Por gracia de Dios

Crítica de Victoria Leven - CineramaPlus+

El tema del abuso infantil que reviste este último filme del realizador francés Francois Ozon circula entre el cine de denuncia, el de carácter pedagógico, y una narrativa de rigurosa mirada intimista. La trama es la adaptación de un hecho real, el mismo es el que nos presenta sobre el caso del cura Bernard Preynat, denunciado en el año 2016, por haber abusado sexualmente de decenas de niños desde los años 70 en la ciudad de Lyon, Francia.

Desde este hecho real se abre el relato ficcional donde nuestro protagonista Alexandre (año 2024), que es un banquero exitoso y aún ferviente creyente católico-practicante, encuentra que la celebración de una misa la oficia quien ha sido el abusador sexual durante su infancia en la vida parroquial. A partir de allí se sumerge en una carrera dentro de los caminos internos de la iglesia, subiendo paso a paso de escalafón jerárquico hacia las cúpulas del poder para denunciar este hecho aberrante, y lograr la expulsión de la diócesis de aquel cura nefasto que hoy sigue rodeado de niños en tácito peligro y sin duda de sus cómplices, por ejemplo el arzobispo de Lyon.

La trama se abre cuando la mirada se desplaza de Alexandre que transita esa batalla por quitar del silencio eterno esa historia que no solo le afecta a él sino a muchas otras víctimas más, las pasadas y las potenciales futuras. En su abanico de miradas Ozon desfocaliza la argumentalidad del eje de Alexandre y presenta dos casos más de otros hombres, hoy adultos otrora niños ingenuos, que poco a poco deciden tomar el mismo camino y quitar de las sombras del silencio y la vergüenza sus propios padecimientos de abuso temprano.

El relato dirige sus fuerzas narrativas más a la esfera privada que a la pública, ámbitos que envuelven en distintos planos a estos temas. El uso de los recursos al referir a lo público es mínimo, y está dado en el fuera de campo o por el uso fragmentario de indicios, como una noticia parcialmente vista en un televisor o un el audio de un informativo fuera de cuadro.

En cambio todas las tintas están cargadas en atender a las repercusiones intrafamiliares y personales de los denunciantes, esas que producen observar las consecuencia del hecho mismo de la denuncia, del blanqueo. El acto de denunciar, la incomodidad de desempolvar esas historias infantiles genera un replanteo en cada uno de estos hombres y a su vez en sus vínculos más cercanos. Algunos íntimos rechazan esta postura hasta con ira virulenta y otros la abrazan con una silente culpa religiosa.

¿No es que acaso, pasados los años, el sentido moral de estas denuncias caduca y es mejor dejar que el olvido barra los restos de aquel pasado tormentoso? Esa pregunta está circulando como una implicadura en la mayor parte de las escenas y hace de oposición a otra afirmación “Los traumas producidos por las transgresiones a la integridad de un individuo NO se vencen con el tiempo”.

Francois Ozon es un realizador ecléctico, se puede presentar como comercial y simplista o sofisticado y singular, pasa de ser un “filmador de películas” (valga el eufemismo) o en su defecto presentarse como “un autor”. Este filme no es Gotas que caen sobre rocas calientes pero aún en su modelo de visionado de corte comercial conserva maneras de narrar pulidas y precisas, más allá de lo didáctico que respira, el filme pone en crisis un tema que puede transformarse en folletinesco si no se lo presenta adecuadamente y en cambio la película logra una calidad de narración con una denuncia pulcra, medida, sin estruendos, ni escenas rimbombantes y sin caer en la categoría de “bodrio” , en con la que se podría definir a alguno de los filmes de Ozon.

Un tema coyuntural delineado con trazos nítidos y sin amarillismos. Nos deja una marca más en la oscuridad de esta problemática, más aún la del abuso en marcos de poder y validación como la iglesia. Un conflicto que está más que abierto y es necesario narrarse, repensarse y poner en palabras hasta hacerlo desaparecer.

Por Victoria Leven
@LevenVictoria