Pompeii, la furia del volcán

Crítica de Nicolás Viademonte - Función Agotada

17 años de esclavitud

Ha vuelto Paul W.S. Anderson. El malo de los Anderson para los amigos está entre nosotros con su nueva película: Pompeii, la Furia del Volcán. Kit Harington (Game of Thrones) y Emily Browning (Sucker Punch) protagonizan esta obra que vendría a adaptar libremente los sucesos reales ocurridos en el año 79 D.C. en la ciudad de Pompeya cuando ésta fue enterrada por la violenta erupción del volcán Vesubio.

El realizador que saltó a la fama por la saga Resident Evil, y que se come a la salvaje Milla Jovovich, deja un poco de lado su video game style para filmar una película que está bastante sobria y bien, contrario a todo lo esperable. Pompeii, la Furia del Volcán vendría a ser una mezcla entre Gladiador y Volcano, aquel entretenido film de fines de los ‘90 protagonizado por Tommy Lee Jones que emulaba la erupción de un volcán en medio de la ciudad de Los Ángeles. Todas las secuencias en la arena del Coloso de Pompeya (más que un lugar de combate parece el nombre de un local bailable del barrio de la Capital Federal) remiten al clásico de Ridley Scott. La “revolución” de los esclavos en contra de sus “amos”, la amistad entre el vengativo héroe de pasado turbulento y el forzudo gladiador de color (interpretado por Adewale Akinnuoye-Agbaje) y el sublevamiento de Milo ante la autoridad presenciado y apoyado por todo un pueblo son algunos de los (para nada pocos) puntos de contacto con la citada obra protagonizada por Russell Crowe.

En medio de la solemnidad, la lava volando y una ciudad próxima a ser sepultada hay una historia de amor entre el esclavo/gladiador Milo (Harington) y la plebeya Cassia (Browning) que es pretendida por el poderoso Senador Corvus (un desatado Kiefer Sutherland).

La cuestión es que este culebrón de telenovela cargado de vericuetos románticos, represión por diferencia de clase y nula química entre los protagonistas no suma absolutamente nada a la trama principalmente porque Anderson nunca fue un gran narrador. El marido de Jovovich siempre se caracterizó por un cine cargado de efectos visuales y cámara lenta, es decir por estar más inclinado a forjar una potente puesta visual que hacía una narración fluida y con desarrollo. Si bien acá se encuentra bastante “contenido” consiguiendo conformar en Pompeii, la Furia del Volcán su obra más lograda, lejos está de lograr una gran película.

La versión a cargo de Anderson de Los Tres Mosqueteros es el fiel reflejo de lo mal que puede salir una película cuando no hay ningún esfuerzo por desplegar a los personajes principales y sólo se apuesta por entretener con un puñado de escenas de acción al mejor estilo Matrix, vestidos de época medieval. Por suerte acá tomó nota y su muy libre adaptación del enterramiento de Pompeya resultó ser (sorprendentemente por lo mostrado en sus avances previos) una entretenida propuesta más mesurada y alejada de sus bodrios anteriores.