Puente de espías

Crítica de Hernán Khatchadourian - Diario Popular

Dos para una Mentira

La fructífera relación cinéfila que mantienen Tom Hanks y Steven Spielberg se manifiesta en este atrapante thriller ambientado en plena Guerra Fría.

Para todos los admiradores de la dupla Tom Hanks y Steven Spielberg, que tan buenos momentos nos proporcionaron con Rescatando al Soldado Ryan, Atrápame Si Puedes y La Terminal, regresan al ruedo con Puente de Espías, una prueba manifiesta de que ambos se encuentran más en forma que nunca.
En esta cuarta instancia de la fructífera colaboración entre el cineasta vivo más importante de los últimos 40 años y el ganador de dos premios Oscar de la Academia de Hollywood, la historia nos lleva a 1957, en plena era macartista, cuando el gobierno de los Estados Unidos buscaba incesantemente –y no sin razón- cualquier signo de actividad comunista en el país.
En ese ámbito, la CIA detiene a Abel, un espía que se hace pasar por pintor pero trabaja para el gobierno de la Unión Soviética. Como una forma de mostrarle al mundo las virtudes del sistema legal norteamericano, el gobierno contrata a un poderoso estudio de abogados para que defiendan al espía y aquí es donde entra a jugar el ambicioso letrado James Donovan, interpretado por Hanks.
Sin embargo, y a pesar de ampararse en la ley para ganar juicios de seguros, Donovan se rige por un estricto código de honor que le lleva a entablar una insólita amistad con su defendido y supuesto enemigo de su nación, y trabajar en pos de evitar su segura ejecución, superponiendo "lo que hay que hacer" por sobre "lo que se debe hacer" y el "qué dirán" sus compatriotas.

Sin embargo, al otro lado del Océano Atlántico, varias sorpresas le cambiarán la vida a Donovan que de un minuto a otro se verá involucrado en una compleja negociación en la Alemania oriental en la que se pondrá en juego no sólo la libertad de Abel, sino también la de un joven piloto de la Fuerza Aérea norteamericana y un estudiante de ciencias económicas que fue encarcelado bajo cargos de espionaje.
Como en todas las películas del creador de Tiburón, las circunstancias terminan superando a la persona y por eso Donovan no dudará un minuto en poner en riesgo su propio libertad, e incluso su propio pellejo, en pos de salvar todas las vidas que pueda.
A pesar de su título, este nuevo trabajo de Spielberg no es una película de espionaje propiamente dicha sino un thriller de negociación, de esos en los que cada personaje puede tener la clave para destrabar una negociación imposible y que mantiene al espectador atrapado desde el primer minuto merced a unos diálogos que continuamente dejan continuamente expuestos lo ridículos términos en los que se libró la Guerra Fría, que duró hasta 1989 con la caída del Muro de Berlín y los tecnicismos del mundo legal. Sin embargo, y a pesar de algunos detalles que así lo sugieren, el filme no busca convertirse en una propaganda ni mucho menos y en más de una ocasión el director demuestra la plusvalía del sistema soviético como cuando el piloto norteamericano es condenado a prisión ante los festejos de los rusos.
La actuación de Hanks es impecable, y continúa la tradición en la que se maneja este actor, ya acostumbrado a dar vida a personalidades extraídas de la realidad como el Capitán Phillips del la película homónima o el astronauta ... de Apollo XIII. Sin embargo, Hanks no está solo en esta tarea y es así que lo acompañan ... y ... en papeles igualmente conmovedores.
En el plano técnico, la reconstrucción de la Berlín de la Guerra Fría es impecable, Spielberg ubica la historia en la época en la se comenzaba a levantar el muro y utiliza de manera magistral la escenografía para ambientar la historia en una y otra mitad de una nación todavía devastada por la Segunda Guerra Mundial que comienza a ponerse de pie a pesar de encontrarse dividida.
La fotografía del filme es otro punto destacable ya que la ambientación obtenida con la iluminación da lugar a una sensación de opresión constante en la ciudad de Berlín y aumenta la empatía con el protagonista, amén de la textura del film, que remite al cine de la década de 1950, gracias a los filtros agregados a la cámara.
En definitiva, Puente de Espías es otra de esas inolvidables citas cinéfilas de este año plagado de tanques y superproducciones, que demuestra que una historia que sabe conmover siempre es superior a cualquier recurso técnico del que se pueda disponer.