Primero enero

Crítica de Diego Maté - Cinemarama

El Bafici fue la principal plataforma de lanzamiento del cine argentino nuevo, incluido el cordobés, que ya es casi una cita obligada (y esperada) en cada nueva edición. Primero enero acompaña a un padre y un hijo en un viaje a la casa de vacaciones familiar. Un divorcio los obliga a vender la propiedad y la visita resulta ser una despedida. El padre organiza las actividades, regula las horas, dirige; el hijo se adapta como puede, pero también sabe revelarse. Esos conflictos, aunque tenues, parecen conmover el paisaje calmo que los rodea. Entre los dos se genera una competencia secreta de astucias y saberes en la que uno y otro tratan de desestabilizar al contrincante. A modo de separadores, Darío Mascambroni intercala planos de los espacios y de los objetos que pueblan el lugar hasta que la casa acaba por convertirse en un tercer personaje silencioso. La venta inminente, el matrimonio irremediablemente roto y el lento ingreso a la madurez de Valentín le imprimen a la película un singular aire de melancolía. Desde las imágenes, sin que el director subraye ni explique nada, todo parece anunciar su propia desaparición, incluso el vínculo de Valentín con su papá.