Puentes

Crítica de Juan Pablo Russo - EscribiendoCine

Trenes, aviones y revólveres

El puente que une ese breve -pero tan movilizador- lazo, que es abandonar el mundo infantil para adentrarse en un mundo adulto, es el foco central de la ópera prima de Julián Giulianelli. La película está trazada desde el más crudo de los minimalismos pero con una fuerza narrativa garrafal que movilizará hasta el menos inmutable de los espectadores.

Matías, Pedro y Tomás son amigos de la escuela, ellos ven pasar sus abúlicos días entre sus familias disfuncionales, juegos infantiles y travesuras colegiales. Pero por un hecho casual y ante la aparición de un arma del padre de Pedro, es que Tomás morirá y la vida de Matías y Pedro se unirá con la de Analía, provocando la ruptura de ese instante en que uno deja de ser niño para ingresar a la adultez.

A simple vista Puentes tiene claras influencias del cine pasivo y desolado de Gus Van Sant (Paranoid Park, 2008) y de la mirada violenta que ejerce sobre la adolescencia Larry Clark (Bully, 2001) pero conjugada de una manera netamente personal que, a su vez, es alejada para tornarse en un único y personal estilo.

El eje del relato está claramente estructurado en dos partes. La primera muestra a estos tres amigos aniñados en un mundo de padres indiferentes, maestros incomprensivos y cierta impasibilidad social. La segunda parte comienza a partir de la muerte de Tomás –que en una muy buena decisión se va a producir fuera del campo visual del espectador- y se muestra a este terceto de jóvenes en un viaje iniciático a través de la noche y lo -para ellos- desconocido de la ciudad. Se los ve desamparados, perdidos, indefensos pero ante situaciones límites podrán desenvolverse a la perfección dentro de ese mundo inexplorado.

Estos niños adultos que siempre formarán un trío -deberá morir uno para que la hermana de éste ocupe el lugar vacante- ejercen el poder de querer cumplir sus deseos viendo que la muerte ya no es tan ajena y distante. Ésta ya ha entrado a sus vidas e inconscientemente sienten que ya nada es para siempre. Viajar en el tren que de niños veían desde arriba del puente, comer pizza en la calle mientras arman avioncitos de papel, escapar de los ladrones o dudar cuando les ofrecen tener sexo con una prostituta, dejan bien en claro ese momento contradictorio por el que están atravesando, el de no saber si todavía se es chico o ya rompieron esa barrera y pertenecen al mundo de los adultos.

La cámara de Giulianelli actúa simplemente como un ojo humano que sigue el comportamiento casi improvisado de éstos jóvenes ante la ausencia de un mayor que los oriente. Es por eso que en la historia solo habrá un punto de vista y es el de los chicos. En ningún momento habrá una mirada ni acusadora ni contraria que emita opinión. El film deja bien en claro que la historia está contada a través de los ojos de sus protagonistas y nada más que de ellos.

Para darle un tono realista y mostrar la crudeza de las imágenes se utilizó una fotografía de colores saturados, muchas veces virados al sepia, acompañados de la música compuesta por el cantante chileno Gepe. Ésta sólo es utilizada en los momentos adecuados, vale decir que ante un acierto estilístico no se usa para intensificar el dramatismo de la historia, sino sólo para darle un respiro a éste. Una decisión más que correcta que hace que la trama cobre más fuerza por sí sola, sin necesitar edulcorantes que endulcen lo amargo y trágico de manera innecesaria.

Es cierto que muchos espectadores rehúyen de un estilo de cine contemplativo con cierto enfoque centrado en lo descriptivo por sobre lo narrativo. Pero ¿se puede decir que en Puentes no pasa nada cuando a los 12 años te pasa la vida por encima? Sin duda este es el caso perfecto de cómo en una película donde aparentemente nada sucede, va a pasar todo lo que a uno se le puede ocurrir, y más. El pasaje de la infancia a la adultez nunca estuvo mejor reflejado en el cine como en Puentes. Una película de visión obligatoria, para reflexionar en familia, en la escuela y porque no, con amigos. Sumamente recomendable.