Presidente bajo fuego

Crítica de Elian Aguilar - Cultura Geek&Pop

El paradigma de héroe mayor de edad fue el de Liam Neeson estos últimos años, con su venganza en todos lados: Europa, un tren, un avión, un páramo helado. Pero no fue el único, ¿acaso ya olvidamos a Old Man Logan hace algún tiempo? ¿A los Expendables? ¿Al regreso de Rocky y Terminator? ¿A la adaptación de RED con Bruce Willis? ¿Al regreso de Clint Eastwood o de Mel Gibson? Bueno, en el medio de todo eso destaca otro actor que viene envejeciendo en pantalla grande y que lo está haciendo de manera muy loable, digna y divertida: estamos hablando de Gerard Butler. Sí, el mismo que mostraba sus músculos estomacales cuadrados, perfectos, homoeróticos y llenos de aceite en 300. Y lo hace siguiendo un camino muy similar a otro personaje que está en boga en este momento, y además cierra una trilogía. Hablamos de Presidente bajo fuego.

Los herederos de Jack Ryan

Tom Clancy escribió aproximadamente 20 libros sobre su personaje Jack Ryan, varios tuvieron adaptaciones cinematográficas (encarnado por reconocidos actores como Harrison Ford, Alec Baldwin, Chris Pine, Ben Affleck…), y ahora mismo se encuentra por estrenar una segunda temporada de una serie producida por Amazon Prime con este personaje, no basada en ningún libro y protagonizada por John Krasinski.
En todo el recorrido literario del personaje comenzaba como soldado, luego pasaba a la CIA, a director de inteligencia, y llegaba incluso a la presidencia luego de un ataque a la Casa Blanca que se adelantó varios años al ataque del 2001.
¿Les parece muy similar a Jack Bauer de 24? Bueno, si.

El caso es que durante tres películas vimos crecer a Mike Banning (Gerard Butler) hasta ganarse su lugar junto al presidente de EE.UU., de soldado con síndrome post-traumático a mano derecha de una de las personas más influyentes del mundo. En Ataque a la casa Blanca (2013) Mike era un paria, y se encontraba siendo la llave de la liberación del presidente Benjamin Asher (Aaron Ekchart) cuando un grupo terrorista entraba al centro del poder político a terminar con la vida del mandatario. Allí ya aparecía Allan Trumbull (Morgan Freeman) y se iba definiendo la mitología. En Londres bajo fuego (2016), la acción se traslada a Europa, cuando un político importante es asesinado y todos los mandatarios mundiales van a su funeral. Aquí Trumbull ya es Vice-Presidente, y Mike es el guardaespaldas del Presidente Asher.

La franquicia impensada

Presidente bajo fuego es el cierre de una trilogía, de Asher ni noticias, pero Trumbull es el Presidente, y Mike está por ser ascendido a director de seguridad. Claro que no todo es perfecto, y ex-combatientes trabajando en el mercado privado deciden atacar a toda la comitiva presidencial, dejando en coma al “dueño del mundo libre” e inculpando a Banning por toda la situación.
Nuestro protagonista deberá evitar a todas las fuerzas de seguridad, encontrar a los culpables, proteger a su familia y limpiar su nombre. Una suerte de El protegido con altas dosis de acción.
Gerard Butler tiene mucho carisma, la acción es cuidada y espectacular, los villanos son muy villanos y algunos guiños de comedia (casi siempre sostenidos sobre la espalda de un geronte Nick Nolte) descomprimen la tensión inteligentemente, jugando justo entre lo pochoclero y auto-consciente. La acción no se detiene un minuto, y tiene algunas secuencias muy logradas (el inicio, emulando a un videojuego está muy bien) que abusan un poco del montaje, demostrando que Keanu Reeves hay uno solo, pero dejando bien parado en el proceso a Butler. En esto hay virtud de su director Ric Roman Waugh, que arrancó su carrera como coreógrafo de dobles en grandes películas de los 80s.
Presidente bajo fuego es un subidón de adrenalina, con auto-consciencia y algunos palos internos (sobre todo a la presidencia de Trump) que la convierten en un producto de entretenimiento puro y duro con algunas búsquedas que la colocan un poco por encima del cine pochoclero actual.