Que 'la cosa' funcione

Crítica de Andrea Migliani - Puesta en escena

Que "la cosa" funcione o cuando Woody regresó a NY

La nueva película de Allen recupera ciertos tópicos celebrados por sus seguidores y explota un humor fantástico como es costumbre en él.

No estoy segura de que la estadía de Allen en Europa haya sido un fracaso, como aseveran algunos colegas. Es más, considero que Match Point o El sueño de Casandra re escribieron obsesiones de Allen en torno al asesinato considerado como una de las bellas artes (De Quincey Dixit). En esos films, el jazz había sido remplazado por la música clásica y el humor se hallaba ausente porque, a qué negarlo, Inglaterra tiene de gracioso sólo las bodas reales encarnadas en los sombreros que usan las damas asistentes. Esas obras de Allen, re inventaban una historia, mostrando aquel axioma de Melinda-Melinda (2004) en el que un ligero cambio de trazo, convertía una comedia en una tragedia, funcionaron como re escritura y también como comprobación de una tesis. Aquellos amigos que tomaban café y degustaban distintos dulces antes de partir a un velatorio, plasmaban desde esa escena inicial cómo lo trágico de la muerte puede ser productivo para debatir la praxis vital de la escritura de los géneros justo antes del postrer momento. La vida es eso.

Pero Allen volvió a New York esta vez retomando el tópico de los amores desparejos entre hombres mayores y mujeres jóvenes. Su alter ego aquí, Boris Yellnikoff, será encarnado por un genial Larry David. Un hombre grande, engreído y con ese aire que tienen los que se dedican a las ciencias duras. Descreído de que la humanidad tenga una oportunidad, conocerá azarosamente en un parque a Melody, interpretada por Evan Rachel Wood, una chiquilla inocente que huyó de la casa paterna y de la cual terminará perdidamente enamorado. Pero como no hay film sin conflicto, aunque el tono de comedia impere siempre, pronto llegarán los problemas cuando John y Marietta, protagonizados por Ed Begley y Patricia Clarkson, padres de la joven en cuestión y con una guerra propia entre ellos, reprueben ese vínculo que Boris y Melody están construyendo.

Tal vez Allen haya encontrado luego de mucho tiempo un doble fantástico de sí mismo, ya que Larry David, rememora los tips de ese Allen hipocondríaco y panicoso de Hannah y sus hermanas (1986), al amante temeroso y fracasado documentalista de Crímenes y pecados (1989) y al excéntrico escritor de Deconstructing Harry (1997). La trama va in crescendo en virtud de los enredos amorosos, con el escenario de New York de fondo, el jazz más maravilloso como cortina y algunos sones de música clásica cuando la historia lo pide.

Si le gustaba Allen y se dejó llevar por esas críticas que no valoran que este genio hace una película por año (como señaló Perrone en esta misma publicación) o si nunca dejó de gustarle, porque el peor Allen es siempre un mejor “complete con el nombre que UD. prefiera”, llegó la instancia de ver el film de uno de los más geniales directores y guionistas que dio EEUU, tan fresco como siempre, tan cómico como antes y por sobre todo, tan fiel a sí mismo. Los muertos que los críticos matan gozan de espléndida salud.