Pistolero

Crítica de Nazareno Brega - Clarín

Nicolás Galvagno, coguionista de Diablo, debuta como director en Pistolero, un western vernáculo que cuenta la violenta historia, con el tradicional ascenso y caída prototípico de las películas de pandilleros, de Isidoro Mendoza, una especie de Robin Hood carismático del secano lavallino. El cineasta se basó en la historia de los míticos hermanos chaqueños Isidro y Claudio Velázquez y, si bien traslada la acción al norte mendocino, mantiene las referencias temporales a la convulsión política de la segunda mitad de la década del sesenta.

Galvagno recurre a la iconografía del western mientras filma las escenas de acción con el pulso del policial, pero enseguida Pistolero se deshace en el drama existencial que envuelve a su protagonista cuando se involucra sentimentalmente con una maestra. Lautaro Delgado interpreta con pericia al forajido enfrentado con el policía obsesivo que encarna Juan Palomino, pero Sergio Maravilla Martínez se roba la película como el hermano de Isidoro que se une a la pandilla al salir de la cárcel.

El principal atractivo de Pistolero está en ese peronismo cinematográfico deudor del Juan Moreira de Leonardo Favio, referencia inalcanzable pero inevitable a la hora de enfrentarse con la película. Desde lo musical, Galvagno prefiere desentenderse de la épica, por más que recurra al volumen 11 en más de una oportunidad, para profundizar en el drama de una historia donde se nota que no existe redención posible. El director vuelve a trastabillar en el enfrentamiento entre los personajes de Palomino y Delgado, que busca construir sin éxito un duelo dialéctico en la línea de Fuego contra fuego.

Pistolero es un debut con algunos problemas, pero, por suerte, la falta de ambición no es uno de ellos.