¿Qué puede pasar?

Crítica de Silvia Molina - Cinergia

A esta ya la vimos antes

Marito (Darío Lopilato) es un treintañero que lo único que hace de su vida es crear e inventar cosas. Su objetivo es armar un drone para que sea controlado por la mente humana. Quiere ser el nuevo Abert Einstein, aunque resulta un poco absurdo. Vive con sus padres, Helena (Mirta Busnelli) y Don Mario (Osvaldo Santoro), y es un tanto irresponsable. Todo cambia cuando a ellos les surge un viaje y deciden irse de vacaciones, pero sin su hijo. A partir de allí, arranca ¿Qué puede pasar?, dirigida por Alejandro Gruz y Andrés Tambornino.

Marito tiene aires de adolescente, sobre todo cuando se trata de tomar decisiones y se deja influenciar por Peter (Grego Rosello), su mejor amigo. Al enterarse que los padres de su amigo se van y le dejan la casa sola, lo primero que hace es pensar en: fiesta, alcohol y chicas. En cambio, Marito lo único que quiere es seguir las indicaciones que le dejó su padre, quien no le tiene mucha confianza en lo que respecta a los quehaceres del hogar. Y tan equivocado no está.

A las horas de partir, el padre lo llama avisándole que si algo les llegara a pasar, tanto a él como a su madre, durante el viaje, le dejó algo en un lugar de la casa y que por favor esté atento a eso. Y como es sabido, gracias a la inoperancia e irresponsabilidad de Peter, lo pierden y ahora deberán hacer lo imposible para conseguirlo. Tienen diez días para lograrlo y en ese trayecto se encuentran con una sensual y misteriosa mujer (Luciana Salazar) que les propone una idea que es buenísima para recuperar lo que perdieron. Pero la pregunta es, ¿harías lo que fuera por localizar algo? ¿A costa de qué?

¿Qué puede pasar? tiene guiños a películas de Hollywood, mayormente yankees, en relación a fiestas incontrolables que luego culminan en desastre. Allá te las pintan como algo hermoso, inolvidable, que deberías vivir alguna vez en la vida, porque seamos realistas, quién nunca dijo: “Quiero ir a una fiesta de esas que muestran en las películas yankees”. Hay un guiño a esas cuestiones y lo bueno que tiene es que tampoco intentan imitarlas, sino bromear sobre eso.

Si bien entra en el género de comedia, la película tiene un humor similar a lo que se veía en las películas de Olmedo y Porcel. Para no ir tan lejos, en Bañeros también se puede apreciar ese estilo. Chistes que ya pasaron de moda, poniendo a la mujer como carnada para lograr objetivos y ubicar a los hombres en un rol de un ser no pensante, que solo se rige por impulsos sexuales y deja mucho que desear. Si son de los que, todavía, consumen ese tipo de humor seguro les guste. De lo contrario, pueden aburrirse mucho.

*Review de Silvia Molina