Polina, danser sa vie

Crítica de Marcela Barbaro - Subjetiva

CINE Y DANZA. UN LENGUAJE EN COMÚN

El cine y la danza comparten el ritmo y el movimiento, cualidades que se potencian a través de la música y del desarrollo de historias donde priman las coreografías y el lenguaje corporal como expresión artística. Una combinación, que ya el teórico italiano Ricciotto Canudo supo reconocer en su Manifiesto del Séptimo Arte publicado en 1911. Esa fusión entre la danza, la música y el cine fue tomada por el director y coreógrafo francés Angelin Preljocaj junto a su esposa y guionista, Valérie M Müller para realizar Polina, danser sa vie (2015), presentada en el Festival de Venecia y recientemente, en Pantalla Pinamar.

Polina (Nastya Shevtsova) es una niña rusa con un gran potencial para la danza. Desde pequeña, entrena con uno de los maestros más reconocidos y exigentes de Moscú, Bojinski (Aleksei Guskov) con la aspiración de llegar a ser una gran bailarina e integrar el reconocido ballet del Teatro Bolshoi. Sus padres acompañan con esfuerzo y dedicación la carrera de su hija, a quien no pueden ocultarle sus preocupaciones económicas. A llegar a la adolescencia, se enamora de un bailarín francés Adrien (Niels Schneider), deja atrás el Bolshoi y viaja a París. Allí, se deslumbra con la danza contemporánea a cargo de la apasionada coreógrafa Lira (Juliete Binoche) que le ofrece un giro distinto a su carrera, el cual terminará de definirse en Bélgica, donde conocerá el arte de la improvisación de la mano de Karl (Jérèmie Bèlingrand).

Adaptación del cómic homónimo de Bastien Vivès, el guión habla de la búsqueda personal de una joven bailarina en relación a su destino. “Luego de leer el libro, comenta Preljocaj, lo que me interesó fue el camino que ella tomó. Cómo las fragilidades y las debilidades de una persona pueden eventualmente ser un trampolín para la creatividad y el éxito. Desde que comencé a bailar, he visto toneladas de bailarines. Algunos muy talentosos, otros menos. Y resulta que no siempre son los más talentosos quienes consiguen llevar adelante una carrera. Algunos son asombrosos y luego se queman repentinamente – eso le sucede tanto a bailarines como a coreógrafos. Es una especie de longevidad, obstinación y resistencia que le da a ciertos artistas su poder”.

Las imágenes de Polina, danser sa vie tienen pocos puntos en común con films donde el tema central gira en torno a la danza como Billy Elliot (2000), The Company (2003) o El Cisne Negro (2010), porque el énfasis está dado en cómo el factor emocional y las vivencias personales forjan y delinean el perfil de una artista, alguien que supo romper las reglas y los mandatos familiares hasta encontrarse consigo misma. Ella dice con el cuerpo lo que no puede expresar en palabras.

Desde lo formal, la puesta en escena explora y utiliza herramientas cinematográficas, principalmente el trabajo de cámara y el montaje, para componer las escenas de baile y coreografías. Los planos exaltan el lenguaje corporal desde distintos encuadres y movimientos de cámara en sincronía con la música y el juego de luces y sombras. Una coreografía audiovisual con momentos de gran lirismo que denota la experiencia profesional de Angelin Preljocaj siendo bailarín y dueño de una de las academias de ballet más reconocida de toda Francia.

La historia de Polina (muy bien interpretada por la actriz y bailarina Nastya Shevtsova) se prolonga innecesariamente ante la necesidad narrativa de explicarlo todo. Y para hacerlo, utiliza contrastes y estereotipos: del clima rígido en la escuela de danzas en Moscú, expuesta bajo una iluminación dura, fría y despojada se pasa a un luminoso, moderno y descontracturado ambiente parisino. De esa manera, resulta esperable la exigencia y dureza del ruso Bojinski obsesionado con la técnica y las horas de ensayo, contrariamente a la soltura de Liria, quien intentará acercarla a sus sentimientos: “un artista debe saber mirar el mundo a su alrededor, le dice. Mi obra habla siempre de lo mismo, se mueve detrás de alguien que perdí y extraño”. Palabras que funcionarán como un hilo conductor hacia el final del relato.

El cuidado estético de las imágenes, el uso de metáforas visuales, como cuando ella imagina el caminar de la gente en la calle confundiéndose con pasos de baile, o la reiteración de la escena del bosque nevando junto a con su padre, hablan de una propuesta que, a pesar de ciertos matices y clishés, supo combinar y potenciar dos artes unidos por un lenguaje en común.

POLINA
Polina, danser sa vie. Francia, 2015.
Dirección: Angelin Preljocaj y Valérie Müller. Guión: Valerie Müller, según el comic-book de Bastien Vivés. Intérpretes: Juliette Binoche, Niels Schneider, Miglen Mirtchev, Aleksey Guskov, Marie Kovacs,Nastya Shevtzoda, Jeremie Belingard, Lada St Arroman. Fotografía: Georges Lechaptois/ Montaje: Fabrice Rouad, Guillaume Saignol/ Música: 79D. Duración: 112 minutos.