Poltergeist - Juegos diabólicos

Crítica de Javier Porta Fouz - La Nación

Concisa y perturbadora

¿Una remake de Poltergeist? Y, para peor, con un agregado ridículo, en el título en castellano, como "juegos diabólicos" (el diablo debería reclamar judicialmente cuando se lo menta sin ningún sentido: no hay nada relacionado con el diablo en esta película ni tampoco en la original). Pero más allá de la desconfianza inicial, esta remake de la Poltergeist de 1982 dirigida por Tobe Hooper (una de las primeras películas que produjo Steven Spielberg, y con uno de sus pocos guiones) es una pequeña sorpresa. En un punto no es del todo una sorpresa, porque el director Gil Kenan tenía como antecedentes Monster House - La casa de los sustos y Ember - La ciudad perdida (al pobre hombre le aplican un agregado al título siempre). Pero de todos modos no es tan común encontrar una película de terror actual -y que además se estrene localmente- que respete al género y no intente ir más allá, que construya climas y que, una vez conseguidos, no los destruya al abusar de los efectos de susto con falsas sorpresas, de golpes fuertes de la música artera, etcétera.

En esta Poltergeist, hay varios cambios con respecto a la original, pero la idea de base se mantiene: una familia recién mudada sufre un ataque de espíritus enojados que llevan al inframundo a la hija menor. Están también la comunicación con los espíritus mediante el televisor y el pedido de ayuda a un equipo de investigadores paranormales.

La Poltergeist siglo XXI es realmente concisa y, en general, resume las acciones sin volverlas confusas. Es una remake que poda narrativamente, incluso al punto de aislar un tanto artificialmente a la familia (¿no hay vecinos?). Pero el ataque central de los espíritus a la casa se muestra de forma extensa, diferenciada entre los tres hijos, con desarrollo visual y macabro, y con ideas de puesta en escena (la subjetiva infantil desde adentro del placard fuera de la física, por ejemplo). Los actores -especialmente Sam Rockwell, Jared Harris y Jane Adams- se suman desde sus performances nada ostentosas, sólidas, curtidas, a la modestia genérica de esta remake, una película en la senda de El conjuro, de James Wan, otro destacado ejemplar del terror contemporáneo.