Polvo de estrellas

Crítica de Diego Serlin - Todo lo ve

El tour que no hacemos

El director canadiense David Cronenberg, considerado de culto por películas como Videodrome y Naked Lunch, y reconocido por films que dejaron su huella como Scanners (1981), La Mosca (1986) o Crash (con la que gano el Premio del Jurado en el Festival de Cannes en 1996), vuelve a escena tras la malograda Cosmopolis, su anterior película olvidada rápidamente.

En Polvo de estrellas Cronenberg vuelve a exponer su obsesión de siempre, las perversiones humanas, y elige Los Angeles (la meca del cine) para narrar con su característico cinismo y humor negro la cara más infame y perversa posible de Hollywood, una industria signada por el ansia de popularidad y superficialidad de sus integrantes.

Nombres estelares como John Cusack, Julianne Moore, Mia Wasikowska y Robert Pattinson dan vida a una galería de supuestas estrellas compuestas por un gurú de la autoayuda que atiende celebritis, su hijo estrella de 13 años y en recuperación (que parodia la carrera de Macaulay Culkin) con su madre y manager emocionalmente inestable, y una actriz con un tortuoso pasado, a la que la edad empieza a pasar factura, que lucha desesperadamente por obtener el papel en un remake de la película que hizo famosa a su madre en los años 60 y contratara sin saber cómo asistente personal a la hija pirómana recién salida del manicomio del famoso gurú. A las que se suma el atractivo chófer de limusina quien aspira a convertirse en una celebridad.

Con cierto humor negro y escatológico al estilo Todd Solondz, algunos aspectos en la psicología de los personajes que recuerdan a El camino de los sueños (Mulholland Drive), de David Lynch, varios puntos de contacto con el cine de Sofía Coppola, en cuanto a la obsesión por la fama y el universo de las celebridades, e imbuido de su cinismo característico Cronenberg narra una retorcida y extravagante sátira sobre el mundo de Hollywood, que comienza como un simple drama familiar, incursiona la comedia y hasta se asoma al thriller, para culminar con una tragedia que por lo ridícula nunca llega a conformarse como tal.

David Cronenberg tiene un estilo que a veces resulta difícil de definir, pero indudablemente sabe cómo entretener y dejar huellas en un espectador que no tendrá claro exactamente qué vio, pero saldrá satisfecho.