Que lo pague la noche

Crítica de Miguel Frías - Clarín

Rara avis argentina

Thriller con toques oníricos, durante la crisis de 2001.

Que lo pague la noche , opera prima que Néstor Mazzini filmó hace más de una década, durante la crisis de 2001, en Lugano 1 y 2, es una película indefinible, lo que no implica un demérito. Su trama, que incluye tensión y misterio, la acerca al thriller; sus diálogos y personajes, al documental de raíz social condimentado con realismo sucio; sus atmósferas, al género fantástico apocalíptico. O incluso al surrealismo.

En este eclecticismo radican su atractivo y también sus puntos débiles.

Que lo pague...es, ante todo, una película de atmósferas sobrecargadas, oníricas. Una pesadilla trabajada desde lo visual y lo sonoro, abundante en imágenes ominosas y ruidos inquietantes, líquidos. En el comienzo, un travelling nos encierra, con eficacia y asfixiante belleza, entre infinitas moles de cemento: un mundo simétrico e interminable de monoblocks, que parecen vacíos, salvo por la apertura o cierre de algunas pequeñas ventanas.

Más adelante, apretados desde la pantalla por el calor veraniego, la rabia y aquel derrumbe general, asistimos a un casamiento al aire libre, con los grises y monolíticos edificios como escenografía de fondo. De pronto, como en cumplimiento de un oscuro presagio, el novio se desploma sobre la mesa. Un grupo, sospechoso, intenta llevarlo -supuestamente- a un hospital. Pero empieza un viaje siniestro, que se irá abriendo como brazos un delta cenagoso.

Los elementos que se ponen en juego, teñidos por la marginalidad, son múltiples. La premonición del que se va a morir. Una red de estafas y posterior ocultamiento de la verdad. Un infierno vecinal de prejuicios, rumores y búsqueda de culpables. Todo, en el marco expresionista de un país que estalla en pedazos. Las interpretaciones, a cargo de actores no muy conocidos y de verdaderos habitantes de Lugano 1 y 2, son irregulares pero hiperrealistas. El guión, en este caso, no se siente como un artificio.

Muchas películas argentinas filmadas durante la crisis del 2001 -tan lejana, tan cercana- hoy parecen obvias, anacrónicas.

Que lo pague noche , en cambio, evitó los lugares comunes y optó, con virtudes y defectos, por una potente extrañeza, tal vez algo confusa. El que quiera ver una alegoría de aquel período podrá hacerlo. Mazzini, atinado, no subraya nada.