Posesión infernal

Crítica de Jonathan Plaza - Función Agotada

Una remake a la altura

Debo reconocer que no soy un fanático de las remakes, y mucho menos de las remakes en el género del terror. La idea de hablar de La Masacre de Texas y que me nombren la producción de Michael Bay hace que mi vena yugular se hinche y mi piel se ponga de un tono rojizo vibrante. Es por eso que al escuchar hablar de la por entonces posibilidad de esta, me asuste un poco. Llegue al film original, The Evil Dead (1981), guiado por la tapa de un VHS en un videoclub que ya no existe pero que recuerdo con cariño. Las imágenes que contenía ese cassette eran como la cama de la amante más experimentada, tenían rasgaduras que no podían ocultar que había sido visitada por decenas antes que yo. Cuando el film comenzó entendí que lo que estaba viendo era completamente distinto a todo. El contenido de esa cinta marcó mi vida profundamente, a pesar de haber ingresado en el género del terror desde mi infancia nunca antes había visto semejante creatividad en una puesta en escena.

Llegue a ver Posesión Infernal con toda esta carga encima y además, hay que decirlo, con la carga de haber visto La Cabaña del Terror a principios de este año y teniendo en cuenta que después de semejante vuelco al género cualquier film sobre jóvenes en cabañas tiene las cosas complicadas. Ahora bien, debo decir que Posesión Infernal es la mejor remake de un clásico del género que haya visto y las razones son varias.

La presencia de Sam Raimi, Robert Tapert y Bruce Campbell en la producción particularmente no me aseguraba nada, ya había visto al mismo Romero fallando en este aspecto. Luego, la idea de convocar a Fede Alvarez después del suceso de su cortometraje Panic Attack! me sonaba más a marketing que a cualquier otra cosa. Sin embargo el film vence donde todos los otros (remakes) perecieron. Lo que en la mayoría de los directores se convierte en copia edulcorada para obtener un producto exageradamente teen es en Alvarez la esencia procesada, digerida y reformulada del producto original. Los cinco protagonistas David, Eric, Mia, Olivia y Natalie (cuyas iniciales juntas forman curiosamente la palabra DEMON) no son los anteriores. Ninguno de ellos pretende ser Ash, aunque el vestuario y las relaciones de parentesco podrían poner a David en ese lugar, queda claro en cuanto a personalidad que no lo es y que incluso ni siquiera es el protagonista. El crecimiento, madurez, o superación a base del sacrificio está presente al igual que en la obra original pero actualizado a una sociedad en la cual las disfuncionalidades familiares, la drogadicción y porque no, la demencia, están más presentes como conflicto colectivo. En ese marco Posesión Infernal funciona también como comparación sociológica entre épocas. Lo que antes era "vayamos a una cabaña a drogarnos" ahora es "vayamos a una cabaña a desintoxicarnos". Claro está, de todas maneras, que el film no pretende dar en este sentido juicios morales pero no puede negarse que los films y sobre todo los de género retratan los contextos en los que fueron realizados mejor que en cualquier otra representación y es por eso que vale la pena mencionarlo.

En cada plano se percibe una fuerza particular, eso que Raimi declaraba sobre elegir a un cineasta joven y primerizo finalmente no fue palabrería, el film avanza a base de gore y humor y en cada puesta de la cámara se nota la energía de un director al que le dieron una chance después de haberla buscado por años por todos los medios posibles. El delineamiento de la atmosfera deja paso rápidamente a una sucesión de escenas tan terroríficas como impresionantes, de esas que hacen que el espectador cruce las piernas para un lado y para el otro repetidamente imposibilitado para encontrar comodidad en la butaca. El film por momentos parece una torture porn pero eso que en ese subgénero es solamente desagrado gratuito acá se combina con el terror más clásico dando como resultado que tengamos tan poco oxigeno como los protagonistas en la última hora de la cinta. Resultan abrumadoramente realistas los efectos especiales y esto puede considerarse una postura frente a los fundamentalistas de la tecnología ya que ninguno de los mismos está realizado con CGI. Todos son artesanales, a la vieja usanza. La cámara y algunas transiciones recuerdan al Raimi de la primera etapa aunque Alvarez se muestra mucho más profesional que aquél y la fotografía en general, con grano grueso incluido y todo, mantiene la aspereza de la original.

Dentro del guión los guiños hacia la cinta de 1982 están en diálogos y detalles como si se tratara de las oscuras palabras del Necronomicon, sólo para iniciados. La historia a priori no aporta nada nuevo respecto a la original, sin embargo, es bastante más reveladora respecto a la psicología de los personajes y guarda un final en el que la idea de sacrificio y redención alcanzan un nivel superior. Hay que aclarar en este punto que la narrativa del film y el desarrollo del guión no son los puntos más fuertes del film que parece en todo momento evitar complicarse para ser funcional a la puesta.

Si Posesión Infernal fuera una canción sería definitivamente punk, es cruda, explícita, muy explícita, brutal y fresca, haciendo honor no sólo al hito del cual parte sino también a todo un estilo de cine de terror pasional que lamentablemente dejó de existir hace tiempo.