Por un puñado de pelos

Crítica de Pedro Squillaci - La Capital

El cine de Néstor Montalbano responde a la consigna “tómalo o déjalo”. Lo que habla muy bien de Montalbano, él no hace un cine “para todo el mundo” y lo sabe, y allí radica la mayor valoración de su propuesta. “Por un puñado de pelos” es un raíd disparatado del derrotero de Tuti Turman, un personaje sin responsabilidades (logrado rol de Nico Vázquez), cuyo único problema aparente es su incipiente calvicie. El joven descubre que hay unas aguas milagrosas en San Luis, y hacia allí va con el portero de su edificio (correcto Daniel Ferreyra, el guitarrista estrella de “Talento Argentino”), quien acudirá a ese paraje para celebrar el cumpleaños centenario de su abuela. En esta película, Montalbano va desandando una trama con resortes delirantes, pero lo interesante es que la película entretiene sin ser una sucesión de gags del estilo de “Los bañeros más locos del mundo”. Nada de eso. Es muy atrapante el contraste del hombre porteño, hijo de un empresario rico, con el tipo de campo, con otros tiempos y alejado de la sociedad de consumo. El filme, que hasta incluye en una escena un pequeño homenaje al western, tiene una resolución que apunta a fortalecer las búsquedas personales. Como Montalbano, cuya búsqueda es siempre bienvenida para el cine argentino.