Presidente bajo fuego

Crítica de Henry Drae - Fancinema

BAJO LA LÍNEA DE POBREZA, PERO MEJORANDO

Ya tuvimos dos oportunidades de ver al agente Mike Banning jugando a ser el protector ideal y todopoderoso del presidente, que también era casi su mejor amigo. En Londres bajo fuego y Ataque a la Casa Blanca, se trató de Benjamin Asher (Aaron Eckhart) pero ya en esta tenemos el resultado decantado con total lógica de que el sillón (no de Rivadavia como ocurriría en Argentina) lo ocupe Ronald Trumbull (Morgan Freeman), que ya había encarnado al máximo mandatario norteamericano en Impacto profundo y a Nelson Mandela en Invictus. Este dato “de color” (me quedó servida) no sería relevante si no fuera porque el plus que le da Freeman al personaje coincide con la suba en calidad del producto final en cuanto a su realización integral. Es decir, se esmeraron más y dejaron de subestimar tanto al público con las animaciones feas propias de películas de bajo presupuesto como Sharknado.

En Presidente bajo fuego la historia va por el lado de una trampa que le tienden al pobre Banning cuando está en plena custodia de Trumbull y se retira para tomar un descanso. La idea es intentar asesinar al presidente y presentar al agente como único culpable. Sí, la historia se parece demasiado a El Fugitivo, cambiando esposa por presidente, pero el punto de partida es ese. El agente, con serios problemas de salud y ganas de retirarse para disfrutar con su esposa (Piper Perabo) y su pequeño hijo, se verá enfrentado a una cacería legal gracias a su condición de sospechoso. Su único aliado podrá ser su padre (Nick Nolte) a quien no ve desde hace muchísimo tiempo y con quien no tiene la mejor relación.

Luego no hay demasiadas sorpresas y la trama va por los lugares comunes que uno esperaría: la agente especial recta al estilo Samuel Gerard (Jada Pinkett Smith), el amigo que no se sabe para qué lado patea (Danny Huston, repitiendo un personaje en el que ya se lo ha encasillado) y un presidente a lo Freeman que ya sabemos que es todo lo que está bien cuando suena la marchita.

Las mayores diferencias, como mencionaba antes, están en la factura, ya que no tienen un espectáculo grosero en los momentos explosivos, y la acción esté bien coreografiada aunque no se trate de John Wick. La primera escena de acción, que tiene como protagonista a una nube de drones armados, logra la tensión necesaria, que además se hace palpable y real porque esos bichitos pasaron a ser parte de nuestra cotidianeidad y sabemos el daño que pueden provocar al ser manipulados desde el anonimato.

Luego el resto es una suerte de caza al estilo gato-ratón que no necesita de mayor despliegue, ya que intenta manejar un poco más el suspenso y el dramatismo que no tienen las otras entregas, y allí es donde quizás se diferencie para mejor, aunque ni siquiera sea necesario ponerse al día con las anteriores de la saga para disfrutarla con moderación.