Porno para principiantes

Crítica de Matias Seoane - Alta Peli

Pornoestein debe existir

Víctor (Martín Piroyansky) estaba listo para rendirse. Después de años filmando sus propios cortometrajes todo parece indicar que su sueño de ser director no tiene futuro en la realidad, donde está a punto de casarse con su novia de la adolescencia y necesita de un trabajo estable que le permita sostener el hogar.

Resignado, pretende vender su cámara para pagar algunos gastos. Pero el anuncio que pone, en vez de atraer un comprador, llama la atención de un productor bastante turbio (Daniel Aráoz) que necesita urgentemente de los servicios de alguien como él para hacerse cargo de un proyecto que ya está empezado. Fácilmente tentado por la importante cantidad de dinero que le ponen enfrente, y la posibilidad de por fin iniciar la carrera de sus sueños, acepta el trabajo sin detenerse a preguntar los detalles.

Recién cuando le presentan a la protagonista, una actriz porno que supo tener sus cinco minutos de fama pero que ya está de vuelta, entiende en qué clase de película está metido. Y ya es demasiado tarde para echarse atrás. Asistido por uno de sus pocos amigos (Nicolás Furtado), que aunque no tiene muchas luces oportunamente es encargado de un videoclub y portador de una importante erudición en el género, Víctor intenta llevar adelante el proyecto a contrarreloj para lograr que quede lo más decente posible, sin calcular que es un proyecto que le hará replantearse toda su vida hasta ese día.

Otra de los ochenta

Hay que reconocer que es difícil no ir con prejuicios a una película con Piroyansky en el afiche y que encima se llama Porno para Principiantes. Aunque en esta producción no sea el director como en Voley, uno sospecha que va a encontrarse con chistes fáciles hilvanados en una trama que sirva de excusa para ser el único que tenga sexo con alguna o varias de las mujeres del elenco. El problema con prejuzgar es que de vez en cuando aparecen casos como este, donde uno acierta, corriendo el riesgo de mal acostumbrarse y seguir haciéndolo.

La estructura es simple. Hay un protagonista inteligente y frustrado con su rutina aburrida pero estable, al que se le pone en el camino una nueva mujer que lo desestabiliza con su belleza y la promesa de aventuras. Esto lo empuja a llevar temporalmente una doble vida para evitar tener que decidirse por lo que realmente quiere hacer.

Así contado parece la sinopsis de Permitidos, y uno empieza a temer que la figura del director en algunos casos se vuelve irrelevante. Pero Carlos Ameglio le pone su parte al retratar sus propios orígenes en el cine durante una época donde había mucha voluntad pero pocos recursos disponibles. 

En segundo plano a la trama principal, Porno para Principiantes alude al amor cinéfilo y a la producción cinematográfica, especialmente cuando no se cuenta con recursos pero hay una necesidad imperiosa de contar algo con imágenes. Lo hace mostrando una visión algo idealizada de lo que es producir un largometraje, pero igualmente habla con pasión de lo que implica padecer esa necesidad de crear a un nivel casi físico: así logra entregar algunos de los momentos interesantes que tiene esta película, a la que no se le puede criticar mucho desde lo técnico porque la trama sostiene el ritmo. Si bien la recreación de época no se destaca, todo se ve y escucha con la corrección que exige este tipo de producciones.

Que el contenido esté cargado de estereotipos y lugares comunes que parecen de la misma época a la que alude la historia, ya es otro tema.