Por la vida!

Crítica de Iván Steinhardt - El rincón del cinéfilo

Una primera escena que arranca con tanta narrativa en unas pocas imágenes dejan paladeando al espectador que seguramente esperará más. Y vaya que lo obtendrá.

Casa de Ruth (Hannelore Elsner). Interior. Día. El jefe de un grupo de hombres de una empresa de mudanza le da órdenes a Jonas (Max Riemelt) de vaciar la casa de todos los objetos que están allí.

Jonas es un hombre joven que acepta changas y sobrevive como puede mientras vive y duerme en su camioneta. No hay hogar. Tal vez por eso se queda mirando algunos objetos arraigados a esa casa como si no pudieran disociarse de ella y perdiesen su valor intrínseco. Algunos cuadros en la pared le meten historia y por ende un pasado. El juego de miradas entre la curiosidad y cierto asombro entabla un código que de allí en adelante se convertirá en la búsqueda constante de satisfacer las carencias.

La dueña de casa, Ruth, es una ex cantante judía de café concert que ya ha pasado hace rato la cresta de la ola, y ahora debe

Con ayuda de Jonas la mudanza se consuma y los primeros minutos de “¡Por la vida!” junta a estos dos seres cuya impronta se va descascarando para mostrar su soledad.

Uwe Janson, un director con carrera televisiva, no duda en otorgar información concreta y concisa al relato, empezando por la secuencia inicial, siguiendo por la brillante construcción de personajes por un lado, y sus carencias por el otro.

La soledad y los seres que se complementan es en definitiva la temática central de éste estreno que tiene en su estética por momentos sepia, o de colores fríos, y en el texto cinematográfico, la mayor de sus riquezas.