Operación retorno Puerta de Hierro, el exilio de Perón (2012) es un relato de estructura clásica, basado en hechos reales pero que deja lugar a la improvisación o libre interpretación de lo ocurrido en las diferentes etapas del exilio del Gral. Juan Domingo Perón y la llamada operación retorno. Dirigida por Dieguillo Fernández y Víctor Laplace, la historia comienza el día que el general cumple 77 años y una tal Sofía le alcanza de regalo una grabadora para que cuente sus memorias. Ese hecho será el desencadenante para que, como si fueran los capítulos de una autobiografía, vayan apareciendo por su cabeza los diferentes momentos que atravesaron el exilio y lo que sería la operación que lo traería de nuevo al país. La trama, que si bien está basada en hechos históricos cuenta con ciertas licencias cinematográficas para poder encausar el relato, corresponde a un cine narrativo, donde hay un cuento (por cierto el guion no deja ningún detalle librado al azar más allá de algunas relaciones tratadas superficialmente) con un principio, un desarrollo y un final. Pero donde también hay una fuerte construcción de los personajes –extraordinarios Victoria Carreras en la piel Isabelita, Javier Lombardo como Jorge Antonio y Fito Yanelli en el rol de brujo José López Rega-, y una gran puesta en escena en la que se reconstruyen varias épocas sin descuidar ningún elemento histórico ni de ambientación. El personaje de Perón vuelve a estar en la piel de Víctor Laplace, un actor al que ya vimos interpretarlo en varios ocasiones y de distintas maneras, pero que a diferencia de otras veces logra una evolución en la forma de encararlo. En Puerta de Hierro, el exilio de Perón vemos al mito más cercano al hombre, mucho más humanizado y menos estereotipado que en otras obras. Y por ende más creíble. Más allá de algunos clichés, el tono discursivo y ciertos subrayados que tienen que ver con cierta búsqueda del mercado internacional y que apuntan a la masividad, Puerta de Hierro, el exilio de Perón funciona como una película que entretiene (algo que está más que bien) pero también como una clase de historia dinámica, en la que más allá de la carga ideológica que puede llegar a tener un abordaje en el que la subjetividad supera la objetividad, se vuelve interesante para conocer un poco sobre el pasado argentino desde una ficción con bastante rigor histórico y cero academicismo.
De solemnidades, sadismos y copias El propio Víctor Laplace es (otra vez) un Perón estereotipado e idealizado, muy lejano del hombre de carne y hueso “contradictorio” que el autor pretendió mostrar (así lo indicó, al menos, en las “Notas del director” del catálogo del Festival de Mar del Plata, donde la película tuvo su premiere en la Competencia Iberoamericana). El Perón de Laplace (el que moldea en su triple faceta de actor, coguionista y director) es un sabio, un profeta, un líder siempre autoconciente de las implicancias de su accionar que dispara frases célebres, históricas, punzantes a través de múltiples y obvios recursos (la voz en off, la escritura de una carta, la charla con seguidores), mientras a su alrededor pululan los traidores, los ineptos y los ambiciosos del poder. Impecable desde lo técnico (participó un verdadero dream-team del cine argentino), esta reconstrucción del exilio del líder tras los bombardeos de 1955 y hasta su regreso al poder resulta elemental, solemne y, sobre todo, aburrida.
Victor Laplace co-dirige, co-escribe y protagoniza Puerta de Hierro, donde se mete nuevamente en la piel del Gral. Juan Domingo Perón. El film, que ya tuvo su estreno en el 27° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, llega por fin a las salas comerciales de nuestro país. La Casa del Pueblo Puerta de Hierro es el nombre que se le dio a la casa que habito Perón en las afuera de Madrid durante gran parte de su exilio. Allí vivió junto a su esposa y futura Presidenta Isabelita y su secretario personal, Lopez Rega, quien más adelante crearía la salvaje Triple A. Desde Puerta de Hierro Perón lideró la resistencia y la lucha de un pueblo mientras recibía visitas de líderes montoneros, sindicalistas, militares, opositores y estudiantes. Puerta de Hierro fue testigo de muchas charlas y secretos, pero por sobre todas las cosas, fue donde se alojo un hombre derrocado y derrotado, con sus alegrías, tristezas y contradicciones. De un Gaucho Desterrado Puerta de Hierro es una de las mejores sorpresas que tuve en lo que va del año. Desconocía por completo la existencia de este film hasta dos días antes de ir a verlo. No muchas veces se me presenta la oportunidad de ver una película sin saber nada al respecto o sin siquiera haber visto un avance. Cuando me senté en la sala y se apagaron las luces supe al poco tiempo con lo que me iba a encontrar. Contada en tono de memorias a través de cintas de audio grabadas por el mismo General, la historia comienza con una escena sutilmente filmada sobre el bombardeo de 1955 a Plaza de Mayo. Este es el puntapié inicia del exilio de Perón, que lo llevará primero a Panamá (donde conoce a una bailarina que resulta ser Isabelita) y finalmente a su destino, Puerta de Hierro, en la afueras de Madrid. Victor Laplace, a quien debo reconocer conozco más de su trabajo en TV que en cine, hace una de sus mejores interpretaciones. A diferencia del Juan Domingo Perón que interpreta en Evita, junto a Esther Goris, aquí encara su personaje desde la vulnerabilidad y la melancolía. Si bien Perón nunca termina por caer y lucha por regresar a su Argentina, quedan en evidencia sus tristezas, sus dudas y contradicciones. Victoria Carreras también hace un fenomenal trabajo como Isabelita, y lo mismo con gran parte del elenco secundario, Javier Lombardo, Natalia Mateo y Adolfo Yanelli solo por nombrar algunos. Los co-directores Laplace y Fernandez, al igual que D’Agostino en el guión, encontraron la forma correcta de relatar esta historia. Sin bien uno sabe que está viendo el exilio de un Presidente y su lucha por los intereses políticos del país que ama, la película traza un fuerte paralelismo con el Martin Fierro, de José Hernández. Libro que Perón lee a lo largo del film a su amiga y confidente, una sastre española llamada Sofía. Aquí es donde se acentúa la verdadera historia detrás de la película, dejando en claro que Perón también era un hombre que sufría el desarraigo y el destierro y, al fin y al cabo, esta es una historia que merece ser contada. La historia no avanza sin algunos baches a lo largo del relato, esto es debido a que algunas escenas parecieran figurar solamente para sumarle a la mítica figura de Perón más que para la historia en sí. Aun con estos baches, la película tiene momentos de importante dramatismo como la excelente escena en que llega a Puerta de Hierro el cuerpo de Evita, luego de haber estado desaparecido por dos décadas. No vale la pena indagar tanto aquí ya que les estaría privando que disfruten por ustedes mismos una de las mejores secuencias del film. También es digno de destacar la maravillosa recreación histórica que se logró en Puerta de Hierro, tanto con el vestuario como con las locaciones. La película también tiene sus fallas, y una de ellas, y quizás la más importante, es la banda de sonido. ¿Por qué será que el cine nacional aun no puede musicalizar correctamente una película? ¿Por qué seguimos musicalizando como si esto fuera la novela de las nueve de la noche? Esto es algo que me escapa, y si bien no es suficiente para tirar abajo el film, es algo que me pregunto luego de cada película nacional que veo. Conclusión Puerta de Hierro es una gran película acerca de un importante momento de nuestro país y no muchas veces explorado en el cine de ficción. Aun si carece de objetividad a la hora de retratar a Juan Domingo Perón y contar la historia de su exilio con todos sus matices, es una película digna de ser vista y apreciada. Su mayor acierto está en la interpretación de Laplace y su capacidad para permitirnos ver lo que hay mas allá de la figura del ex-Presidente, un hombre mas y su sufrimiento.
Son los tiempos previos al regreso del General, los últimos días del exilio obligado; y los tiempos en Argentina están revueltos aunque Perón lo ve todo desde España. Estos simples renglones podrían definir una parte importante de "Puerta de Hierro...", pero su riqueza parece estar no tanto en los lineamientos generales como en los detalles de la larga espera. Víctor Laplace y Dieguillo Fernández se ponen al frente de una producción a la cual en primer lugar no parece faltarle presupuesto, o mejor aún, saben hacer un buen uso de los recursos con los que cuentan. En un breve racconto veremos como Perón (Laplace) conoce a Isabel (Victoria Carreras) y esta prácticamente se funde con él y entrega a la causa. Pero después las cosas cambian, ambos viven encerrados, casi agobiados por el encierro en esa mansión de España, y cada uno canaliza de manera distinta. Isabel se compenetra demasiado con el Secretario de su marido, López Rega (Fito Yanelli) y se va sumiendo cada vez más en la desesperación y tal vez, una suerte de locura, previendo que no podrá soportar lo que está por venir. Perón, por otro lado, de salud cada vez más débil, recibe constantes visitas con las que mantiene largas charlas, se relaciona políticamente, observa de reojo a su mujer, y principalmente conoce a una sastre española, Sofía (Natalia Mateo) con la que entablará una relación cuasi paternal y grabará unas cintas que le regaló esta, relatando el día a día con mensajes políticos. Esta es la propuesta de "Puerta de Hierro...", mostrar a un Perón cotidiano, viviendo el día a día, y con la política argentina que reclama su presencia nuevamente. Por supuesto, también se lo verá dirigiendo todo a distancia a pesar de debilitarse cada vez más y más. La película, que también cuenta con la colaboración de Laplace en el guión, tiene aciertos y flaquezas, el asunto será ver cuáles pesan más, y eso estará en la visión de cada espectador. Por un lado es rica en la reconstrucción histórica, en la interesante visión política, en poner el foco en detalles mínimos (algo que Fernández ya hizo en su anterior film "Uno"), y en la caracterización y labor actoral general. Todos estos logros enflaquecen ante una banda sonora demasiado altisonante y algunos puntos del guión algo flojos y discutibles de los cuales se hace difícil volver. Quizás recuerde a un tipo de cine histórico que hacía un tiempo no se hacía en nuestro país, el del regreso de la democracia, el que corre el riesgo de convertirse en declamatorio (sobre todo cuando Perón se vuelve una máquina de frases célebres); pero de alguna manera sale airoso y logra un resultado interesante. Laplace repite su papel de Perón y sin embargo se lo ve distinto que en film con Esther Goris logrando una composición impecable. Yanelli conduce a su López Rega de manera misteriosa y con la traición y el engaño a flor de piel (una escena en la que ocupa el sillón de su jefe es remarcada y convincente, muy lograda). Lo mismo podríamos decir de Javier Lombardo, Manuel Vicente y Sergio Surraco como Jorge Antonio, Cámpora y Galimberti respectivamente. Párrafo aparte para Victoria Carreras en la que puede ser la mejor actuación de su carrera, lejos quedó la adolescente de los films dirigidos por su padre. Isabel es frágil, enferma, adolece de equilibrio, y también se muestra manipuladora... Esos registros se marcan en la actriz con naturalidad. "Puerta de Hierro" pudo haber sido un gran film histórico sobre un período poco conocido de nuestra historia, un guión más pulido hubiese ayudado en ese sentido.
Después de interpretar al General Perón en la película Eva Perón de Juan Carlos Desanzo, Victor Laplace se vuelve a meter en la piel del fallecido presidente argentino para mostrar una etapa no demasiado conocida de su vida política, su exilio en Puerta de Hierro, España. Más allá de su carácter histórico, este tercer film del intérprete, co dirigido por Dieguillo Fernández – que hace unos meses estrenó su ópera prima Uno – pretende exhibir al hombre detrás del mito, dotar de humanidad y sentimientos al personaje, darle un poco de cuerpo, comprender su historia personal, su entusiasmo y como nacen sus ideales, y convicciones políticas. El problema principal del film, nace en las múltiples intenciones que desea revelar. Por un lado mostrar al General Perón en la intimidad, teniendo una relación – completamente ficticia – con una costurera española, que sirve para que el personaje muestre su costado más cálido y su interés por los trabajadores. Esta relación, acaso es la que está trabajada con mayor sensibilidad y sutileza. La otra intención, es mostrar su relación con Isabelita, y posteriormente con López Rega. Y aquí yace otro inconveniente. El retrato de ambos personajes roza la caricaturización, e incluso la sátira, lo cuál provoca que algunas escenas sean absurdas. ¿Era necesario mostrarlo a López Rega haciendo ritos satánicos con un coro de fondo que parece salido de un film de horror? Estas decisiones son las que van metiendo huecos en una narración que tiene algunos puntos fuertes, como por ejemplo, la convicción con la que Perón prepara sus discursos para su regreso a la Argentina, la nostalgia, su posición ideológica frente a Montoneros o su relación con Cámpora. La película de Laplace consigue mayor relieve en las escenas más íntimas, con diálogos más amenos y verosímiles, que en las secuencias más conocidas por la historia argentina, como el bombardeo del 55 o la llegada del cadáver de Eva a Puerta de Hierro. Cuando Laplace y Fernández pintan al hombre hay momentos notables, pero cuando intentan atarse a los hechos reales, las escenas no terminan siendo completamente creíbles. A esto hay que sumarle que varios diálogos son un poco discursivos y obvios con respecto al mensaje que pretenden transmitir al espectador, y los flashbacks de la infancia no suman interés a la narración. Victor Laplace lo tiene bien estudiado al personaje, y sin duda su interpretación es lo mejor del film. También ayudan las actuaciones de Javier Lombardo y Manuel Vicente como Cámpora. Puerta de Hierro, es un capítulo no demasiado conocido por los argentinos, y la intención de Laplace y Fernández es más que honorable al llevarla a la pantalla grande, aún cuando los resultados finales, en sentido cinematográfico, no terminan siendo del todo convincentes.
Escribir sobre una película que retrata los años de exilio de Juan Domingo Perón en España, los más complejos de su vida al frente del movimiento político y social más importante de la historia argentina, es una tarea espinosa por razones obvias. Pero hay algo más complicado que el mero ejercicio crítico: la decisión de intentar hacer esa película. El desafío lo asumió el actor (también coguionista y codirector; esto último junto a Dieguillo Fernández) Víctor Laplace, convencido de que era necesario reconstruir al hombre para comprender al líder. El resultado es Puerta de Hierro, el exilio de Perón, un relato que, como el peronismo, puede ser leído de maneras diversas, incluso opuestas, sin que ninguna resigne el derecho de ser la lectura correcta. La que aquí consta es sólo una de ellas. La película comienza en octubre de 1972, el día del cumpleaños 77 de un Perón que ya es el león herbívoro enfermo de López Rega. Mientras el nefasto personaje le niega el ingreso a Puerta de Hierro –la residencia de Perón y su esposa Isabel Martínez en Madrid– a una joven que pretende entregar un regalo, el viejo líder observa todo desde lejos con incomodidad. El paquete contiene una cinta magnética donde enseguida Perón comienza a grabar algunos recuerdos. El recurso da pie a los directores para ir más atrás y contar cómo es que Perón llegó a esa situación de exilio. Puerta de Hierro cuenta con una correcta factura. Una ambientación y reconstrucción de época simple pero cuidada al detalle, gran fotografía y trabajo de cámara (gentileza de Diego Poleri) y un reparto que tiene a la mímesis como primera virtud. Los actores se ven bien en la reproducción morfológica de sus personajes: Victoria Carreras como Isabel, Fito Yanelli como López Rega, Javier Lombardo como Jorge Antonio y Manuel Vicente como Cámpora, por citar los parecidos más logrados. De las actuaciones puede decirse que, aun con altibajos, el elenco de secundarios cumple su labor con eficacia. Por su parte, Laplace luce algo excedido en el intento de reproducir en la intimidad la gestualidad pública de Perón, personaje al que ya representó antes en cine y teatro, lo cual deriva en una composición un tanto artificial (aun cuando también hay algo de humor en ello). Esa dificultad se replica en un guión que abusa del recurso de adaptar el discurso político del personaje a su vida cotidiana, como si Perón hablara para la posteridad incluso cuando desayunaba. Pero la mayor objeción que se le puede hacer a la película –y aquí es donde las miradas tienden a multiplicarse– viene por el lado de su lectura política. Puerta de Hierro peca de condescendiente y superficial al narrar una suerte de historia oficial que nunca se propone ir más allá. El resultado es un relato tibio, que no se atreve a juzgar al prócer. Poco se sabe acerca de cuál fue la traición de Vandor y de si esa acusación es justa o injusta; poco se sabe de la relación del líder con Montoneros, más allá de que Galimberti era fachero y entrador (y un poco imberbe); tan poco como de su relación con los líderes de la derecha, casi ausentes. Puerta de Hierro retrata a Perón como víctima de su entorno, como si él mismo no hubiera sido artífice y actor principal de ese escenario. Sobre todo en lo que se refiere al lugar que le otorga a Isabel dentro de la vida política y a la influencia que llegaría a tener un ser abominable como López Rega, dos hechos que mucho tuvieron que ver con las atrocidades ocurridas poco antes y después de su muerte y de los cuales Perón fue el único responsable.
Estrenada en el último festival de Mar del Plata, Puerta de hierro, el exilio de Per ón , con Víctor Laplace en el triple rol de director, coguionista y protagonista, narra la vida de Juan Domingo Perón en el exilio, sobre todo durante su larga estadía en Madrid, antes del regreso a la Argentina en noviembre de 1972, luego de diecisiete años de ausencia obligada. Ante la imposibilidad de presentarse como candidato presidencial, Perón impulsó la fórmula Cámpora-Solano Lima, una salida electoral que quedó resumida en la famosa consigna "Cámpora al gobierno, Perón al poder". La historia es conocida. Esos años de exilio del militar argentino que fue elegido tres veces presidente por voto popular estuvieron marcados por la resistencia peronista en la Argentina, una lucha iniciada luego de que entrara en vigencia, en 1956, el decreto 3855 promulgado por el gobierno golpista que lo había derrocado, que disolvía el Partido Justicialista, inhabilitaba para ocupar cargos públicos a todos los dirigentes políticos y gremiales que los hubieran ejercido durante los gobiernos de Perón y prohibía el uso de todos los símbolos peronistas e inclusive nombrar en público a Perón y Evita. En ese contexto, Perón se ocupó de diseñar su regreso al país, mientras se mantenía en contacto permanente con los referentes de su heterogéneo movimiento político. Técnicamente impecable (es muy bueno el trabajo de fotografía de Diego Poleri), la película de Laplace tiene además un ritmo narrativo sostenido y un buen desempeño actoral del protagonista. No cumple sin embargo con la promesa de mostrar a Perón con sus virtudes y contradicciones que Laplace anunció en el catálogo del Festival de Mar del Plata. Igual que el Néstor Kirchner de Paula de Luque, este Perón es un personaje casi impoluto: decidido, equilibrado y valiente, habla casi siempre a través máximas y debe lidiar con la deslealtad de algunos de sus seguidores, nunca con alguna equivocación propia. Es un Perón solemne, idealizado y cercano al bronce que celebrarán los convencidos y rechazarán los opositores de siempre. Es decir, en sintonía con un relato histórico cristalizado que obtura preguntas y resignificaciones y no prenuncia el trágico desencuentro que se produciría entre el veterano líder político y la sociedad movilizada de los 70, paso previo al período más oscuro de la historia contemporánea del país..
El general en su laberinto Un mito viviente con sus luces y sus sombras, en este film codirigido y protagonizado por VÍctor Laplace. Los años del ex mandatario y su mujer durante su exilio en España. Perón viejo, indeciso, con problemas de salud. El General en su laberinto de hierro y de puertas cerradas reflexionando si vale la pena pegar la vuelta definitiva. El largo exilio de paria sin patria por Latinoamérica y la estadía en España, en la fortaleza de las afueras de Madrid, como si se tratara del cielo protector que definiera el retorno hasta el último suspiro. Pero Puerta de Hierro no fue el edén, sino el aquelarre de brujos consejeros, personajes sumisos y una esposa aferrada al dislate y al acompañamiento de la celebridad. Víctor Laplace vuelve a cargar con la figura de Perón, pero ahora no solo desde el cuerpo y la voz, sino también ubicado detrás de cámara junto a Dieguillo Fernández. Vaya zona riesgosa a la que se animaron ambos, hasta ahora inédita en el cine: escarbar en ese largo período de Perón fuera del país donde se intenta reconstruir al movimiento desde la supuesta tranquilidad que ofrece la fortaleza de piedra madrileña. La apuesta es más que valiente y los riesgos asumidos conforman una película atendible, plausible a la discusión, abierta al debate cinematográfico y, por qué no, también político. Puerta de Hierro, el exilio de Perón retrotrae al cine de los '80 desde sus marcas estéticas: sujeta al guión, a veces discursiva, invadida por ese espíritu demodé que en ocasiones la perjudica pero que también la beneficia en sus propósitos finales. Laplace y Fernández construyen un personaje de ficción, la española Sofía (Natalia Mateo), la costurera privada del General, el confesionario del mito que aun duda en volver. Semejante apuesta –también con sus victorias y derrotas estéticas– configura el remanso que Perón necesita para irse de su casa. Es que su morada, visitada con frecuencia por Cámpora, Galimberti y Paladino, donde las sugerencias del General también se fusionan a sus prolongados silencios, constituye una casa tomada por Isabel y López Rega (estupendos trabajos de Carreras y Yanelli). En esas zonas de encierro, donde Perón no sabe con qué puede encontrarse al recorrer un pasillo o pasear junto Galimberti o Cámpora por el jardín; la película gira a su bienvenida zona laberíntica y asfixiante. Allí el film se anima a lo siniestro, a la superchería sin rodeos, al rostro abatido del personaje central, incapaz de gobernar un hogar ocupado por otros. Por eso la gran escena de la llegada del cadáver de Eva Perón, en esa noche de lluvia donde el film se atreve al delirio, con Perón abriendo el féretro mientras López Rega e Isabel convocan a dioses y demonios, rezan y aprietan con fuerza los rosarios. La otra vuelta, la que prologa el retorno definitivo, cuando los bandos en pugna se reúnen en la cantina para entonar la Marcha, representa la luz, la alegría, la fiesta previa antes del arribo a Ezeiza. Esas dos escenas sintetizan la película y al personaje en sí mismo: un viejo líder y un mito viviente conviviendo con sus luces y sus sombras.
El General en su laberinto Víctor Laplace sabe cómo interpretar a Perón. Ya hizo de El General en TV (Padre Coraje), teatro (Borges y Perón) y cine (Eva Perón). Al ver Puerta de Hierro, película que dirigió con Dieguillo Fernández y que él protagoniza, uno siente -uno vuelve a sentir- que la caracterización mimética no siempre, mejor dicho casi nunca, da como resultado una buena película. Puerta... transcurre durante los años de exilio, en especial durante la etapa madrileña, rica y difusa. Laplace muestra a un Perón que, lejos de la idea que se tiene de él, duda, teme, tiene tendencia al llanto. Una pena que ese intento por alejarse de los lugares comunes del personaje histórico no tenga correlato cinematográfico: el filme recae en muchos de los defectos típicos de cierto cine nacional antiguo. Los diálogos, y el devenir general de la narración, no resultan fluidos ni genuinos, sino acartonados, enfáticos. Laplace muestra a un Perón íntimo, en su vínculo con Isabel (Victoria Carreras), con López Rega (Fito Yanelli), y con un personaje ficcional, una joven española llamada Sofía, con la que mantiene una relación confesional y platónica: en todos los casos, el tres veces presidente de los argentinos dice frases grandilocuentes o habla dando datos de la realidad nacional. Un tono más cercano a la pedagogía o la exégesis que a la intimidad cotidiana, lo que supuestamente buscaba la película. Los rubros técnicos son impecables. En el plano político, Laplace, un artista consecuente con sus ideas, aporta su inevitable subjetividad. No está mal. Sobre todo, porque la objetividad no existe, y menos en el plano artístico. Sin embargo, las buenas intenciones, los buenos deseos, terminan acá en una representación plana de tiempos complejos. El Perón de Puerta...detesta sin ambigüedad a Isabel, a López Rega -no se entiende por qué no hace nada al respecto- y a Vandor. Habla contra Franco, a favor del Che. Le aclara a Galimberti que no cree en la lucha armada. Un ser más cercano a la estampita que a un personaje con contradicciones y carnadura.
El ocaso de un gran político Con una aguda y nada complaciente mirada, en la que se destaca un valioso trabajo de investigación, Víctor Laplace se permite mostrar la vulnerabilidad de un líder como Juan Domingo Perón, próximo a cumplir 77 años. Laplace en el papel del ex presidente y Federico Luppi, como el médico catalán Antonio Puigvert, se lucen en excelentes interpretaciones. En su triple papel de coguionista, codirector y protagonista, Víctor Laplace, que hace el papel de Juan Domingo Perón, cuenta -desde la ficción, a la que incluye una serie de datos históricos-, como fue la vida del ex presidente, durante su exilio en la quinta "17 de Octubre", en Puerta de Hierro, Madrid, España, desde fines de la década de 1950 a principios de 1970. Con una aguda y nada complaciente mirada, en la que se destaca un valioso trabajo de investigación, Víctor Laplace se permite mostrar la vulnerabilidad de un líder como Perón, próximo a cumplir setenta y siete años. El resultado es un lúcido aporte a uno de las facetas más oscuras del peronismo, cuando luego de la Revolución Libertadora, Perón se exilia en Panamá, país en el que le presentan a la bailarina Isabel Martínez (a quien el llamaría Chabela), con la que más tarde se casó y formó un hogar en España. TRAMA INTIMISTA "Puerta de Hierro...", es un filme intimista, que se propone retratar a un Perón filosófico, que se cuestiona y trata de entender los por qué de algunos comportamientos, como los derramamientos de sangre y las luchas políticas. Pero a la vez se observa extremadamente vulnerable, cuando su mujer, Isabel Martínez, luego de un viaje a la Argentina, regresa convertida en una fanática de un líder espiritual llamado "Daniel", que no es otro que José López Rega (en una excelente composición actoral de Fito Yanelli), quien se "filtra" en la quinta "17 de Octubre", hasta lograr no solo manipular al matrimonio Perón, sino hasta convertir a Isabel en una fanática que mostraba su sesgo más demencial cuando no tenía a "Daniel" a su lado. Laplace a través de su guión ilustra con trazos definidos esa relación y se ve a Perón como un hombre lúcido, pero cuyo cuerpo ya no le respondía -debido quizás a un cáncer- incapaz de impedir que López Rega dejará de apretar sus "tentáculos" en torno a la pareja. Ni siquiera su amigo Jorge Antonio (Javier Lombardo) logra convencer a Perón para que lo eche de la casa y lo cierto es que el ex presidente temía perder a Isabel si tomaba esa decisión. ESCENA CONMOVEDORA Otra escena memorable de la película, tal vez la más conmovedora, es la que enfoca la angustia de Perón cuando en el living de su casa y casi en penumbras, observa el cadáver ultrajado de Evita. Esta situación de una visible desolación adquiere el vigor dramático de una novela latinoamericana enmarcada dentro del realismo mágico. Lo que entrega Laplace a lo largo de su filme, es que la quinta "17 de Octubre" fue el sitio de una serie de intrigas (por el que desfilaron desde Héctor J. Cámpora, hasta Rodolfo Galimberti y el gremialista Augusto Timoteo Vandor, entre otros), que más tarde signaron el regreso de Perón a la Argentina el 20 de junio de 1973, para que se postulara a una tercera presidencia, que ganaría por el sesenta y dos por ciento de votos, para morir dieciocho días después, el 1 de julio de 1974. Víctor Laplace en el papel de Perón y Federico Luppi, como el médico catalán Antonio Puigvert, se lucen en excelentes interpretaciones.
Santo y todo, este Perón es verosímil 1972, un barrio apartado de Madrid. En una casona similar a la de su añorada quinta de San Vicente, el general Perón orquesta su regreso, recibe fieles de diversos sectores, los alecciona, hace yoga, bromea, rezonga, y evoca algunos momentos del 55, el exilio centroamericano y el frustrado retorno de 1964, mientras advierte perplejo la creciente influencia de Lopecito sobre Isabel. Como cabe esperar, el argumento lo santifica un poco, lo exime de algunas cosas. Pero, atención, también destaca sus dudas, indecisiones y reticencias, sus consejos contra la violencia en ciertos casos, sus manejos a dos puntas, su indignación en el terrible momento en que le devuelven maltrecho el cadáver de Eva. Y le imagina un sentimiento de soledad que lo lleva al recuerdo de su madre frente a otra persona. Esa otra persona es una creación discutible pero eficaz de los guionistas: una joven española que el viejo exiliado visita en secreto, sólo para charlar con alguien que no espera nada de él. En verdad, poco puede objetarse. Una línea de diálogo ante el bombardeo de Plaza de Mayo (¿acaso era posible leer en ese momento la consigna que llevaban pintada los aviones?) se compensa con un buen párrafo de autocrítica frente a la cañonera paraguaya (aquel famoso de "Nuestros enemigos no nos han vencido. Hemos caído víctimas de nuestras propias debilidades internas"). Y ciertos recursos explicativos son necesarios. Hay toda una generación que conoce poco y mal esta parte de la historia. Víctor Laplace vuelve a encarnar al General, y lo hace todavía mejor que en "Eva Perón" o en la pieza teatral "Borges y Perón" que hizo con Duilio Marzio. La edad, incluso, lo beneficia. A igual nivel está el elenco. Javier Lombardo es el fiel amigo Jorge Antonio, Victoria Carreras la mujer que un día amanece junto al hombre y desde entonces lo asiste, Sergio Surraco el Rodolfo Galimberti todavía limpio (muy interesantes los diálogos del Viejo y el joven en el parque) y Fito Yanelli es El Brujo. El perverso de la película. De veras mete miedo. Párrafo aparte, Hugo del Carril hijo en breve pero hermosa aparición encarnando a su propio padre. Impresionan aquí las actuaciones, el meticuloso, impecable trabajo de la vestuarista Marcela Villariño y la directora de arte Adriana Mestri (han cuidado hasta el tamaño de los caniches "de antes"), la música de Damian Laplace, y, en especial, el libreto de Laplace y Leonel D' Agostino, autor ya reconocido por sus trabajos para series como "Tiempo final" y "El elegido". Codirector junto a Laplace, un joven en ascenso, Dieguillo Fernández, observador, minucioso. El resultado es sencillamente más que bueno, capaz de atrapar incluso a los "gorilas". Y por lo menos dos escenas son de antología: la última charla del Viejo con la joven, donde él parece quebrarse, y la fiesta de cumpleaños donde todos se juntan pero el homenajeado se aleja unos pasos, como para mirarlos "desde afuera".
Victor Laplace por cuarta vez se mete en la composición de Perón, esta vez también como director junto a Dieguillo Fernández, y guionista con Leonel D´Agostino. Interesante y cuidada reconstrucción de época para un hombre y su soledad. La relación con López Rega, Isabelita y todas las visitas que recibía. Una película que hay que ver aunque no se coincida con su visión.
Se trataba indudablemente de una empresa ambiciosa, desafiante, y hasta controvertida, recrear los aspectos fundamentales de lo que ocurrió en los largos años de exilio del Gral. Perón. No era fácil contar y llevar a la pantalla ese segmento de la historia argentina, que no se desarrolló aquí sino en la capital de España, Madrid, sin muchos registros ni testigos vivos de esos sucesos. Por otra parte había que encontrarle el punto justo a cada cosa. Víctor Laplace, como co director junto a Dieguillo Fernández, coguionista e intérprete excluyente, lo logra en gran medida. Con apropiados ingredientes narrativos, políticos y sentimentales Puerta de Hierro, el exilio de Perón va desgranando los aspectos más significativos de ese encierro, de esa prisión al aire libre de un hombre cuya única libertad posible era volver a su patria. Con sus contradicciones en el tema, claro, alguna indecisión y flaqueza, pero con su capacidad dialéctica y conductiva aún a pleno. Precisamente ese flanco humano es el que destaca Laplace en su personificación –notable actuación, una de las mejores de su carrera- y descripción del gran líder. Entre tantos nombres legendarios ligados al peronismo histórico, la participación de un personaje ficticio como el de Sofía (Natalia Mateo) resulta uno de los aciertos del film, al que se suman rubros técnicos de gran valía y excelentes composiciones de Victoria Carreras, Fito Yanelli y Javier Lombardo, entre otros. Más allá de algún subrayado doctrinario, el film cumple en atraer y emocionar.
Gran parte de su relato se encuentra basado en hechos reales pero también cuenta con algunos elementos ficcionados durante el exilio del General Juan Domingo Perón, el lugar que fue su morada conocido como la “Puerta de hierro”, en España. Allí comenzó a organizar el regreso a su país. Todo comienza cuando el 8 de octubre de 1972, el día de su cumpleaños número 77, la joven Sofía le deja un regalo, es una grabadora porque dice que ya es tiempo que grabe sus memorias,. Es cuando decide contar sus sentimientos y una parte de su vida y dice que después de 17 años piensa regresar a su país Argentina, tantos años de desarraigó pocas personas saben esto, y cita el libro del filosofo alemán Nietzsche. De esta forma, va contando diferentes momentos que lo llevaron a ese exilio, situaciones del pasado cuando en junio de 1955, el objetivo era matarlo, aviones de la Marina y de Fuerza Aérea con escaso apoyo del Ejército, bombardearon la Plaza de Mayo, hasta el cae ante un estallido en el piso, rápidamente se da cuenta que es un masacre. Él no quiere que corra más sangre prefiere dejar de ser Presidente y seguir siendo un hombre. Ante otras situaciones, en setiembre de 1955 prepara sus valijas. Este es uno de los tantos momentos que muestra una gran sensibilidad, la de un hombre guardando sus pertenencias y entre ellos se encuentran sus afectos. Atravesando el exilio cuando se encuentra en Panamá conoce a una bailarina, Isabelita (Victoria Carreras), quien deja todo y lo acompaña en este exilio, viviendo en Puerta de Hierro, en la afueras de Madrid. Y continua con un buen desarrollo de su relato, con fechas, testimonios y referencias de forma muy dinámica. Una vez más Víctor Laplace se pone en la piel de Perón, a quien interpretó en distintas ocasiones y épocas (Cine-Tv-Teatro), un personaje que lo tiene muy bien plasmado, sus gestos y hasta su voz. Existen otros personajes que fueron de gran importancia en esa etapa, una extraordinaria Victoria Carreras es Isabel “Chabela”, Javier Lombardo como Jorge Antonio, Fito Yanelli en el rol de brujo José López Rega quien se hace llamar “Daniel” es su nombre espiritual, Sergio Surraco como Rodolfo Galimberti, Federico Luppi como Dr. Puigvert, la actriz española Natalia Mateo como Sofía, entre otros. La película fue presentada recientemente en la novena edición de Pantalla Pinamar, codirigida por Víctor Laplace (viene de alguien que también conoció el exilio) y Dieguillo Fernández, narrando estos años de exilio, como gestó su regreso y va combinando la ficción y el material histórico. No falta el momento en que quiere retornar a la patria, volver por Uruguay, el viajar por Iberia solicitando la ayuda de Franco, luego piensa en pasar por Brasil y cada una de las negativas. Tiene momentos de dramatismo y tensión, mensajes sutiles, es un personaje mucho más humanizado, más querible y creíble, menos estereotipado. Se le da importancia a las mujeres: su madre en sueños, en los momentos precisos, a Isabel aquella mujer que lo acompaño 18 años pero trae a López Rega, el cadáver de Evita (se sensibiliza enormemente), como cuando dice “era más maravillosa de lo que dicen”, y Sofía un personaje que no se sabe si en sus salidas conoció con quien mantiene una relación tierna, honesta y se hace ciertos cuestionamientos. Hay un tono discursivo, utiliza gestos y frases celebres "Las revoluciones se hacen con tiempo, o con sangre" (él prefiere con tiempo y no con sangre); se siente como el padre de miles de argentinos”; “la revolución la deben hacer los jóvenes, sino quien!”, entre tantas otras. Momentos asfixiantes, siniestros, de desafíos, los caprichos de su compañera, no para de pensar y tiene sus preocupaciones, el espectador disfruta los momentos didácticos, tiene algunos clichés, sorpresas, la música (Damián Laplace) acompaña en distintos pasajes otorgando algunos climas y una buena fotografía y trabajo de cámara (Diego Poleri). Se incluye la siguiente leyenda -“Yo llevo en mis oídos la más maravillosa música, que, para mí, es la palabra del pueblo argentino".
Argentina como destino Víctor Laplace asume dos identidades claras y apasionadas cuando filma Puerta de Hierro. Por un lado, es un gran actor que toma el control de la cámara; por el otro, un peronista que ha transitado las décadas que narra en la película. Puerta de Hierro. El exilio de Perón recorta la extensa biografía de Juan Domingo Perón en la etapa de su exilio, después del golpe de estado de 1955, hasta el Operativo Retorno.El 8 de octubre de 1972 Perón cumplía 77 años en Puerta de Hierro, en las afueras de Madrid. Ese día es el eje del guión que Laplace escribió con Leonel D'Agostino. De allí se disparan los episodios hacia atrás, estructura sencilla que permite ordenar las líneas del relato.Hay varios recursos que sirven de soporte a las interpretaciones. La ‘caja' de la narración pasa por los diálogos de Perón con una joven costurera, Sofía (Natalia Matteo), con quien se sincera y comparte lecturas. Una suerte de sustituto del padre revolucionario muerto. Esa relación lo lleva a grabar sus memorias, excusa para que la película discurra cronológicamente, con los personajes como mojones. Víctor Laplace compone un Perón cotidiano, con poder a pesar de la distancia, unido a una mujer de muy pocas luces, anfitrión de todos y agradecido con Jorge Antonio (Javier Lombardo), el amigo que paga las cuentas; achacado, lúcido, dolido, desconfiado, advertido de que transita el último tramo de su vida. El actor ha buscado el mimetismo en el porte, el estilo, los gestos, el tono y la inflexión de la voz. Laplace habla en palabras de Perón, con muchas frases reconocibles que el líder del movimiento legó. El guión va sumando retratos logrados, según ese concepto de interpretación de figuras históricas. Se destaca Laplace pero junto a él, Victoria Carreras es una gran revelación en el personaje de María Estela Martínez de Perón, por los matices, entre la devoción (por Perón y por ‘Lopecito') y la incapacidad para comprender la grandeza de ese tiempo decisivo. En el rol de López Rega, sorprende Fito Yanelli, como el sujeto oscuro, ‘el Brujo' de la política argentina. Manuel Vicente, a simple vista, ‘es' Héctor Cámpora, el más fiel, en palabras de Eva. También se destacan Sergio Surraco, como Rodolfo Galimberti, y Federico Luppi, como otro viejo lobo, en el rol del doctor Puigvert.Puerta de Hierro trabaja con cierta iconografía, palabras escuchadas, consignas y momentos que potenciaron el mito peronista desde que sonó la primera bomba en Plaza de Mayo. Es particularmente emotiva la escena de la recuperación del cadáver de Eva Perón, así como elocuentes, los primeros planos del expresidente y el diseño de arte de Adriana Maestri que recrea los años 1960 y los primeros 1970.Puerta de Hierro, el lugar, fue la esperanza de millones y la amenaza para otros tantos. Para quienes tengan memoria de los hechos, la semblanza de Laplace es una provocación interesante; para los más jóvenes, una interpelación sobre el rol de la juventud en la construcción del poder.
La soledad del general E l mayor mérito de “Puerta de Hierro, el exilio de Perón” es que narra como jamás se había hecho antes en el cine el derrotero del líder justicialista a lo largo de más de una década y media de forzada residencia lejos de su país. Y hace hincapié en lo que popularmente se conoció como Operación Retorno. La película de Víctor Laplace y Dieguillo Fernández comienza con los bombardeos en Plaza de Mayo en 1955, y hace un paso breve por su estadía en República Dominicana, Venezuela y Panamá, donde conocerá a Isabelita, a quien él llama Chavela, como integrante de un grupo de bailarinas de segunda línea, sin saber que ella sería parte de la historia argentina. Víctor Laplace hace una lograda interpretación de Perón, lejos del rictus forzado que le dio a ese mismo personaje en “Eva Perón”, de Juan Carlos Desanzo, estrenada en 1996. Y compone a un político con tanto brillo como por momentos impotencia y soledad por su exilio. Este Perón también se muestra con buena predisposición al diálogo con todos los referentes del movimiento, desde Héctor J. Campora a Augusto Vandor. E incluso se ve una faceta seductora de Perón y su amor incondicional hacia Evita. Tanto Fito Yanelli como Victoria Carreras se lucen en el aire místico que le imprimen a sus roles de José López Rega e Isabel de Perón. La película tiene un tono militante, que era de esperar, y si bien muestra a un dirigente del fuste de Perón con algunos puntos débiles, como cualquier mortal, también se lo ve con frases muy armadas, como recién salidas de un libro partidario. El filme, estrenado en el último Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, es de vista imprescindible para quienes desean interiorizarse en la historia política del país.
Poco se conoce en detalle de la vida del Gral. Juan Domingo Perón en el exilio, salvo los relatos de quienes lo visitaron, por lo que si bien la trama de la película “Puerta de Hierro, el exilio de Perón” está basada en hechos históricos Víctor Laplace, junto al coguionista Leonel D’Agostino, se tomó ciertas licencias para poder encauzar cinematográficamente la narración de la historia. De esta manera queda en la pantalla un relato completamente desarrollado de la vida cotidiana del líder del Justicialismo en España que, si bien interesa y entretiene al espectador, está todo el tiempo en el límite del desborde por la sobrecarga de parlamentos discursivos y casi didácticos que se ponen en boca del protagonista, afortunadamente el ritmo siempre se retoma con el exacto armado de las escenas, tarea en la que Laplace, desde la dirección, evidencia su sólida trayectoria en la actuación que le permiten una excelente puesta de la imagen cinematográfica. El elenco Víctor Laplace, se pone en la piel de Juan Domingo Perón por cuarta vez, sin embargo siempre realizó “un Perón diferente” porque, como le declaró a éste cronista en ocasión de encontrarse en Pantalla Pinamar 2013, le ha tocado interpretarlo en distintas etapas de su vida. Es difícil para cualquier actor asumir un personaje que realmente existió y es evidente que Laplace en esta oportunidad elaboró su rol partiendo de la modificación de su timbre de voz y eso es lo que más impacta al espectador. Victoria Carreras, también hizo declaraciones al cronista respecto a los pocos elementos que encontró para componer su personaje, debido a que al realizar su investigación encontró que ha sido destruido casi por completo el material gráfico referente a Isabelita, por lo que para la pantalla elaboró una imagen más cercana a cuando la tercera esposa de Perón ejerció la Presidencia de la Argentina; de todas maneras la actriz logró una composición ajustada y muy creíble. Se destaca Javier Lombardo como Jorge Antonio y en pantalla se hace notar la fuerte personalidad actoral de Federico Luppi en su corto rol del Dr. Puigvert, el médico de Perón. Por la fuerza y el rechazo que causa su personaje el espectador aprecia la correcta labor de Fito Yanelli en el rol de López Rega. Una película sobre historia argentina Puede catalogarse a “Puerta de Hierro, el exilio de Perón” como un filme de historia argentina aunque su acción transcurra a 10.000 kilómetros de distancia de Buenos Aires. Se trata de una producción que entretiene al espectador y seguramente atrapará a los enrolados políticamente en la doctrina justicialista; por el contrario, no convencerá a quienes rechazan al movimiento peronista. Más allá de esas contraposiciones políticas el cinéfilo encontrará que se trata de una realización bien actuada, con un mensaje que se puede compartir o no, pero que es claro y preciso, además, que la factura técnica de todo el filme está bien realizada.
El general de entrecasa La figura de Perón en el exilio es reconstruida por Víctor Laplace no sólo desde la actuación sino desde el guión y la dirección de una película, que con estructura clásica se basa en hechos reales pero que dejan lugar a la libre interpretación de lo ocurrido en las diferentes etapas que duró la proscripción del líder popular y su regreso al país. Con el mérito de una sólida puesta en escena que no descuida ningún elemento histórico ni de ambientación, el relato comienza el día en que el general cumple 77 años, se peina frente a un espejo y luego recibe el saludo de Isabelita (meritoriamente interpretada por Victoria Carreras). También una joven -a quien no le permiten el acceso por razones de seguridad- le alcanza como regalo una grabadora para que cuente sus memorias. Éste es el pretexto del guión para organizar la narración, ya que como si fueran los capítulos de una autobiografía, el general se decide a evocar y rotular en antiguas cintas grabadoras los diferentes momentos que atravesaron su alejamiento forzado del país. La trama, que si bien está basada en hechos históricos, cuenta con ciertas licencias como ésta, para poder encauzar el relato, corresponde a un cine narrativo donde no se dejan detalles librados al azar, pero donde también hay una fuerte construcción de los personajes el de Isabelita, López Rega, Jorge Antonio y Galimberti- sobresalen sin cargar las tintas pero esbozando el misterioso entorno que alojó esa residencia en las afueras de Madrid donde convergieron políticos de distintas líneas, estudiantes, sindicalistas, turistas y curiosos. Entre la historia y el espectáculo El personaje de Perón vuelve a estar en la piel de Víctor Laplace, el actor que más veces lo ha representado, aunque esta vez, con la figura del general en plena madurez logra una evolución en la forma de encararlo, donde el mito está mucho más humanizado y menos estereotipado, aunque demasiado discursivo. En una gran parte del film dispara frases entre didácticas e históricas, punzantes, ingeniosas o retóricas a través de recursos como la voz en off, la escritura de una carta o las charlas de café con su heterogéneo grupo de seguidores. Ese Perón, que por momentos cae en el estereotipo, también logra salir del cliché a base de humanidad, cuando sus gestos más que políticos son los de un hombre dolorido atravesado por la duda, de la que se sobrepone con ideales y el apoyo de los que lo rodean. Se trata de una evocación nostálgica, desde la admiración humanizada y sobre todo desde el afecto de la memoria. En ese tono son constantes del retrato: un Perón de carne y hueso, que sufre el exilio, la proscripción. Que se emociona con el recuerdo de su madre, que sufre frente al cadáver ultrajado de Evita... que teme, que está afectado por la vejez y un cáncer de próstata que avanza y que pese a todo se decide a retomar el poder. Deja instalado un perfil simpático que une la leyenda, la historia y lo subjetivo que lo acerca más al perfil de un artista: entre la nostalgia tanguera con sonrisa de Gardel y la de un intelectual no ortodoxo que lee con humor y paciencia al Martín Fierro y que “como el ave solitaria con el cantar se consuela”. Oscilante entre lo retórico y lo humano, el film no insiste en el tono militante y seguramente por eso logra funcionar como una película que interesa y entretiene. También es como una clase de historia dinámica, en la que más allá de la carga ideológica sirve para preguntarse sobre el pasado argentino aunque sea desde una ficción. Tal vez la mayor objeción que se le puede hacer a la película viene por el lado de su lectura política. “Puerta de Hierro” es condescendiente y superficial al narrar una suerte de historia oficial sobre la que nunca se propone ir más allá. El resultado es un relato tibio, que no se atreve a juzgar al prócer pero insiste -eso sí- en su carácter conciliador y no violento, esquivo a los cambios revolucionarios con derramamiento de sangre.
PERON EN MADRID Víctor Laplace insiste en ser Perón. Pero no hay caso. No es tarea fácil. Al cine siempre le costó revivir las grandes figuras de la historia. Y aquí la falla es doble. Por un lado en lo formal: el guión insiste en hacerlo hablar a siempre para la posteridad; el general dircursea en el cuarto, en el parque, en el desayuno. Hasta agobia a una costurera con sus sentencias. Pero la película también falla en el fondo al no asomarse ni siquiera tibiamente a los innumerables y fascinantes costados de una personalidad que desde el exilio condujo los destinos políticos del país. En ese debe hay que anotar que la mirada superficial del libro apenas deja ver como al pasar una catarata de sucesos y personajes que están allí, dicen presente y se alejan. Salvo Isabelita y López Rega que aparecen como una asociación ilícita capaz de empaquetar a un general tan inteligente y estricto con lo de allá lejos y tan permisivo con lo que pasaba a su alrededor. Es una película retórica que tiene al cine como gran ausente. Perón en el exilio necesitaba más fibra, más sutileza, una mirada más amplia y profunda.
Víctor Laplace (quien ya había sido el General en la muy buena Eva Perón) dirige y protagoniza este film que narra a modo de ficción -incluso con elementos románticos- el exilio del líder político. La película cae, desgraciadamente, en varios lugares comunes, aunque intenta -y logra por momentos- mostrar la relación entre el icono y la parte más humana y falible del personaje, aunque su deriva recuerda mucho más a la televisión que al cine. El trabajo de producción y las imágenes son quizás lo mejor de la película.
Perón Vuelve No es tarea simple recrear o darle vida, a algo que tenga que ver con una fuerte personalidad histórica como la del Gral. Juan Domingo Perón, es más no admite banalidades ni errores. El desafío de Víctor Laplace, que tiene ya transitada ocasión de conocerlo -lo hizo personalmente, siempre fué militante peronista, y en lo artístico lo había interpretado anteriormente en cine, teatro y televisión-, consistía en echar una mirada cinematográfica sobre las instancias del ex-presidente durante su exilio español, precisamente en "Puerta de Hierro". En su doble trabajo de actor/director, tarea compartida con Dieguillo Fernández, ofrece un muy interesante acercamiento a un momento álgido, que es cuando se digita la resistencia peronista por estas tierras y planea su retorno del viejo mundo. Al espectador le resultará curioso observar reuniones con sindicalistas, líderes montoneros, o algunos genuflexos de turno -que nunca faltaron cerca de los grandes estadistas-, y mucho más aún las vivencias del líder justicialista con esas dos incógnitas que han sido siempre: su mujer María Estela Martínez (Isabelita) y el "Brujo" López Rega, respecto a ambos el filme intenta dilucidar el porqué de ambas presencias en los últimos años del viejo, cosa que celebradamente hace con seriedad pero también con mucho sentido del humor. Alguna crítica que no puede ocultar su tufillo "gorilista" remarcó como una propuesta estereotipada o idealizada, si de a a ratos digamos es algo discursiva o fría pero nunca pierde el eje, lo cúal la convierte en un filme más que atendible y bienvenido, y que no es tanto el cine nacional con búsqueda de pasados políticos por revisar que abunde en las carteleras. Hay que resaltar la inclusión en la historia de un personaje de pura ficción (inexistente) que es la modista madrileña que establece con el protagonista un ida y vuelta y que funciona como personaje "confesor". Técnicamente está muy bien realizada, y hay que destacar las composiciones actorales de Vicky Carreras como "Isabelita", Yanelli como "Lopecito" y un genial -reaparecido en el cine, por suerte- Javier Lombardo como el industrial Jorge Antonio.