Puerto Almanza

Crítica de Maximiliano Curcio - Revista Cultural Siete Artes

En la pequeña localidad austral de Almanza, vive un pescador, bajo sus propias reglas y aislado de todo contacto con el mundo exterior. Tiene 4 hijos: ellos son los únicos 4 niños del lugar. Todos los días una maestra les da clases en una pequeña sala. Su padre reclama tener una escuela. Mientras tanto, Santiago es un hombre que vive solitario junto al bosque, donde trata de purgar su oscuro pasado. Aguarda el regreso de su hijo e intenta responder preguntas acerca del vínculo con su padre.
Este es el cuadro humano que nos presenta el documental dirigido por Juan Pablo Lattanzi y Maayan Feldman. El frío y la montaña visten los paisajes de esta calle cerrada que da hacia el mar. “Puerto Almanza” se interna en la cruda realidad de quienes habitan ese lugar del mapa, fronterizo y conectado directamente con Chile. Una estirpe de pescadores que nos recuerdan a los antiguos protagonistas del neorrealismo italiano, una realidad cruda y de férras tradiciones como en “La Tierra Tiembla”, de Luchino Visconti, sólo que aquí la docu-ficción y la explotación de trabajadores ha dado paso a los contrastes sociales y las dificultades de vivir en ese extremo sur patagónico.
Una fotografía cálida narra las vivencias con una inmediatez que contrasta la fría atmosfera de este paisaje singularmente hipnótico y que también posee precariedades. Ubicado a 75 kms. de Usuhaia, el desafío para la dupla de directores resulta en poder hacer una película en un lugar rústico y asilado de todo tipo de contaminación exterior. Una mirada respetuosa por los personajes y las historias del pasado que aún habitan la región, nos vislumbran cargas de violencia atávicas. Sin embargo, su tono contemplativo espera la complicidad del espectador. Un retrato de una Tierra del Fuego diferente, alejada de las postales turísticas más habituales, nos invita tierras adentro, a descubrir su extraña belleza.