Que extraño llamarse Federico

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Festín para amantes del cine de Fellini y de Scola

Llegan mis cosas esenciales./ Son estribillos de estribillos./ Entre los juncos y la baja tarde,/ ¡qué raro que me llame Federico! ("De otro modo", García Lorca). La película comienza con ese texto, recitado en español. No es la voz del autor. ¿Será la de cierto personaje de "Giulietta de los espíritus"? Advertencia, e invitación: ésta es una película para fellinianos y "scolanianos". Un rico juego evocativo e invocativo, donde afloran recuerdos, citas de toda clase, reelaboraciones, confesiones, guiños, trayendo al presente fragmentos de tres vidas.

Esas tres vidas son la de Federico Fellini, desde su llegada a "Marco Aurelio" hasta su quinto Oscar (y algo más), la de Ettore Scola, desde su niñez leyendo el "Marco Aurelio" hasta el rodaje de "Nos habíamos amado tanto" (y algo más), y, sin decirlo, sin subrayarlo, la vida de Italia (que se fue viniendo a menos). Tampoco dice nada, ni lo precisa, cuando en un archivo de pruebas vemos que Vittorio Gassman quiere contar algo y advierte que la memoria empieza a fallarle. "La memoria te restituye la vida, embellecida", dice entre confundido y abochornado (sabemos cómo terminó esa vida).

Libremente se entremezclan fragmentos de películas, representaciones de la juventud, creaciones muy logradas "a la manera de" Fellini (el narrador, caricaturas, colores particulares, fondos pintados, cortes abruptos seguidos de un largo silencio, carreras a los saltitos, cosas que se dicen fácil pero hay que saber hacerlas), y recuerdos de la noche. De la cantera de humoristas como Attalo, Steno, Maccari, Marchesi, Metz, Age y Scarpelli, hasta personajes de esos que uno encuentra a la noche, o dice que encuentra, "e se non é vero, é ben trovato". Por ejemplo, una mujer que nos recuerda las de Cabiria y "La dolce vita". O un pintor callejero de santos con tizas de colores, un "madonnaro", que se planta fijo frente a los cineastas.

Así, de a poco, el público va sintiendo la rica amistad que hubo entre esos artistas, y la emoción de las imágenes que surgen al recuerdo. El final es casi con toda la compañía, incluyendo las aguas que inundan el barco de "E la nave va", y la bola de demolición de "Ensayo de orquesta". Y, sí, no todos deben ser recuerdos alegres. Pero Fellini sigue vivo, y es capaz de fugarse en calesita. Así de suelta, de creativa, emotiva y evocadora es esta película. "Un álbum que recoge fotografías, recortes, flores secas, y quizás una mosca que quedó apretada entre las páginas", dijo el propio Scola.

Ettore Scola estaba apartado del cine. En los últimos diez años apenas aceptó grabar un episodio para una serie documental sobre el Lincoln Center. Pero se cumplían 20 de la muerte de su amigo y maestro, y volvió al ruedo, sólo por esta vez. Lo acompañan sus hijas Paola y Silvia, coguionistas y asistentes, sus sobrinos Tommaso y Giacomo Lazotti, que hacen de Federico joven y Ettore niño, el fotógrafo Luciano Tovoli, el director de arte Luciano Ricceri, que trabajó para los dos y ahora sigue con "El comisario Montalbano". Todos, en el estudio número 5 de Cinecittá, por supuesto. Vale la pena. Claro que vale la pena.