Planta madre

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Exorcizar el pasado.

Dos viajes, el interior y la travesía por el Amazonas peruano, atraviesan el microcosmos dramático y musical de Planta madre, nuevo opus del director peruano Gianfranco Quatrini, quien además escribió el guión junto a Lucía Puenzo y Leonel D''Agostino, para concretar esta coproducción entre Argentina, Perú e Italia, en la que confluyen la mixtura de culturas y música, en un relato que pendula entre pasado y presente de manera fluida.

Es precisamente el pasado, o quizás el recuerdo doloroso del ayer, el que ata al protagonista, Diamond, un rockero venido a menos que en épocas de juventud integraba junto a su hermano Nicolás un grupo con reminiscencias a Pescado Rabioso y Manal. Este dato cobra un particular sentido, más que nada por el contexto que elige el realizador para construir el pasado, esos tiempos de libertades y hippismo a flor de piel, cuando no de experimentación, tanto en lo musical como en las búsquedas espirituales.

La música rock convive en el film con la cumbia peruana y así la mezcla cultural se despliega en el viaje propuesto desde la aventura, atravesado en esa intimidad por subtramas, como por ejemplo, el narcotráfico o la banalización de lo sagrado. El testigo privilegiado de estos cruces turbulentos durante la gran travesía personal es sin lugar a dudas Diamond, alejado de la música y con el peso de la culpa y la tristeza por haber perdido a su hermano menor Nicolás, quien anhelaba realizar el viaje desde Buenos Aires a Perú cuarenta años atrás y que ahora reactiva su hermano mayor para afrontar la búsqueda de una cura chamánica y así recuperar esa paz y tranquilidad, perdidas hace tiempo.

El film de Gianfranco Quatrini logra acomodarse narrativamente hablando en la fragmentación, apelando a flashbacks para trazar de manera prolija las distintas rivalidades entre el hermano mayor y el menor, en pugna también por la atención y el amor de una magnética mujer, Pierina.

La contraposición entre lo sagrado y lo profano, así como la necesidad de volver a las raíces, opera como catalizador aunque también detonante de los conflictos internos del personaje, acechado por los fantasmas vívidos del pasado que, desde una arriesgada decisión de la puesta en escena, aparecen en constante asedio durante el viaje por el Amazonas peruano, o en la selva amazónica, espacio metafórico para enfrentar los miedos internos.

Planta madre es un film que transmite por un lado ternura hacia sus personajes, vigor por la música que complementa la historia y cierta nostalgia por un espíritu de juventud que hoy parece olvidado.