Polvo de estrellas

Crítica de Rodolfo Weisskirch - Loco x el Cine

Pactos de Amor

Hay personas que son camaleónicas. Pueden transformarse, adaptar su piel al medio que los rodea para poder protegerse de los depredadores. Pero si los camaleones pierden su piel, capa tras capa, su esencia sigue siendo la misma. En el interior siempre tienen el mismo metabolismo. David Cronenberg puede parecer un realizador camaleónico. Cambia su piel constantemente, y bien se sabe que a Cronenberg le gusta cambiarle la piel a sus personajes, agregarle cicatrices, no solo que representan su pasado, sino que modifican su presente.

En Polvo de Estrellas, Cronenberg nuevamente excava dentro de las miserias humanas y va sacándole capas de pieles a sus personajes, para desnudar sus sentimientos más oscuros, sentimientos incestuosos, incluso, necrofílicos. O todo combinado.

Acaso esta forma que tiene el realizador canadiense de explorar las entrañas de cada miembro de la fauna que abunda en la película, sea la manera más divertida –para él- de satirizar a Hollywood.

Por un lado tenemos a Havana –Julianne Moore justificadamente excesiva- una actriz cuarentona obsesionada con interpretar el joven personaje con el que su madre se hizo famosa, en una especie de remake que se está preparado, por otro a Agatha -Mia Wasikowska- aspirante a guionista/actriz que consigue trabajo como asistente personal de Havana. Ambas conforman una dupla madre-hija, que funciona como fenómeno de sustitución, ya que ambas fueron abandonadas por sus respectivas familias. La primera, porque la madre le dio prioridad a su carrera de actriz, la segunda cuando manifestó sus deseos de casarse con su hermano. Y de esta manera conocemos el destino de Benji Weiss, un niño-estrella, encasillado para interpretar comedias infantiles incoherentes, pero venido a menos por sus adicciones. El padre de Benji, Stanfford -gran actuación de John Cusak- quién maneja su carrera y ha abandonado a Agatha, es un reputado gurú espiritual de estrellas de Hollywood, entre quienes se incluye, obviamente, Havana. De esta manera todos los personajes de este mapa logran conectarse, y en el medio, para ir de un punto a otro –de una casa a otra- está Jerome, un conductor de limusinas –a cargo de Robert Pattinson, que demuestra que sabe actuar bajo las órdenes de Cronenberg- aspirante a guionista y actor ocasional, que termina siendo el personaje menos afectado del rompecabezas.

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Apelando a un uso negrísimo del humor, Cronenberg construye una historia de amor inusual, búsquedas utópicas por encontrar el sentido de la vida, y una sátira a la farándula, siguiendo un poco el tono violento-ácido que comenzó en Cosmópolis. Los personajes se flagelan, se sodomizan, tienen escamas. Los personajes disfrutan el dolor y lo llevan dicho sufrimiento hasta las últimas consecuencias.

Junto a su equipo recurrente de trabajo –Howard Shore, Peter Suschitzky, Denise Cronenberg- el director arma una película que remite en tema y tono a Las Reglas del Juego, obra maestra de Robert Altman (1992) para mostrar la decadencia de las estrellas de Hollywood y que no todo lo que brilla merece estar en el cielo.

Polvo de Estrellas aún así muestra las obsesiones del realizador con respecto a las adicciones psicofármicas, el sexo, los celos, la envidia y los desgarros corporales. Más allá del cambio de género, Cronenberg la convierte en suya, le da su impronta y autoría. Es cierto que no está entre lo mejor de su filmografía debido a “momentos” muertos de la narración, cierta previsibilidad y una escena final bastante decepcionante a causa de una pobre utilización de efectos visuales. A pesar de esto, los fieles seguidores del creador de Scanners y Videodrome, deben seguir agradeciendo, que el Maestro no hace concesiones, y que debajo de todas las capas de piel, está el único David Cronenberg.