Polvareda

Crítica de Marianela Santillán - Proyector Fantasma

Una de vaqueros criollos

Una financiera, un asalto, cinco “malhechores ”, de los cuales sobreviven cuatro, ya que en el medio del tiroteo, uno es abatido. Así comienza Polvareda, la ópera prima de Juan Schmidt, que a grandes rasgos es un cruce entre un western criollo bastante moderno con una road movie.
Posteriormente al robo, los asaltantes huyen. ¿A dónde? Pues a Polvareda (lugar que realmente , fue filmado en Carlos Keen), un pueblo estancado en el tiempo del que es oriundo el líder de la banda, apodado El Chino. Lo acompañan su hermano, El Facha, y el Mudo y el Gordo. Allí deben esperar que lleguen los pasaportes que les permitirán cruzar la frontera, pero esa espera tempranamente se verá alterada por el resurgimiento del pasado, y conflictos con el comisario local, derivando así en una espera pseudo introspectiva mientras vemos el cotidiano pasar de los días de estos cuatro protagonistas: Juegan al fútbol, comen asado, andan/juegan en tractor, y obviamente incurren en errores, que por momentos la película toma como pasos de comedia.
También hay persecuciones y tiroteos, un comisario con su correspondiente ayudante torpe; elementos clásicos del western, pero en este film Schmidt decide poner el foco en la relación de los cuatro amigos como grupo, su dinámica, sus fallas y aciertos.
El resultado es un relato fresco, con toques kitsch sí, pero también con una esencia pseudo lúdica e intimista que termina por lograr que el espectador genere empatía con los maleantes; tarea para nada fácil que aquí se torna casi inevitable. Polvareda se destaca además por las grandes actuaciones del cuarteto principal, y por la fantástica fotografía de ese lugar que permite conexiones con otros tiempos, con el pasado y con lo que vendrá.