Poltergeist - Juegos diabólicos

Crítica de Jessica Blady - Malditos Nerds - Vorterix

Así como las milanesas de berenjena NO pueden considerarse milanesas y la fruta NO es postre, los clásicos del terror (y los clásicos en general) no deberían reversionarse NUNCA porque el gustito no es el mismo. Muy pocas remakes salen airosas de las garras del Hollywood actual tan falto de ideas que debe echar mano a los éxitos del pasado para juntar unos cuantos millones en sus arcas.
Los motivos nunca parecen ser artísticos, ni las ganas de presentarles estas historias remozadas a un nuevo público. Cuando se ve el insípido resultado final, no quedan dudas: por la plata baila el mono.
“Poltergeist”, el film de Tobe Hooper y Steven Spielberg estrenado en 1982, es la última víctima del vandalismo hollywoodense que se empecina en destruir los sustos de nuestra infancia y reemplazarlos por historias insulsas que cuentan lo mismo y, al mismo tiempo, no cuentan nada.
El director Gil Kenan tiene un gran antecedente en su haber, la simpática “Monster House” (2006) que toma elementos de todos los clásicos de casas embrujadas para crear un gran relato cargado de humor, aventura y miedito para chicos y grandes. Pero cuando se trata de llevar esta nueva versión a la pantalla grande, a Gil no le quedan trucos bajo la manga.
La historia es la misma, aunque un poquito diferente: los Bowen se mudan a una nueva vivienda porque papá Eric (un inexplicable Sam Rockwell) se quedó sin trabajo y es todo lo que pueden pagar por ahora. Mamá escritora y ama de casa (Rosemarie DeWitt) se quedará cuidando a los hijos mientras el sale a buscar un nuevo empleo, hija adolescente despreocupada, nene del medio con algunos traumitas y miedos (al que no tienen mejor idea que darle la habitación más terrorífica que existe) y nena chiquita, curiosa y simpática que, desde el minuto cero ya está experimentando extraños fenómenos paranormales.
Al parecer, no hace falta dar muchas explicaciones ni desarrollar demasiado cada personaje. Apenas papá y mamá se descuidan, la pequeña Madison desaparece en medio de una tormenta y queda atrapada en algún “plano” extrasensorial junto a malévolos espíritus que no piensan soltarla tan fácilmente. Una vez que la familia acepta está realidad, y el hecho de que su casa esta “poseída”, recurren a la ayuda de expertos que harán lo posible para recuperar a la nena.
Todo aquel análisis crítico sobre “vivir el sueño americano” y los excesos materialistas de principios de los ochenta que tan bien retrataba la película original, acá ya no importan, no tienen peso ni un traslado a la realidad de este convulsionado siglo XXI, incluso el guión de David Lindsay-Abaire se toma el atrevimiento de “burlarse” de su antecesora que, a pesar de los años a cuestas, sigue teniendo muchísimo más sentido.
“Poltergeist” (2015) resuelve todo a las apuradas. No nos da tiempo a relacionarnos con los personajes y mucho menos sufrir por sus problemitas familiares. No hay conexión ni drama, los sustos son de manual, los efectos nada que no hayamos visto antes y si no hay sobreactuación, hay desgano por parte de sus protagonistas.
Se la extraña a Carol Anne (Heather O'Rourke), así como las destrezas narrativas y visuales de Hooper. “Poltergeist” no aporta nada nuevo al género y, encima, enoja bastante lo que pretenden hacer con este clásico ochentero. Hace poquito, “Mad Max: Furia en el Camino” demostró que se puede tomar un universo conocido, enriquecerlo y resignificarlo. Lástima que acá ocurra todo lo contrario.