Planta permanente

Crítica de Juan Velis - Leedor.com

Llega a Cine.ar Planta permanente (2019), película dirigida por Ezequiel Raduzky que expone la cruda realidad de ciertos entornos laborales donde la explotación y la precarización son moneda corriente, y en donde los personajes optan por ensimismarse en sus conflictos internos en busca de una posible salida o solución que, casi siempre, es obstaculizada por el sistema.
Lila y Marcela (Liliana Matínez y la recientemente fallecida Rosario Bléfari, respectivamente) son dos ordenanzas de limpieza de una dependencia estatal, que a la vez sostienen un comedor clandestino dentro del edificio, a donde suelen ir a almorzar la mayoría de los/as trabajadores/as. Todo cambia cuando cambian las autoridades de la dependencia y llega la nueva jefa (interpretada por Verónica Perrota), quien luego de un declamatorio y aparentemente esperanzador discurso de bienvenida, comienza a generar una crisis en la relación leal de Lila y Marcela.
Se trata de otra efectiva muestra más de las desigualdades a las que asistimos a diario, cargada de un realismo riguroso y explícito, con personajes que aún en su rutinaria cotidianidad logran cautivar y generar la identificación automática del espectador. Un realismo crudo que se encuadra en los parámetros más convencionales del relato clásico: personalidades contrastadas y contrarias, personajes nobles y malvados, sin medias tintas. La villana es bien villana, así como Lili (la principal protagonista) es bondadosa y cordial y, por eso mismo, presa de sus propios límites y de su propia ambición bienintencionada.
Ese ritmo de vida en el que se ven envueltos los personajes nos resulta natural y cotidiano y, sin embargo, a través de los elementos que articula este reciente estreno del cineasta tucumano, nos interpela y nos moviliza hasta la frustración. Sabemos que no hay mucho que hacer al respecto, sabemos muy bien en qué consiste una licitación pública en términos jurídicos, sabemos bien quiénes son los jefes económicos en una institución cualquiera sea, y sabemos que ese posicionamiento jerárquico implica poder simbólico, social e ideológico, más allá del económico. Sabemos que afuera acucian el desempleo, los despidos, las magras condiciones laborales, la flexibilidad contractual y laboral generalizada en la administración pública y en la privada. Todo eso lo sabemos, nos inquieta y nos perturba, pero ¿qué podemos hacer al respecto? Y, principalmente: ¿qué podemos hacer cuando, al mismo tiempo, debemos enfrentarnos con nuestra propia ambición humana?
La película de Raduzky, nuevamente, expone una trágica realidad cotidiana desde la mirada algo ingenua pero efusiva de Lila. Resulta curioso, por lo tanto, identificar cómo el cine opera desde los extremos para volver crítico y consistente su discurso. Porque la mirada sesgada, previsible y cargada de prejuicio de su nueva jefa, está exacerbada. La mirada alterada de esa nueva figura de autoridad, y así la caracterización de su estatus como personaje, está llevada al extremo; desde la ironía, desde la parodia y desde el repudio. Y, aún así, se siente más real que nunca.