Plan B

Crítica de Rodolfo Weisskirch - A Sala Llena

Secreto en la Terraza

Uno de los más interesantes aspectos de la película dirigida por Ang Lee en el año 2005, Secreto en la Montaña era mostrar una verosímil historia de amor entre dos hombres, dos símbolos masculinos, dos vaqueros clásicos, sensibles, pero que nunca dejaban de lado su perfil masculino. O sea, a diferencia de la gran mayoría de filmes que retratan a los homosexuales como estereotipos feminizados, Secreto… no quería “mariconizar” (como se suele decir en estas pampas), ni crear un tabú al respecto, aunque a fin de cuentas, lo termina haciendo, más que nada por el círculo mediático que se construyó a su alrededor.
Con Plan B, Marco Berger, se anima a hacer algo similar, pero en tono de costumbrismo porteño, personajes masculinos, vagos típicos estereotipos del barrio con el agregado de una apuesta o plan, mejor dicho, que podría ser parte de un guión del grupo Judd Apatow, John Hamburg o Nicholas Stoller.

No me sorprendería ver a Seth Rogen o Jason Segel en un par de años en el personaje de Bruno, o a Paul Rudd como Pablo (total, ya trabajó en El Objeto de mi Afecto).

Pero la película de Berger, si bien se puede comparar con estos modelos, tiene una impronta y personalidad propia. No hay otras connotaciones cinematográficas en sí.

Los primeros 5 minutos marcan la ambigüedad del film. La presentación nos demuestra que estamos ante un film contemplativo. Nada de simple identificación. Sino una contemplación de un presente, de un tiempo muerto incluso, donde Bruno ingenia en su interior, un plan para recobrar a

Laura, su ex novia, quien ahora sale con Pablo, un fotógrafo. La mejor amiga de ella, le informa a Bruno que Pablo, como es un pibe de mente abierta, probó tener relaciones con otro chico y le gustó. Esto inspira al protagonista, quien le cuenta a un amigo, en 2 minutos su plan b, para recobrar a Laura: hacerse amigo de Pablo, enamorarlo y de esa manera, cuando ella se da cuenta, vuelve con Bruno.

Lo que sigue, es una hora y cuarto de tiempos muertos, de una lenta seducción que empieza con trucos de Bruno para hacerse amigo de Pablo (los dos siguen una serie que nadie ve), fumar porros juntos, regalarse juegos de la infancia. Evolutivamente, Bruno logra envolver a Pablo en su engaño y confundirlo en cuanto a sus gustos sexuales.

No se trata de una comedia, pero tampoco de un drama, sino un retrato de una generación. Comparable con los protagonistas de Ocio, la película dirigida por Juan Villegas y Alejandro Lingerti que se presentó en la última edición del Bafici (Plan B se exhibió en la versión 2009), la película nos muestra a dos jóvenes que lo único que hacen es mirar el cielo, sentarse a fumar en las terrazas de las casas con otros amigos, mirar el cielo, deambular por un cementerio de barcos, y entre el chiste e ironía… empieza ¿el amor?

La película no tiene un tono fijo, es austera, melancólica, nostálgica, lacónica. Una marca de tono del Nuevo Cine Argentino que podríamos ubicar en el cine de Ezequiel Acuña, Martín Rejtman o las películas producidas por la Universidad del Cine o sus egresados como Medina, Rotter o Piñeiro con Los Paranoicos, Solo por Hoy, Todos Mienten respectivamente. Pero este estilo, que últimamente me empieza a abrumar, por lo previsible que se torna en dichos filmes. Pero este tono, grabado con planos fijos simétricos, y diálogos de la calle, no juegan en contra de Plan B, sino que enriquecen el film para que no se torne convencional.

El diseño de vestuario y arte es fundamental para entender como funcionan estos personajes (solamente camisetas de fútbol), la ausencia total de tecnología (no hay una sola computadora, ni un solo celular, solamente una cámara de fotos digital, pero cuyas imágenes se tienen que imprimir). Hay decisiones estéticas y narrativas interesantes. La fotografía es bastante natural y convincente. La pintura urbana es bella, más allá de que solo se ven terrazas de edificios de clase media o medianeras (Taretto reclama derechos de autor)

A los protagonistas no se los ve trabajando, no estudian… gracias que van al gimnasio… Es un mundo burgués, pero bohemio, costumbrista, y en esta mezcla donde lo sutil, y la progresión de una amistad funciona de manera fluida, verosímil, y a la vez dinámica, es donde la película encuentra su fuerte y mayores aciertos. Además, tanto Manuel Vignau como Lucas Ferraro, crean caracterizaciones bellas, creíbles. Es por todos estos logros, que se lamenta que en la última media hora, vuelva Berger a recurrir a lo discursivo y explícito para “cerrar” su narración.

Al igual que en el comienzo, en un minuto, uno de los personajes, dice lo que no tendría que haber dicho. De acuerdo, sirve como contraposición de la primera escena, pero también la esquematiza de una forma clásica, previsible, convencional que rompe, quiebra el clima distante que se venía generando para caer en todos los lugares comunes y clisés del melodrama. El conflicto no cambia. Y en este sentido es donde se encuentran, lamentablemente, los puntos en común con las películas de Apatow: el hecho de que los personajes se percaten que la adolescencia terminó y deben tomar decisiones “adultas”. Lo peor de la nueva comedia estadounidense popular, es justamente cuando se tornan dramáticas inútilmente. Si bien, esta vez el contraste de tono no es tan abrupto en Plan B, e incluso hay coherencia y verosimilitud en que termine pasando… lo que termina pasando, pero es como decir: “vamos Marcos, si venías bien, no podías haber un tomado un camino menos convencional.

Aún así, este extenso final de media hora, no tira por la borda los interesantes resultados de la primera parte.

Al menos, al final no hay abrazos y llantos sobre camisas colgadas en perchas o melodías simples pero “conmovedoras” compuestas por Gustavo Santaolalla.