Punto de quiebre

Crítica de Fernando Alvarez - Todo lo ve

Para los amantes de la adrenalina y de los deportes extremos llega esta remake de Punto límite, la película dirigida por Kathryn Bigelow en 1991 y que protagonizaron Keanu Reeves y Patrick Swayze. Pasaron los años pero aún se recuerdan las hazañas de sus protagonistas, y Punto de quiebre cuenta ahora con la dirección de Ericson Core, responsable de Rápido y Furioso -2001-, Daredevil -2003- e Invencible -2006-.

Un realizador preparado, sin dudas, para llevar a la pantalla semejante desafío en lo que a términos de producción y escenas de riesgo se refiere, a partir del guión de Kurt Wimmer que expande el universo de la película anterior centrada en el surf, y asume un relato que coloca el tema de la investigación policial y jaquea los códigos de la amistad.

El joven agente del FBI, Johnny Utah -Luke Bracey- se infiltra en un grupo de atletas en busca de desafíos comandado por Bodhi -Édgar Ramírez, el actor venezolano de Líbranos del mal-, ya que sospecha que el equipo de deportistas es el responsables de una serie de robos y crímenes que se producen de manera inusual.

Con un generoso despliegue de escenarios naturales -la secuencia de las motos saltando y bajando por la montaña en el comienzo del film y el salto del avión son realmente impecables-, la acción no tarda en llegar de la mano de un montaje ágil y crispado cuyas tomas no exceden los tres segundos, potenciando de este modo el vértigo del espectador.

El punto más flojo del film es la poca química que tiene la dupla protagónica y la escasa empatía generada en el espectador a diferencia de la que imponían Keanu Reeves y Patrick Swayze en el título original. Con una trama que no deja lugar a demasiadas pausas, el acento está puesto en el vértigo tanto en el mar, en el aire y en un salto impresionante que culmina en la caída Salto Angel.

Entre un caso que tiene varios puntos en común y una investigación que se pone en marcha de manera vertiginosa, la intención del director es sólo envolver al público como lo hacen las gigantescas olas sobre los surfistas. Ya no están las máscaras de los expresidentes -sólo aparecen en un video- para cubrir la identidad de los ladrones, pero si unos cascos negros que protegen a los villanos con sueños de "espiritualidad" luego de cumplir sus objetivos criminales. En el medio hay tiroteos, golpes y un agente que colabora con el protagonista, encarnado con convicción por Ray Winstone. El resto lamentablemente pierde fuerza en una historia que no profundiza demasiado en los comportamientos de sus personajes y elige una narración muy propia del videoclip para mostrar enloquecidas destrezas.