Que 'la cosa' funcione

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Entre las “Historias mínimas” y las “Grandes esperanzas”

Gracias a los avatares de la distribución y exhibición vernácula podemos ver esta producción, ya para este momento la antepenúltima realización del gran genio neoyorkino, al mismo tiempo que en el festival de Cannes se esta estrenando la última, “Medianoche en Paris”, y sucede meses después de conocerse entre nosotros la anterior, “Conocerás al hombre de tus Sueños”, y poco tiempo antes que Woody comience a filmar en Roma lo que sería su film numero 42.

¿A qué viene toda esta introducción? En realidad, luego de verla me quede pensando en una frase de Jean Luc Goddard, cuando en una entrevista dijo...“Siempre estas filmando la misma película”

Algo de esto encontramos en esta realización de Woody Allen. Si bien es un retorno al rodaje en Nueva York, ciudad de la cual está enamorado y no lo disimula, también estamos en presencia de una obra que no deja de ser la continuidad de un discurso inherente a su larga filmografía, pero reconociendo que no es el mismo de antes, que el tiempo ha pasado y es inexorable.

Como dice una parte del poema de Israel Rojas

“Hay que ser un tonto para no ver eso,

que también nosotros nos pondremos viejos,

que de los queridos serán más los muertos

y se irá oxidando nuestro pensamiento,

que de la osadía quedará un recuerdo

tal como los dientes que ya no tendremos.

Y cuánto daría remontar el tiempo

y ver entonces qué hacemos…..”.

La historia, bastante pequeña por cierto, gira en derredor de Boris, interpretado por Larry David, un sosia del argentino Carlos Bianchi, pero que aquí funciona como un perfecto alter ego del realizador. Boris es un intelectual, “casi” ganador de un premio Nobel en Física Quántica, malhumorado, pesimista, misántropo en general y misógino en particular, fóbico, por momentos un hipocondríaco, en otros megalómano, que ama la “buena vida” pero tiene intentos de suicidios cada vez que se debe enfrentar a una disyuntiva existencial y/o cotidiana, plagado de estas y otras muchas más contradicciones.

Se junta con sus amigos sólo para demostrarles que él es superior, a punto tal que es el único, (muy buen juego de Woody Allen) que se da cuenta que estamos los espectadores viéndolos, esto cumpliría con la misma función de la estructura cuando en el teatro se quiebra con la cuarta pared y se nos hace participes de la acción. En este caso la relación que se rompe es la diegética, se le dice al público que él sabe que esta ahí al mismo tiempo, que se rompe con la idea de una unidad aislada dando cuenta que esto no es más que una ficción.

Luego, siguiendo con la historia, conoce a Melody (Eva Rachel Wood), una joven pueblerina, inteligente, de muy buen corazón y muy poca intelectualidad, que le pide comida y albergue por una noche, para termina seducida por la sabiduría de Boris, y a partir de ese momento ir seduciendo al ermitaño gruñón hasta casarse con él. Luego las vueltas de la vida y las revueltas de las historias implicadas en un guión maravilloso, con el humor que lo hizo famoso, típico de sus mejores performances.

En relación a lo estrictamente cinematográfico, habría que aclarar que este guión de su autoría, fue escrito a mediados de la década del ´70, pensado en ese momento para el actor Zero Mostel.

Lo que si marca es una diferencia clara con sus producciones europeas, siendo posiblemente “Match Point” (2006) el punto más alto de ese período, pero que había empezado a incursionar muy gratamente en la utilización de la música en función netamente narrativa, ahora retoma el jazz y la música clásica en función de creación de climas y construcción de personajes Nótese que el personaje femenino se llama Melody, y esto no es casual, como tampoco lo es que al final su discurso se torna esperanzador.

A medida que pasan los años los seres humanos exacerbamos tanto las virtudes y los atributos como también los defectos, estamos a las claras frente a un caso significativo de tales circunstancias, pero en la balanza del equilibrio debemos reconocer que el gran Woody esta más cerca de ser un añejado buen vino fino que un apolillado vinagre. Salud