Portadores

Crítica de Ricardo Ottone - Subjetiva

Apocalípticos e infectados

El género apocalíptico (si es que se trata de un género) hace tiempo que está pasando por una racha productiva. Algo habrá en el aire, pero son unas cuantas las películas recientemente estrenadas que proponen el fin de la especie como escenario, sea por desastres naturales, guerras, epidemias o zombies, así como las desventuras de los pocos sobrevivientes en pos de continuar siéndolo. En el post-apocalíptico de los ‘80 era frecuente ubicar la causa en algún desastre nuclear, ahora la razón frecuente es una infección que se expande como pandemia y deja diezmada a la mayor parte de la humanidad. Son varios los films que explotan las consecuencias de ese estado de las cosas, y con diferentes tonos, desde Exterminio a Zombieland, pasando por las últimas entregas de Resident Evil y la saga de los Muertos vivos. Portadores está ubicada en este contexto: un virus mortal, altamente contagioso, acaba con la civilización, y los sobrevivientes van de un lado al otro procurándose el techo provisorio, el alimento escaso y, sobre todo, evitando cualquier contacto con posibles infectados.

Los protagonistas son dos hermanos jóvenes que, junto con sus parejas, se mueven en coche por la ruta en dirección a la casa de verano en la que pasaron su niñez y a la que ubican idealmente como posible refugio. Pero el camino está plagado (cuac) y de posibles encuentros indeseables. Ese planteo le da al film el elemento de road movie, algo que comparte con films también apocalípticos pero tan disimiles como pueden ser La carretera y Zombieland. Será que el Apocalipsis se presta bien por la necesidad de estar siempre en movimiento.

El principio es algo engañoso, cierto comportamiento de los protagonistas, y sobre todo la actitud un poco imbécil del hermano mayor, hacen temer un tono adolescente y lelo que por suerte se esfuma cuando las cosas se ponen pesadas. La premisa, ya lo dijimos, no es original, pero el tratamiento tiene lo suyo. No se trata exactamente de una película de terror, aunque tenga elementos del género. No hay un monstruo, ni un antagonista claro. Los infectados no se transforman en zombies, no muerden ni están rabiosos. Los monstruos reales son -no es sorprendente- la paranoia que lleva a que los sobrevivientes estén dispuestos a lo que sea. De lo que se trata es de cuan bajo puede caer la humanidad, cuan insensible y cuan despiadada puede ser, y como las situaciones límite logran romper con la solidaridad y las normas más elementales. Lo interesante de Portadores es que, si bien al principio el miedo y la desconfianza están puestos en el afuera y en los otros, luego se trasladan al seno mismo del grupo protagónico, y son sus integrantes los que cometen las acciones más cuestionables, volviendo la situación aún más cruel. Hay un tenso clima de paranoia y los realizadores (los catalanes Alex y David Pastor, que debutan en el largo con una producción norteamericana), aún cuando por momento acuden a golpes bajos (las filmaciones caseras de los hermanos cuando eran chicos), retratan con precisión el progresivo y agónico desmembramiento del grupo.

Suerte de road movie, con elementos de terror y hasta algún elemento moral, con el marco siniestro del fin de la especie, pero filmada en la ruta y a pleno sol, Portadores puede tratarse de una película barata y menor, pero termina siendo una interesante sorpresa.