Que 'la cosa' funcione

Crítica de Juan Carlos Di Lullo - La Gaceta

Por siempre Woody

Boris Yellnicoff trata de definir ante sus amigos el tipo de relación que tiene con la joven Melody. "Me acompaña a las guardias de los hospitales cada vez que creo tener un melanoma", relata con naturalidad. En la platea, los seguidores (admiradores) de Woody Allen se regocijan íntimamente o festejan con carcajadas. Es que el viejo maestro neoyorquino vuelve con todo y despliega su arsenal de ironías, comentarios ácidos, chistes eficaces y reflexiones profundamente lúcidas (y absurdas) en esta comedia, filmada sobre un guión escrito hace más de tres décadas y ambientada nuevamente en su adorada Manhattan.

Desde los títulos (las archiconocidas letras blancas sobre fondo negro, con los nombres ya familiares de los integrantes del equipo técnico) y la primera escena (el protagonista conversa con tres amigos y termina dirigiéndose a la cámara para hablarles a los espectadores) se tiene la sensación de que el Woody de las viejas comedias está de vuelta.

El personaje central (neurótico, ácido, hipocondríaco, de a ratos insoportable) es el que en los viejos tiempos hubiera encarnado el propio director; en esta oportunidad se lo confía a Larry David (coautor de "Seinfeld", autor y protagonista de la sitcom "Curb your enthusiasm") y logra un notable acierto. Y vuelve a dar en la tecla con el tratamiento del filme: la narración es ágil, la introducción de nuevos personajes refresca el relato y los chistes funcionan a la perfección. El protagonista se dirige abiertamente al público no sólo como recurso cinematográfico, sino como confirmación de la idea, ya expuesta en el cine de Allen, de que la pantalla no es otra cosa que un límite difuso que, lejos de dividir, vincula a dos mundos fantásticos.

El guión es sólido, los actores (en especial esa muy buena comediante que es Ewan Rachel Wood) le sacan el jugo a las situaciones de que disponen, y la historia cierra con un final que sólo Woody Allen es capaz de animarse a proponer.