ese ya reiterado personaje de la carrera de Veber que es Francois Pignon. Esa película tuvo luego una remake en Hollywood: Buddy Buddy , última película del gran Billy Wilder, protagonizada por Walter Matthau y Jack Lemmon. Ni hace falta decir quién hacía cada personaje. Veber retoma, como si el tiempo no hubiera pasado y la comedia de enredos fuera un formato inamovible, la trama aquella para darle su particular toque, que no se diferencia mucho de los anteriores. Aquí el asesino es Richard Berry, quien está preocupado en cumplir su misión mientras que Pignon es encarnado por Patrick Timsit, quien lo complica, metiéndolo en sus problemas personales e impidiéndole realizar su tarea. Así, mientras se abren y cierran puertas y la cosa pasa de un cuarto a otro, Mi querido... va repitiendo la mecánica de enredos de aquellos filmes: una ventana que no abre, un sedante aplicado a la persona equivocada, un botones que aparece siempre en el momento menos indicado y así... El asunto ya no divierte como en algún momento (la de Wilder tampoco era una gran película) y no hay aportes que la actualicen, ni temática ni visualmente. Ah, sí, se menciona una foto que será subida a Facebook. Toda una diferencia...
Deslucida remake de una comedia de los 70 Un dúo masculino, cuanto más discordante mejor; el azar que los fuerza a convivir en circunstancias críticas (generalmente vinculados con algún caso policial) y que genera equívocos y enredos vodevilescos, un par de figuras con atractivo popular dispuestas a divertirse, diálogos ocurrentes. Francis Veber conoce bien la fórmula y la ha aplicado con tanta eficacia como para haberse convertido en el mayor exportador francés de ideas para Hollywood. Pero estamos aquí muy lejos de Los compadres, Los fugitivos, Ruby & Quentin-Dije que te calles y más aún de la versión original de esta comedia que nació como pieza teatral y que en 1973 dirigió Edouard Molinaro con Lino Ventura y Jacques Brel; Sálvese quien pueda fue el imaginativo título local. Es probable que Veber se haya quedado desde entonces con las ganas de hacer su propia versión de aquella historia, que ya mereció una remake norteamericana: Compadres, que fue el último film de Billy Wilder y tuvo como protagonistas a Jack Lemmon y Walter Matthau. Lo que es difícil de establecer es qué es lo que tenía de nuevo para aportar, y menos si se trataba -como ha sugerido- de una cuestión de elenco. Una de las debilidades de esta pálida comedia está, precisamente, en el dúo central: Richard Berry no es precisamente un as de la comedia y Patrick Timsit hace de François Pignon (el "emmerdeur" del título, personaje que Veber ha empleado en varios films) un pesado tan convincente y tan falto de gracia que a ratos se vuelve insoportable no sólo para su compañero de la ficción sino también para la platea. Burdo Poco ha hecho Veber (si se exceptúan tres o cuatro apuntes más o menos eficaces y más o menos burdos) para remozar la historia del asesino profesional cuya misión (eliminar a un testigo incómodo) se complica por la presencia, en el cuarto contiguo del hotel donde está, de un aspirante a suicida tan depresivo como cargoso. Sin ideas en la puesta ni brío en los actores, todo se vuelve apagado y anodino. Nada menos recomendable para un film que quiere hacer reír.
Con la presencia detrás de cámaras del talentoso Francis Veber, Querido asesino no alcanza los picos de eficacia de algunas otras brillantes comedias suyas pero logra un producto humorístico aceptable. Creador de films notables del género como El juguete, Los compadres, El placard y La cena de los tontos, Veber trabajó con grandes actores y comediantes franceses como Pierre Richard, Gerard Depardieu y Daniel Auteuil, y también fue autor de aquél film singular de Philippe de Broca, El magnífico y otros memorables con distintos directores como Alto, rubio y con un zapato negro, La jaula de las locas y su secuela. Este hombre que asimismo emprendió remakes de sus guiones y films en Estados Unidos reflota aquí un personaje histórico de su cuño como François Pignon, un cargoso de pocas luces que puede ser capaz de los actos más nobles. La trama transcurre casi en su totalidad en dos habitaciones de hotel comunicadas por una puerta en las que están él (traicionado y al borde del suicidio) y un sicario implacable. Los enredos que se producirán serán inevitables e incluirán a un tercer sujeto, el doctor amante de la mujer de Pignon, con alguna participación desopilante. El buen humor de los protagonistas Patrick Timsit y Richard Berry sostiene la eficacia de una propuesta llevadera.
En dos habitaciones contiguas de un hotel francés se encuentran hospedados dos antagonistas por excelencia. Una es el refugio del asesino Ralph Milan, la otra, el lugar de descanso del fotógrafo suicida François Pignon. A cada uno lo aqueja algo distinto: Pignon tiene una gran pena de amor, Ralph debe asesinar a un hombre en la próxima hora. Sin embargo, estos dos personajes no se encuentran separados por completo: entre ambas habitaciones media una puerta que las intercomunica. Abrirla se asemejará a destapar la Caja de Pandora. ¿Podrá Ralph llevar a cabo su cometido homicida sin ser descubierto? ¿François aguantará más de quince minutos sin tratar de suicidarse y recuperar el cariño de su esposa? Todo puede pasar cuando esa puerta que divide estos dos mundos se abra. Esta floja comedia dirigida por Francis Veber (responsable de un ya clásico de la comedia francesa, “El Placard”) sólo despierta una o dos carcajadas con la inclusión de secuencias típicas de slap comedy. Lo mismo que podríamos haber visto si navegáramos entre los cientos de video caseros de YouTube.