Una película con final feliz… o no Pasado y presente coexisten en este film alemán del realizador Uwe Janson (Baal -2004-) que traza en su recorrido de los recuerdos de una sobreviviente al holocausto y el interés de un joven por conocer su historia las coordenadas de un relato clásico que intercala flashbacks para reconstruir una etapa triste de Alemania y que en el presente parece necesario recuperar para no repetir la historia. Por la vida! es un melodrama en el que el pasado de los personajes, el joven Jonas -Max Riemelt- y Ruth -Hannelore Elsner-, una mujer que lo dobla en edad y que debe ser desalojada de su departamento, se conectan por medio del dolor y sus historias particulares. Ella logró sobrevivir a los nazis, sus padres no y además intentó volver a empezar en el amor al conocer a un director de cine a principios de los 70. En cambio, Jonas huye del compromiso con su novia por presentar los síntomas de la esclerosis múltiple que arrasó con la vida de su madre en poco tiempo. Así, el pasado de cada uno representa en el presente de los personajes una imagen traumática, que para el caso de Ruth reproduce la peor secuencia de su niñez, aunque el descubrimiento por parte de Jonas de una cinta arrumbada entre las ruinas del desalojo forzado, la muestran de joven -Sharon Brauner- con la vitalidad latente y la fuerza de sus performances como cantante, mientras el enamorado Víctor, director, sucumbe a sus encantos detrás de la cámara. Sin tratarse de un film romántico, la apuesta al amor de este opus de Uwe Janson se entrelaza con la de segundas oportunidades –o terceras- cuando a la pregunta del “¿por qué seguimos vivos?” se le superpone otra más enigmática “¿Por qué no?”. Por la vida! no hace foco en la culpa, sino en las redenciones que se encuentran cuando menos se las busca, en la fuerza que se oculta detrás de los otros cuando la mirada solamente apunta hacia el pasado sin tener en cuenta el presente.
Volver al pasado Si bien hay muchos puntos que a lo largo de la narración se terminan sumando de manera ajustada Por la vida (Auf das leben!, 2014) de Uwe Janson, es una de esas películas que intentan abordar temáticas duras que, encarnadas en la sociedad, posibilitan una reflexión sobre la condición humana más allá de cualquier imperfección que se le pueda encontrar. Cuando Jonás (Max Riemelt) se encuentra por casualidad con Ruth (Hannelore Elsner), jamás se imaginó que detrás de esa anciana se escondería una historia que le tocaría de cerca y que le abriría los ojos acerca de su personalidad e integridad. Ruth en su juventud tuvo un novio de características físicas muy similares a las de Jonás, con el que la pasión que vivieron le permitió a la mujer superar el duro pasado que le tocó atravesar por su condición judía en campos de concentración. Mientras Jonás va conociendo la historia de Ruth, también sus sentimientos hacia la mujer se van modificando y la relación que entablan termina por configurar un escenario para que ambos puedan en confianza y con mutua compasión, revelar sus secretos más oscuros. Por la vida narra lentamente como dos personas que en apariencia nada tienen en común, pueden conectarse entre sí y desandar sus miserias y dolores más profundos de una manera casi catártica. El director Uwe Janson escapa del clásico melodrama y busca, gracias al recurso de algunas cintas cinematográficas que son vistas por Jonás, reinterpretar imágenes dándoles un tratamiento cercano al archivo, pero que también sirven como flashback para revelar detalles de Ruth y su pareja configurando la línea temporal y discursiva de la historia. La música desarticula y genera el espacio necesario para relajar la tensión que paso a paso se va construyendo, logrando que la empatía con los protagonistas sea tal que no importe si el director juega o no con su cámara (porque por momentos intenta estilizar su relato, principalmente cuando Jonás corre por las calles de Berlín buscando alguna respuesta a su presente de dolor, huída y enfermedad). Por la vida es imperfecta sí, pero es honesta en su planteo y principalmente en el esfuerzo de Max Riemelt y Hannelore Elsner que se complementan hasta tal punto que la historia fluye a pesar de todo aquello que el guión va sumando de manera precipitada y ajustada.
Recuperar el gusto de la vida El título -el brindis "por la vida" común entre los judíos- define claramente el contenido de esta emotiva historia. A sus protagonistas -una mujer que carga viejas heridas del pasado y un muchacho tres o cuatro décadas más joven que ella y amenazado por el futuro- los asocia la necesidad de recuperar el gusto de la vida. Los ha unido la casualidad de esa manera bastante caprichosa que suele regir los movimientos del azar en las historias de ficción. Ella, que logró sobrevivir al Holocausto y a sus brutales golpes, pero no impedir que sus derivaciones la persiguieran y truncaran la breve felicidad que le concedió la vida, está sola y forzada a abandonar su vivienda; él, cuyo parecido con un joven de otro tiempo que jugó un papel fundamental en la historia de la dama es tan asombroso como sólo puede serlo en una película (tanto como para que los dos papeles sean desempeñados por el mismo actor); su vida parecería más apacible, pero tiene sus secretas razones para huir: de éstas sólo se sabrá más cerca del desenlace, cuando también quede expuesta la desproporción entre la atención que se concede a uno y otro personaje. La narración es generosa en flashbacks porque así lo exige el sufrido papel de la heroína, que abarca desde los tiempos de la infancia, durante el nazismo, hasta lo actual y en especial, los años setenta, cuando ya era una consagrada cantante de cabaret y vivió su historia de amor. El relato va y viene entre la actualidad y esas otras etapas, antes de que con la forzosa mudanza del comienzo entre en escena el muchacho en cuestión. No hay excusas ni posibilidad de un encuentro amoroso, pero sí un vínculo hecho de sincero afecto y mutua comprensión. Y es en el desarrollo de la relación entre ellos dos donde el film crece en interés, en especial por el carisma y la palpitante humanidad que Hannelore Elsner y Max Riemelt vuelcan en sus personajes, y por la química que se percibe entre ellos. Si el film conmueve en más de una oportunidad es gracias a la verdad que ellos imponen a sus personajes, incluso más allá de los altibajos de un guión que no siempre esquiva lo previsible ni lo convencional.
La película dirigida por Uwe Janson, “Por la Vida”, se centra en Ruth, una mujer que es desalojada de su departamento y debe ser reubicada en otro sitio. Allí conocerá a Jonas, un joven que se verá enredado en la vida de Ruth, un poco por estar huyendo de su propia realidad y otro poco por curiosidad, ya que de alguna manera se sienten conectados el uno con el otro. Esta historia de vida nos llevará a recorrer distintos tiempos: nos centraremos en la época del nazismo y la Segunda Guerra Mundial, la postguerra y la actualidad. Esta transición temporal se realiza de una muy buena manera, con la utilización de recursos como recuerdos/flashbacks, videos antiguos y conversaciones. Todo se da de una forma muy natural e incluso se nota un cierto paralelismo entre el pasado y el presente de Ruth, como si se volviera a repetir el ciclo de su vida. La música es un elemento muy importante dentro de la trama, la cual denota una mezcla entre alegría y nostalgia, que acompaña de una manera muy acertada a la historia de Ruth. Se debe destacar las actuaciones de los protagonistas, sobre todo la de Max Riemelt que realiza dos personajes distintos en la película. “Por la Vida” es una historia simple, pero poderosa; chiquita, pero fuerte; que justamente presenta la vida de dos personas que tienen todo para perder o darse por vencidos, pero que esa unión y ese sostén que encontraron en el otro servirá para luchar por lo más importante del mundo: la vida. Más allá de retratar las historias de dos personas distintas (y con diferencia generacional) que por las vueltas de la vida se encuentran, el argumento del film es universal: todos debemos luchar contra diversos obstáculos y necesitamos de alguien en quien apoyarnos y que nos empuje para seguir adelante. Samantha Schuster
Interesante, si se entra en su lógica Una mujer madura se ve obligada a dejar su casa, y desarrolla una extraña amistad con el encargado de la mudanza, mucho más joven que ella. Dado que los dos personajes protagónicos en principio no tienen nada en común, el desafío de la película es demostrar lo contrario. La lógica no se aplica al estilo del director, que puede distraer al espectador con flashbacks de las pesadillas de la era nazi sufrida por la protagonista, alguna vez cantante de cabaret, aunque sin preocuparse por explicar demasiados detalles de esas subtramas. Y de repente, la acción puede aparecer en una fiesta electrónica actual. Es decir, la narración, por momentos, no es precisamente fluida, pero a medida que avanza la película queda claro que el guión siempre se ocupará de agregar detalles curiosos, algunos no muy coherentes, pero propios de un melodrama absurdo que va uniendo a los dos personajes protagónicos, interpretados por Max Riemelt y Sharon Brauner. En el medio, también está Mathieu Carriere (el del film de culto "El joven Toerless"/"Nido de escorpiones" de Volker Schlöndorf). Es una película despareja, pero con situaciones inesperadas que ayudan a generar tensión, más algunas imágenes notables (la fotografía de Peter Krause es un gran punto a favor). Lo mejor son los diálogos con humor negro y mucha más incorrección política de lo que se podría esperar en una producción alemana. Si se le tiene paciencia, rinde: los dos últimos actos consiguen darle sentido al conjunto, y al título.
Todo sea por emocionar Este film alemán une dos torturadas historias de vida en una apuesta por la reconciliación. Otra película más sobre las bondades de la vida y van… Dirigida por el alemán Uwe Janson, el film articula ese mandato a una historia de reconciliación personal y social de un anciana judía, sobreviviente del Holocausto y ex cantante de cabaret, y un joven en plena crisis. Los estilos de vida son diametralmente opuestos. Una es una vieja solitaria, ahogada en deudas, sin amigos ni familia, y el otro promedia sus treinta huyendo vaya uno a saber de qué. O al menos al principio, ya que Janson después se encargará de justificar su carácter errante. Lo único en común es que el físico de él es igual al que supo ser el del gran amor de la vida de ella. ¡Por la vida! irá alternando entre el presente de cada uno de ellos y la progresiva construcción del vínculo en común, y el pasado de ella, ilustrado en una serie de largos flashbacks musicalizados a toda orquesta. El pasado de él, en cambio, es mostrado a través de las consecuencias en el presente, marcando así un desequilibrio notorio que busca la emoción del emoción a como dé lugar.
Un brindis popular judío, un símbolo para esta historia que acumula horrores: una cantante judía que sufrió lo indecible con el nazismo y que intenta un suicidio. Un joven enfermo sin remedio que huye de sus afectos. Podría ser el himno al golpe bajo pero está hecho dignamente, para la lágrima.
Las heridas sin cerrar de la memoria Suerte de fábula de aprendizaje, con personajes conflictuados por su pasado, el film de Janson vuelve a indagar en la dolorosa historia alemana, que 70 años después del final de la Segunda Guerra Mundial necesita seguir siendo revisitada. El relato superpone tres tiempos narrativos distintos, cada uno con una estética propia.Jonas y Ruth se conocen por una de esas casualidades llamada destino. El es joven y por alguna razón no tiene un hogar y vive dentro de su camioneta. A ella, que ya es una señora grande, la están por desalojar del caserón donde parece haber vivido toda su vida para trasladarla a una especie de monoblock impersonal. Jonas es uno de los peones que cargan las cosas de Ruth en los camiones y cuando se cruza con ella la casa ya está vacía. Ruth se sorprende al verlo, como si lo conociera, aunque no es posible, pero consigue hacer que sea él quien la lleve en su camioneta hasta su nuevo destino. En el camino le dice que se parece a alguien que conoció hace mucho. De algún modo, ¡Por la vida! es una película de aparecidos, donde lejos de ser entidades sobrenaturales los fantasmas son la punta del iceberg de una memoria acribillada de heridas sin cerrar. Ambos personajes intentan evadirse de su pasado, pero hay entre ellos una importante distinción. Mientras Ruth es perseguida por imágenes en las que el horror personal y el horror histórico se encuentran fundidos y son indivisibles, Jonas en cambio se escapa de un posible destino que, por su propia experiencia familiar, sabe que no puede ser feliz.Quinto largometraje para el cine de Uwe Janson (que también tiene en su haber unos 45 telefimes como director, aunque algunos participaron de festivales, incluyendo el de Berlín, ciudad en la que transcurre este relato), ¡Por la vida! vuelve a indagar en la dolorosa historia alemana, que 70 años después del final de la Segunda Guerra Mundial necesita seguir siendo revisitada. Eso y el hecho de que Ruth sea una cantante de origen judío que sobrevivió al exterminio nazi revelan algunos puntos de contacto que van más allá de lo superficial entre la película de Janson y la extraordinaria Ave Fénix de Christian Petzold, aunque sin su nivel de sutileza. Una diferencia es que, más allá de exponer la carga de culpa que aún soportan los alemanes como sociedad y de abordar de nuevo la repetida cuestión de la justicia y la venganza, ya desde el título ¡Por la vida! se ofrece como un brindis optimista que desde el presente mira hacia adelante, pero sin dejar de hacer pie en aquel pasado.Fábula de aprendizaje y hasta buddy movie, en tanto Ruth y Jonas se verán forzados a aceptarse y aprender el uno del otro para sobreponerse a sus propias tragedias, el relato avanza a partir de saltos temporales que superponen tres tiempos distintos, cada uno identificado con una estética propia. Si la infancia de Ruth durante la guerra es presentada en blanco y negro y las imágenes distorsionadas con lentes deformantes para darles un aire de pesadilla, en cambio su juventud feliz en los 70 tiene el grano grueso y el color saturado de un film en 16 milímetros. Por su parte, el presente compartido con Jonas es visto bajo una luz más fría, por momentos casi de hospital, que empuja a creer que en Berlín todos los días amanecen nublados. Tal vez sea cierto que el guión sobrecarga a los personajes con sucesivas capas de tragedia, sin embargo no parece ser un ejemplo de saña autoral sobre todo porque, a pesar de ello, nunca los deja sin salida.
Tras sobrevivir al Holocausto y al dolor de dos relaciones, cuyas huellas aún la persiguen en la tercera edad, la otrora cantante de cabaret yiddish Ruth Weintraub (Hannelore Elsner) no estaba preparada para una orden de desalojo. Un nuevo intento de suicidio la acerca a Johan (Max Riemelt), un joven encargado de mudanzas que se solidariza con la anciana. Pese al inicial rechazo, en lo profundo, de Johan hacia Rush (por ser anciana, por ser judía), habrá una atracción en ambos sentidos: mientras Johan le recuerda a Ruth a un amante por el que hubiera dado la vida (Riemelt interpreta a ambos personajes), el muchacho ve en la mujer a una figura maternal y protectora, así como el puente hacia un modelo cultural que desconoce. La primera parte del film es evocativa, con imágenes desconocidas de los suburbios de Berlín, pero en la introducción del Holocausto el director Uwe Janson (más conocido por su adaptación de Peer Gynt, de Ibsen) se ve imposibilitado de esquivar lugares comunes. Pese a esto, la película encuentra una buena dinámica en el nudo de la relación y las actuaciones.
Una interesante historia de encuentros y desencuentros. Uno de los tantos mensajes son que: desde el dolor se aprende, buscar una vida mejor, podemos recibir ayuda sin conocer a quien nos la brinda y su amor incondicional. Su director se apoya bien con el flashback, para que el espectador tenga una mejor lectura del film. Además tiene dos grandes protagonistas que transmiten muy bien sus sentimientos, tiene buena química y buena reconstrucción de época. Recordemos que este film ahora se estrena comercialmente pero se proyectó durante el Festival de Cine Alemán edición número 15.
Una primera escena que arranca con tanta narrativa en unas pocas imágenes dejan paladeando al espectador que seguramente esperará más. Y vaya que lo obtendrá. Casa de Ruth (Hannelore Elsner). Interior. Día. El jefe de un grupo de hombres de una empresa de mudanza le da órdenes a Jonas (Max Riemelt) de vaciar la casa de todos los objetos que están allí. Jonas es un hombre joven que acepta changas y sobrevive como puede mientras vive y duerme en su camioneta. No hay hogar. Tal vez por eso se queda mirando algunos objetos arraigados a esa casa como si no pudieran disociarse de ella y perdiesen su valor intrínseco. Algunos cuadros en la pared le meten historia y por ende un pasado. El juego de miradas entre la curiosidad y cierto asombro entabla un código que de allí en adelante se convertirá en la búsqueda constante de satisfacer las carencias. La dueña de casa, Ruth, es una ex cantante judía de café concert que ya ha pasado hace rato la cresta de la ola, y ahora debe Con ayuda de Jonas la mudanza se consuma y los primeros minutos de “¡Por la vida!” junta a estos dos seres cuya impronta se va descascarando para mostrar su soledad. Uwe Janson, un director con carrera televisiva, no duda en otorgar información concreta y concisa al relato, empezando por la secuencia inicial, siguiendo por la brillante construcción de personajes por un lado, y sus carencias por el otro. La soledad y los seres que se complementan es en definitiva la temática central de éste estreno que tiene en su estética por momentos sepia, o de colores fríos, y en el texto cinematográfico, la mayor de sus riquezas.
Una mujer madura que se queda sin casa y opta por el suicidio y un joven en fuga porque es víctima de cierta enfermedad se encuentran y, entre ambos, construyen una relación que se sobrepone a diferencias de edad y de experiencia. Sí, de esas “lecciones de vida” o films de autoayuda, pero al menos bien trabajado como para que la vida de sus protagonistas nos interese más allá del problema que tienen.
Una pequeña historia con mucho significado Ruth es una mujer que acusa alrededor de sesenta años de vida y está sola, en Berlín. El relato comienza cuando está siendo obligada a abandonar su casa y gran parte de su mobiliario y objetos de valor, debido a la ejecución de una sentencia judicial. En Alemania, al parecer, la ley prevé la reubicación de las personas que son desalojadas por orden de la Justicia. A Ruth la tienen que trasladar a un edificio de apartamentos en los suburbios, algo que ella odia, como odia todo el procedimiento y tener que deshacerse de los espacios y las cosas que constituyen su mundo, su universo, casi se diría, su vida misma. Ruth está enojada y trata de mal modo a los agentes que están confiscando sus pertenencias y organizando la mudanza. Entre ellos, hay un joven cuyo rostro le provoca un cimbronazo. Le recuerda a alguien seguramente muy importante para ella, porque al verlo, queda impresionada. Jonas, el muchacho que está participando del desguace de la casa de la mujer, está haciendo una changa y todavía no se ha ganado la regularidad en ese trabajo. Es presionado por el jefe, porque al parecer no pone mucho empeño en la tarea. A él también se lo ve a disgusto todo el tiempo. Así comienza “Por la vida”, la película del alemán Uwe Janson, con guión de Thorsten Wettcke, basado en el original “If Stones Could Cry”, de Stephen Glantz. Cabe mencionar que Glantz acredita una larga trayectoria como guionista de cine, televisión y escritor de novelas. Ha trabajado para Warner, Disney, Paramount, Tri-Star, MGM, Universal, HBO y New Line Cinema, y también con el legendario productor alemán Artur Brauner (cuyas 250 películas incluyen “El jardín de los Finzi Contini” y “Europa Europa”). “Auf Das Leben”, título original de esta película, recibió el premio Bafta a mejor director y fue distinguida como mejor película alemana en los Premios de Cine de Austria, obteniendo además el premio a Mejor Actriz por su protagonista, Hannelore Elsner. ¿Por qué toda esta información? porque la mano de Brauner se percibe en esta obra y es justo destacarla. Incluso su sobrina, Sharon Brauner, es la actriz que interpreta a Ruth joven en este film. Es un relato que cuenta una pequeña historia a partir del encuentro fortuito entre dos personajes solitarios, cada uno con su propio drama a cuestas, y que por esas cosas de la vida, terminan siendo un gran apoyo uno para el otro, como si fueran dos náufragos que el azar reunió en un mismo lugar sólo para que juntos puedan salir a flote. Una historia plena de humanidad y narrada de un modo que va enganchando el interés del espectador a medida que transcurre la trama. Resulta que Ruth es una mujer polaca de origen judío que ha sobrevivido al exterminio nazi, pero perdió a toda su familia en los campos de concentración. Hija de un luthier y de madre música, ella ha vivido familiarizada con los instrumentos musicales y se ha ganado la vida como cantante de cabaret, logrando, al parecer, bastante éxito en Alemania. En el presente, está sola, acosada por los recuerdos y con una fuerte depresión con tendencias suicidas. Por su parte, Jonas, vaga sin rumbo por las calles de Berlín. Vive en una combi y tampoco tiene familia. Él también tiene una historia triste para contar. Poco a poco, los personajes se van involucrando uno con el otro, por algunas circunstancias provocadas por el traslado de Ruth y eso hace que compartan confidencias. No obstante, ello no ocurre de manera precisamente apacible, porque deberán darse algunas circunstancias un tanto trágicas para que ambos personajes se vean como empujados uno hacia el otro, en un intento de encontrar algo de qué aferrarse en medio de una situación límite. Pero, como dice el título, que remite a un brindis popular judío “¡Por la vida!”, el final abre una oportunidad para la redención y la reconciliación, precisamente, con la vida, a pesar de los maltratos padecidos por ambos personajes. Se trata de una narración de formato clásico, donde la historia se va construyendo a partir de distintos puntos de vista, incluyendo flash backs y también material documental referido a la vida de la cantante, como un juego de cine dentro del cine, y complementado con el relato oral de los protagonistas, en sus confidencias. Si bien se trata de un drama, “Por la vida” alivia el dolor que transmite con una buena dosificación de momentos humorísticos, a veces sarcásticos, que hacen llevadera la trama, que se sostiene fundamentalmente en el trabajo actoral de la ya nombrada Elsner y su partenaire, Max Riemelt, quien interpreta a dos personajes totalmente diferentes.
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