Portadores

Crítica de Miguel Frías - Clarín

Apenas el fin del mundo

Bajo la apariencia de un filme futurista de zombies se despliega una tragedia individualista.

Portadores puede generar confusión. Su gráfica y su trailer, incluso su trama y su estética, parecen remitir a una película (más) de zombies. Pero en la opera prima de los catalanes Alex y David Pastor sólo hay vivos -muchos, agonizantes- y muertos. Su esencia, sí, tiene algo en común con el cine de George Romero: detrás de la acción, fobias sociales.

Portadores es un drama oscuro, una tragedia, sobre el individualismo feroz. La historia, centrada en una enfermedad contagiosa, alude a cualquier ámbito. Los enfermos son una molestia, una amenaza: gente que por error o displicencia merece su destino. Lo único que puede hacerse por ellos es compadecerse -un instante, no mucho- y dejarlos atrás: mirar para otro lado y seguir camino. Salvarse.

La película empieza con idílicas “imágenes caseras” en Súper 8: dos chicos juegan con sus padres en una playa desierta. Tras un salto temporal, los chicos ya son jóvenes que viajan con sus novias por una ruta, en un universo con guiños a Mad Max . Los muchachos se escapan hacia la utopía infantil, a orillas del mar. Pero se ahogan en un mundo apocalíptico, asolado por un virus muy contagioso que no sólo mata sin atenuantes: fomenta rechazos e indolencia extrema. Un mundo sin héroes ni redenciones. Uno de los hermanos es pragmático, además de insufrible, y está dispuesto a todo por sobrevivir (Chris Pine); el otro (Lou Taylor Pucci) es temeroso y siente algo parecido a la culpa.

Portadores es una road movie : el camino -desolador, claustrofóbico aun a cielo abierto- espera con acechanzas, aunque la principal va creciendo en las mentes de los protagonistas. Inspirados en la Gripe A y el terror infundido por los medios, los realizadores hacen futurismo llevando simplemente el presente a un extremo. Y manejan muy bien las compulsiones neurótico-obsesivas, basándose en rituales de barbijos y líquidos antisépticos, mientras el terror se impone por encima de la racionalidad y el espíritu colectivo.

Aunque los Pastor saben mantener la tensión y componer imágenes siniestras con pocos medios, los amantes del cine de terror pueden sentir que el filme no concreta las subtramas que promete. Los que busquen algo menos convencional -dentro de los códigos de género- disfrutarán y sentirán, con razón, que la verdadera pesadilla se agazapa en uno mismo.