Planta permanente

Crítica de María Bertoni - Espectadores

Algunos espectadores esperamos con ansias el estreno de Planta permanente desde que el segundo largometraje de Ezequiel Radusky participó del 34º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Es que la producción nacional más premiada en aquel encuentro de 2019 remite inevitablemente a su predecesora Los dueños, original opera prima que el realizador tucumano filmó en 2012 con Agustín Toscano y con las mismas actrices, Liliana Juárez y Rosario Bléfari.

Las expectativas de entonces aumentaron a mediados de 2020 cuando nos enteramos de la muerte de Bléfari. Planta permanente se convirtió ipso facto en «la última película» donde actuó la también cantante y escritora marplatense.

Desde esta perspectiva el triple reencuentro resulta agridulce. Por un lado confirma la capacidad narrativa de Radusky y el talento actoral de Bléfari y Juárez, ahora acompañadas por una convincente Verónica Perrotta. Por otro lado, azuza la pena por el deceso de quien inmortalizó a Silvia Prieto.

Como Los dueños, Planta permanente también transcurre en un espacio acotado, y convierte este escenario único en ámbito revelador de conductas humanas universales. Como Sergio, Pía y sus respectivas familias en la película de 2012, Lila y Marcela participan de un juego de poder en la ficción que desembarca hoy en el circuito CINE.AR: mientras los personajes de Radusky y Toscano se disputan el usufructo de una finca, las protagonistas concebidas con el coguionista Diego Lerman se enfrentan por un puesto en relación de dependencia y por un micro-emprendimiento gastronómico en el organismo público donde trabajan hace años.

A diferencia de Los dueños que parodia la lucha de clases (de ahí la posible comparación con Parásitos de Bong Joon Ho), Planta permanente aborda la competencia entre integrantes de un mismo sector social, es más, entre dos amigas de larga data. Las implicancias de esta segunda aproximación –una fábula con moraleja explícita– dejan un acentuado sabor amargo en la boca del espectador.

Antes de dedicarse a la realización cinematográfica, Radusky se ganó el pan como empleado estatal. En parte por eso habrá sabido recrear con versatilidad las costuras políticas, gremiales, burocráticas, sentimentales del gran tejido que los llamados recursos humanos conforman en la administración pública.

En el Festival de Cine de Mar del Plata, Juárez ganó el Astor a la Mejor Actriz. Se trata de un reconocimiento merecido a la insuperable composición de Lila, que sin dudas se nutrió de la extraordinaria química con Bléfari a cargo de Marcela.