Por un tiempo

Crítica de Pablo Raimondi - Clarín

Papá por siempre

Una foto. Una chica de 12 años. Un estudio de ADN positivo. Una paternidad inesperada. Leandro (Esteban Lamothe, de El estudiante) es un exitoso y joven arquitecto al que la vida le cambia de repente. Nunca supo que tenía una hija de otra mujer. Y al mismo tiempo su esposa Silvina (Ana Katz) se entera de que está embarazada, luego de años de intento. Sorpresas y alegrías en una olla a presión.

El actor Gustavo Garzón debuta como guionista y director en una historia simple, a la que trató en profundidad y dedicó una década de su vida. El plasmó parte de la vida de Lucero (Mora Arenillas, un hallazgo), una preadolescente de origen humilde y carácter introvertido que contrasta con la situación económica y felicidad de la flamante pareja adoptiva.

Con la mirada al piso, algo ausente, la chica refleja apatía, tristeza: su madre biológica está muy enferma y por esa razón su tía decide contactar a Leandro para contarle de su paternidad y obligar a que cuide de su hija. El al principio mantendrá una relación de cierta frialdad y rigidez con su hija y Silvina será su salvavidas, le comprará ropa a Lucero, la contendrá como si fuese su madre.

Durante la mayoría del filme, Leandro mantiene un perfil entre el asombro y la impotencia, parece no relajarse nunca, sus ojos bien abiertos lo delatan: el trabajo se complica (discute con su jefe, tiene un cliente al que nada lo convence), su relación con Silvina se torna turbulenta -cambios de humor, vacaciones postergadas, cierto recelo a Lucero, los conflictos del embarazo- y su hija, sumida en su mundo, inapetente, deprimida. Pero lo positivo es que nunca la hacen a un lado, suma.

La creciente tensión que despliega Por un tiempo, donde casi no hay situaciones que descompriman el conflicto (un chiste, algo de picardía u humor hubiese venido bien), fatiga y ahoga un argumento algo predecible. Garzón prefirió profundizar en los problemas cotidianos y no tanto en las soluciones, aunque la imprevista llegada de una mascota (con los reclamos a cuestas) ayudará a que Lucero ablande su corazón y muestre destellos de simpatía. Y todo se encaminará, sólo es cuestión de sonrisas, relax y que los roles se acomoden porque -pese a todo- la vida continúa.