Plumíferos

Crítica de Federico Karstulovich - Otros Cines

Desplumados

Algunas películas ponen a prueba la paciencia: por nocivas, por inofensivas, por pretenciosas, por torpes, por nimias. Algunas cumplen con todos los requisitos y facilitan el trabajo al ojo crítico. O no: quizás el desafío sea no caer en los lugares comunes de la descalificación apelando a una mera y subjetiva pérdida de paciencia. Haremos el intento.

Plumíferos es una película fallida en todo sentido. Se equivoca en tantos lugares al mismo tiempo que se vuelve una tentación enumerarlos, cuantificarlos, como si se tratara de una lista de supermercado. Intentaremos no hacerlo aunque la película lo pida a gritos. Vamos a tratarla, entonces, con amor, cariño y respeto (trato que muchas películas no nos demandan a los espectadores) a ver cómo nos va con el experimento. Hagamos sólo hipótesis… Si sale mal, lo habremos intentado al menos.

1. ¿Un relato clásico? Plumíferos es una película animada que tiene las ostensibles intenciones de contarnos un relato clásico de un aprendizaje. Hasta ahí una premisa común y silvestre. Juan (Mariano Martinez) y Feifi (Luisana Lopilato) son exponentes de dos mundos contrapuestos: él es un simple gorrión de calle, ella, un canario de jaula. Ambos quieren lo que tiene el otro (ser especial y exótico, uno; ser libre y común como el resto, la otra). A diferencia de los modelos Disney y Pixar de donde la película bebe baldes de influencias (por decirlo discretamente), aquí el cuento moral queda trunco por la incapacidad manifiesta de generar un mínimo de empatía con los personajes y la historia que se desinfla desde el minuto uno (él se aleja de sus amigos porque quiere ser confundido con un ave extraña tras haber sufrido un accidente con pintura que coloreó sus plumas; ella quiere escapar definitivamente de su dueño, un empresario rico que mueve el mundo por encontrarla) en lo que constituye un grave problema de escritura previo al rodaje de la película: no hay nada por contar o no se lo sabe contar. Una de esas dos opciones seguro que es.

2. ¿Una película de vanguardia? Plumíferos muestra, tras unos primeros minutos (2’, para ser exactos) de un estándar técnico mínimo, una sucesión de saltos de continuidad lumínica alarmantes (saltos de día a noche y noche a día constantes) y una precariedad en la disposición de los fondos animados que hacen que el trazo deliberadamente bidimensional de South Park- La película parezca un fresco renacentista de Leonardo Da Vinci. Si a esto le sumamos una resolución en fílmico que permite ver el pixelado en tamaño XXL en el pecho de los susodichos plumíferos (como si se tratara de aves-robot) y una terminación en los efectos visuales que separa constantemente a las figuras del fondo correspondiente en una suerte de cubismo involuntario, nos encontramos en condiciones de preguntarnos si lo que hemos estado viendo es un trabajo experimental. La respuesta es no positiva: hemos visto un work in progress o algo sub estándar, ya que es la primera conclusión que se traduce de semejantes falencias.

3. ¿Una película pensada para el lucimiento de las voces de las estrellas? Exceptuando el caso de Mike Amigorena, que parece haberse dado cuenta cómo venía la mano y se tomó su personaje (un gato golpeado) para la chacota con un registro adecuadamente over the top, el resto desentona con especial énfasis: Mirta Wons puesta a sobreactuar como tradicionalmente se le demanda en las tiras de Pol-ka (desperdiciando así a una muy buena actriz), Peto Menahem en plan comic-relief-insoportable-intragable-que-carga-con-los-peores-gags-visuales-y-verbales (la película no funciona nunca en el tono humorístico que busca para hacer reír a grandes y chicos mostrando la peor de las influencias de Shrek…), una Carla Peterson perdida en un personaje sin interés (una amiga murciélago), Luisana Lopilato y Mariano Martinez que ni siquiera parecieron esforzarse en impostar la voz…y la lista sigue. En síntesis: sin personajes no hay estrella que compense y lo que queda en pie es un pobre juego: identificar que voz corresponde a qué actor, como último recurso para divertirse de alguna manera.

4. ¿Un despliegue industrial con pretensiones de gran público? Con Juan José Campanella como productor y con los recursos de una producción importante, la película supone un grado de profesionalismo que, cuando menos, el ya canónico director industrial argentino de la última década solía exhibir en sus trabajos. En ese sentido, uno puede o podría pelearse con el Campanella productor-director-guionista pero al menos confronta con un estándar de calidad técnica mínimo. En este sentido, el acabado profesional de Plumíferos tiene un equivalente técnico al del cine argentino de los años 80: tosco, sin variantes ni creatividad, con hambre de público masivo pero sin ideas ni nada que pueda identificarse como cine popular. En definitiva, Plumíferos es también una producción con una capacidad industrial generada por sus propios medios (es decir, el interés genuino del boca en boca y no una campaña millonaria de publicidad) destinada a ningún público, justamente porque en sus ansias de producto para grandes y chicos, su propuesta queda en la neutralidad de una voz sin identidad, sin aire, sin espectadores potenciales.

5. ¿Ninguna de las anteriores? Ya son demasiadas las ocasiones en las que a título de reseñar una película “infantil” (con todo lo impreciso del término) aparece la confusión del mal llamado “cine para chicos”: niñez=puerilidad. Ahora, podemos ampliar el rango etario: la visión condescendiente, estupidizante, chata de los espectadores por venir hace que Plumíferos torne pueril lisa y llanamente a toda la familia: espectador tonto es el que no molesta. Espectador útil, pues.