Punto de quiebre

Crítica de Cecilia Sanchez - La Voz del Interior

Las comparaciones son odiosas, pero necesarias.

Punto de quiebre podría haber sido concebida como una historia independiente y resistir desde ese lugar, pero pierde en la comparación con la versión original.

Sería un ejercicio interesante poder analizar Punto de quiebre sin caer en la comparación con su película matriz, la original Punto límite de 1991. Sus productores aclararon desde el inicio que la nueva versión no sería una remake sino que estaría "inspirada" en aquel clásico de protagonizaron Patrick Swayze y Keanu Reeves bajo el mando de una entonces desconocida Kathryn Bigelow. Aun así, las similitudes en el argumento y las referencias compartidas las hermanan en algún punto y se vuelve casi imposible no hacer el cotejo.

En el necesario aggiornamiento del argumento, que en la década de 1990 exhibía a un grupo de surfistas en plan antisistema, hoy se renueva con un conjunto de deportistas extremos devenidos en ecoterroristas en busca de la vanagloria personal, y financiados por un jeque árabe. Aquí no es la causa monetaria la que los mueve sino el hedonismo y el reintegro a la naturaleza. Bodhi, esta vuelta en la piel de Édgar Ramírez, sigue siendo un gurú con mucha predilección en justificar el fin y no los medios que utiliza, mientras que Utah (Luke Bracey) es un personaje más fragmentado que el protagonizado por Keanu Reeves. Mientras que aquél era un policía iniciado en el camino espiritual, el de Bracey es un recuperado, un redimido. Bodhi sigue siendo el redentor en ambos casos.Otra de las grandes diferencias radica en el ligero cambio de género. Esta nueva versión carece del elemento policial que fue fundamental en la original. Por el contrario, se focaliza más en el aspecto deportivo y aventurero, con escenas vertiginosas de alta rigurosidad visual en altura y en agua, rodadas en escenarios naturales. El eje es claro. Hay, incluso, como mimo para amantes de la cultura skater y surfer, cameos de varias personalidades de esos mundos (Xavier De Le Rue y Bob Burnquist se cuelan por ahí). De hecho, Utah es presentado como un natural del motocross que ha desertado hasta que vuelve como policía encubierto para intentar desbaratar a la banda de criminales.

El deporte extremo es la estrella: además del surf, los personajes practican snowboard, escalada en roca y wingsuit flying, una variante de paracaidismo.

En sí misma, Punto de quiebre no es una película del todo desatinada, pero no logra sobrevivir a la comparación. Si no fuera por el interés de atarla a su predecesora con nombres y homenajes (no falta la icónica escena de Utah descargando su pistola al aire en señal de frustración por no poder detener a Bodhi), hubiera sido más inteligente hacer borrón y cuenta nueva, y pensarla como una nueva historia. En definitiva, casi que lo es.