Primero enero

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Tras ganar la Competencia Argentina del último BAFICI y ser presentada en la reciente Berlinale, se estrena esta bella y melancólica ópera prima del cordobés Mascambroni.

La representante del Nuevo Cine Cordobés en la Competencia Argentina del BAFICI 2016 fue esta ópera prima de Darío Mascambroni que aborda una relación padre-hijo en una circunstancia especial. Es que el adulto se está divorciando de la madre del pequeño y ambos emprenden un último viaje desde Villa María hacia la casa de veraneo en un pueblito en las sierras antes de ponerla en venta.

La película empieza y termina con un tango (decisión quizás un poco obvia para una historia que ya de por sí trabaja el tema de la despedida y la melancolía) y en el medio describirá la cotidianeidad de Valentino con su padre. Lo que en principio se vislumbra como un típico paseo turístico (cocinar, ir al arroyo, hacer largas caminatas) y una experiencia compartida de códigos y postas varoniles (enseñarle a pescar, a hacer el fuego del asado, a jugar al truco, a cavar y plantar) se convierte con el correr de los 65 minutos en algo bastante más incómodo y perturbador: el chico no quiere hacer todo lo que le impone el papá, los silencios asustan, las diferencias se amplifican, la angustia y la extrañeza se multiplican (no hay luz, el chico quiere hablar con su madre, no hay señal de celular y así).

La película habla de los mitos de Troya y de la Caja de Pandora y algo de eso hay en esta pequeña y noble película que se abre a sorpresas cuando en su planteo inicial transitaba por caminos demasiado conocidos y la sensación de déjà vu se imponía. Una película bella y triste. Sí, como el tango.