Proyecto Parque Patagonia

Crítica de María Bertoni - Espectadores

La fotografía de Adrián Tagliabue y la edición a cargo de César Custodio resaltan la sólida investigación que Juan Dickinson le dedicó al «sueño» de un parque natural argentino-chileno en suelo patagónico, en especial al desarrollo del emprendimiento en nuestro país, concretamente en el noroeste de la provincia de Santa Cruz. Proyecto Parque Patagonia se titula este documental que contrapone la visión entusiasta de lo voceros de la ONG responsable y el rechazo de los productores agropecuarios locales que se sienten en medio de una pesadilla.

Los paisajes de la Patagonia llamada extraandina pueden resultar distractivos por su belleza, y quizás lo sean al principio de este largometraje. Pero de a poco Dickinson consigue que los espectadores desviemos nuestra atención, primero, hacia entrevistados consustanciados con la ocurrencia ecológica de los filántropos extranjeros Douglas Tompkins y Hansjorg Wyss, y luego hacia quienes se le oponen: legisladores, voceros de federaciones agrarias, agricultores y criadores de ganado.

A medida que avanza, la película se cierra sobre el conflicto entre la fundación Rewilding Argentina y los pobladores de las localidades Los Antiguos y Perito Moreno. Referentes de los Estados provincial y nacional aparecen en un segundo plano.

Proyecto Parque Patagonia ofrece virtudes propias del periodismo audiovisual de calidad: mención rigurosa de los entrevistados, referencias de geolocalización, mínima contextualización histórica, selección de buenas imágenes ilustrativas. Por estas razones es posible relacionarla con otros largometrajes –por ejemplo Nuestro Mundo. Anuhu Yrmo de Darío Arcella– que señalan o sugieren los intereses económicos de iniciativas ecologistas financiadas por entidades supranacionales.

A diferencia del realizador cordobés, Dickinson no va muy atrás en el tiempo. Por lo pronto no hay indicios de repreguntas a los criadores de ganado bovino y ovino que reivindican la propiedad de la tierra que Rewilding Argentina se empecina en comprar (y explotar) en nombre de la lucha contra la extinción de especies.

«No queremos que cuenten la Historia con nosotros afuera» pide uno de ellos como si temiera correr la misma suerte desgraciada que los (verdaderos) pueblos originarios. En otro momento ese mismo entrevistado casi-casi dice que, antes del arribo de sus antepasados (europeos), la Patagonia era un desierto.