Placer y martirio

Crítica de Jorge Luis Fernández - Revista Veintitrés

Dame otra piña

Anticipándose a la segunda parte de 50 sombras de Grey, José Celestino Campusano entrega su Grey telúrico, un empresario que merodea Puerto Madero (¿dónde, si no?) y emplea un sadismo menos tántrico, aunque no menos efectivo. Camille (Rodolfo Ávalos) y Delfina (Natacha Méndez) se conocen al salir de una fiesta y ella queda completamente encantada (la redundancia es un requisito del director quilmeño) con la prestancia y la billetera del hombre. Hastiada de un marido neutro y una hija pendenciera, Delfina cree haber hallado al príncipe azul y se entrega al empresario sin concesiones, mientras sus amigas optan por fiestas con chicos Golden y cualquier interacción que evite lo emocional. Por su parte, Camille juega con Delfina a su antojo: la lleva a Chile y la planta en el hotel, le pide seducción por webcam, le corta las comunicaciones como si terminara una charla de negocios. Placer y martirio es algo más que un dardo a la burguesía argentina 2.0; mediante sus usuales estereotipos, Campusano plantea el maltrato como un virus inevitable. Las actuaciones, caricaturescas, casi desopilantes, compensan el patetismo exasperante de las situaciones.