¿Qué voy a hacer con mi marido?

Crítica de Laura Osti - El Litoral

Matrimonio en terapia intensiva

“¿Qué voy a hacer con mi marido?” es el título de una película cuyo original, Hope Springs, refiere al nombre de un pueblo canadiense donde es posible recomponer matrimonios descoyuntados.

Se trata de una comedia dirigida por un experto en la materia, David Frankel (“El Diablo viste a la moda”, “Marley y yo”, “Un gran año”), y más específicamente, una comedia romántica norteamericana que pone la mira sobre la institución del matrimonio... un tema recurrente que quizás esté entre los Ítem de la agenda de preocupaciones del ciudadano medio de aquel país. Quizás porque el modelo de familia de la clase media alta esté sufriendo una nueva crisis y por eso surge la necesidad de revisar algunos aspectos.

La cuestión es que Kay (Meryl Streep), una mujer entradita en años, empieza a sentir inquietud, angustia y desazón, porque su vida hogareña se ha convertido en una rígida rutina diaria despojada de afecto y emoción. Para colmo, hace ya bastante tiempo que ella y su marido, Arnold (Tommy Lee Jones), duermen en cuartos separados, y son como dos extraños cohabitando bajo el mismo techo, pero casi sin mirarse ni hablarse.

A ella no le falta nada, su casa es confortable y cómoda, mientras él cumple con su trabajo prolijamente. Hace 31 años que llevan casados y sus hijos ya abandonaron el nido y se han independizado. Kay siente el vacío y se propone recuperar a su marido. Quiere volver a unir lo que aparentemente está muriendo de inanición y distancia.

¿Cómo volver a encender la llama del deseo, de la pasión, de la alegría de estar juntos?

Charlas con una amiga, consultas a libros de autoayuda... y la tentación de probar con una propuesta de terapia para parejas. Solamente que el tratamiento se brinda en un pueblito costero canadiense, llamado Hope Springs, donde el Dr. Feld (Steve Carell) tiene su consultorio. El lugar es pintoresco y ofrece la tranquilidad necesaria para despegarse de las obligaciones y de las rutinas, para enfocarse nada más que uno en el otro.

A Kay no le resulta fácil convencer a Arnold, aunque finalmente el hombre acepta a regañadientes. El viaje, con la ayuda de las sesiones con el consejero, servirá para sacar a la luz lo que ambos se han venido tragando durante años. Es que ellos conforman una típica pareja que se ha ocupado más de cumplir con los mandatos sociales que de procurarse la felicidad, y al cabo del tiempo, eso ya parece un destino imposible de cambiar y todo lo demás, ilusiones que se fueron con la juventud.

Nada del otro mundo, “¿Qué voy a hacer con mi marido?” responde a un guión estándar y módico, sin sorpresas, aunque presente algunos mensajes entrelíneas que dan que pensar: ¿El estilo de vida norteamericano está atentando contra sus propios fundamentos? ¿El modelo de familia tradicional está en peligro por las presiones de la vida moderna? ¿Estamos a tiempo de hacer algo al respecto o nos hundiremos en la impotencia?

Para Kay y Arnold hay otra oportunidad, aunque tienen que trabajar para eso. Maryl Streep y Tommy Lee Jones hacen lo que saben hacer para salir airosos lidiando con un guión que luce un poco chato y aburrido.