Por el camino

Crítica de José Carlos Donayre Guerrero - EscribiendoCine

Sin camino

Por el camino (2012), el primer largometraje de Charly Braun, es la historia de un encuentro azaroso que tiene como fondo los paisajes más exóticos de Uruguay. Sin embargo, ese mismo azar sucede con tanta simpleza y de manera tan automática y estilizada que vuelve la película en una aventura que, más que generar un encanto por enmarcarse en ella, se va debilitando por empujar el argumento hacia lo más previsible en su afán de querer registrar los espacios naturales.

Santiago (Esteban Feune de Colombi) es un argentino que, después de la muerte de sus padres en un choque automovilístico, tiene que viajar a Uruguay en busca de un terreno que heredó. En el momento que llega y se alista para empezar su travesía, se encuentra de manera accidental con una belga de nombre Juliette. Como cada uno tiene que ir por el mismo camino deciden ir juntos. Así es como empiezan como dos extranjeros, pues sólo se comunican en inglés, a recorrer el Uruguay más misterioso y desconocido.

La película tiene distintos enfoques desde lo más documental y la misma ficción, pero el exceso de mezclas (como la fuerte presencia de música para resumir escenas, el uso de la entrevista o las ganas de registrar un evento fortuito que puede ser desde una fiesta hasta un charla entre amigos) hacen que la película sólo parezca la grabación de unas vacaciones agradables. Aunque no se puede negar que el estilo de mover la cámara y los planos cercanos y las imágenes en general, son muy loables, dándole gran atractivo al filme.

Y por más que la construcción de los personajes sea el vagabundeo y la sorpresa del amor, hay mucho facilismo que quita la tensión de lo que va surgiendo en la relación de ellos. Y eso puede suceder porque el personaje de Santiago no vive de manera muy intensa su conflicto. Y Juliette (interpretado por Jill Mulleady y que es el personaje más interesante y llamativo por el enorme misterio que encierra) no es tan aprovechada salvo para producir tensión erótica.

Los paisajes, indudablemente, le aportan a la película, pero no logran un equilibrio o desequilibrio (el cual les dé a los paisajes mayor importancia) porque se quiere mencionar muchas cosas. Incluso hay pequeñas escenas donde se quiere reflejar lo que está imaginando Santiago, pero luego éstas desaparecen. Y aunque suene paradójico, la película no es que no sepa qué decir o a dónde quiere llegar, todo lo contrario: las escenas y situaciones dejan en claro lo que se quiere conseguir (por más que sean resoluciones previsibles). El problema es que al final queda la sensación de que faltó camino por recorrer.