Proyecto 43

Crítica de Fernando López - La Nación

Quizá las numerosas estrellas que integran el elenco de Proyecto 43 quisieron participar de esta torpe colección de episodios de humor escatológico del más grueso calibre para mostrar que son tan humanos como cualquier criatura y que su condición estelar nos los exime de las molestias de la fisiología. Quizá creyeron, como desdichadamente les habrá sucedido o les sucederá a algunos espectadores, que se trataba de otra apuesta, tal vez más arriesgada o desbocada, por ese humor llamado irreverente y por lo general bastante rudimentario que suele divertir a público habituado a la peor televisión. En fin: es difícil explicar el porqué de sus presencias. Y lo que más cuesta entender es que el proyecto de esta presunta extravagancia humorística anduvo dando vueltas varios años antes de concretarse -se dice que a la espera de coordinar los tiempos de actores tan sobrecargados de compromisos-, sin que ninguno advirtiera la puerilidad de los libretos, su irremediable estupidez.

Aquí hay de todo menos gracia, salvo que se considere gracioso y agradable de ver cómo un enamorado sumiso se apresta a satisfacer los caprichosos deseos sexuales de su noviecita coprófila o asistir al penoso espectáculo de un Hugh Jackman que allí donde debería mostrar la prominencia de la nuez de Adán expone otros atributos de su masculinidad para los que la naturaleza reservó sabiamente un sector del cuerpo mucho menos expuesto. Los episodios -algunos todavía peores- están interconectados con el pretexto de que un trío adolescente anda a la pesca en el mar de Internet de la película más ultraprohibida del planeta.

Apenas se generan esporádicas risas en el capítulo final sobre los arranques de celos de un gato animado y alguna línea de diálogo en el que muestra los temores de un equipo de basquebolistas negros que debe enfrentar rivales blancos. Lo demás -curiosamente a pesar de que los autores son diversos- exhibe una rara homogeneidad: todo es mediocre, tonto, y muchas veces tan desagradable que resulta ofensivo. Hay más voluntad de escandalizar que ingenio y no asoma ni una mínima intención de renovar este fatigado humor de baño, que, de todos modos, irrita más por su tontería que por sus "atrevimientos".