Posesión satánica

Crítica de Amadeo Lukas - Revista Veintitrés

Con sólo algunos detalles que la diferencian de otros films de terror del subgénero “cuerpos poseídos y exorcismos”, Posesión satánica consigue, de todos modos, distinguirse un poco del montón. Y, a pesar de ciertos caminos trillados dentro de la anécdota diabólica, propone espanto con genuinas armas expresivas y logra unos cuantos sobresaltos, de esos que este tipo de cine, a esta altura del partido, le cuesta mucho conseguir. La relativamente conocida Caja Dibbuk es prácticamente la protagonista de la trama, un elemento que según leyendas urbanas contiene un espíritu errante que posee y puede llegar a destruir a su huésped humano. En esos trazos se basó el reconocido director y productor Sam Raimi junto al realizador danés Ole Bornedal, para diseñar esta pieza que no dejará de recordar otras, desde El exorcista en adelante, pero que de todos modos tiene lo suyo. Uno de sus aciertos es que logra emociones fuertes con un empleo muy discreto de efectos digitales y otro sería que en este caso no tendremos un sacerdote para extraer ánimas malignas, sino a un rabino, puesto que la Caja Dibbuk está relacionado con la cultura judía. Sea como fuere, la trama avanza de manera convincente y sin pausas, llegando a un tramo final inquietante. La niña Natasha Calis llega a conmocionar con su intenso desempeño, acompañada de correctos intérpretes
adultos, dentro de esta aceptable propuesta para seguidores del género.