Pistolero

Crítica de Ayelén Turzi - Ayi Turzi

La ópera prima de Nicolas Galvagno nos sitúa en el interior del país en plena dictadura para contarnos la historia de un hombre que vive fuera de la ley, pero ostenta una conciencia de clase envidiable.

Poco sabemos de Isidoro (Lautaro Delgado), de su vida, su pasado y sus motivaciones. Pero es justamente eso lo que lo hace un personaje magnético. Delincuente elevado a la categoría de mito, apodado “pistolero”, que roba a los ricos pero es piadoso con los pobres y comparte su botín con ellos, se hace una presa difícil de cazar por las fuerzas policiales, pues cuenta con el apoyo del pueblo que al verlo como un héroe nunca lo delataría.

La trama oscila entre diferentes robos, cada vez más grandes y complejos, el esfuerzo del comisario local (Juan Palomino) por encontrarlo y una historia de amor con Sofia (Maria Abadi) una maestra recién llegada de Buenos Aires, vínculo que también sirve para hablar sobre la alfabetización de los adultos.

Es una película de presupuesto reducido que, sin embargo, muestra una prolijidad constante en lo que a fotografía y arte respecta, teniendo este último campo que afrontar el desafío de realizar una reconstrucción de época y rural. Y, además de esto, el gran punto a su favor son las actuaciones: sorprende un debutante Sergio Maravilla Martinez y Diego Cremonesi la rompe, pero a esta altura su versatilidad no es ninguna novedad.

Que se trate de una película de “ladrones y policías” no significa que vaya a los palos sino que, por el contrario, retoma el ritmo más lento y contemplativo de algunos westerns, ritmo que propicia la reflexión.

Se nota que detrás de la propuesta hay una intención crítica para con las decisiones morales: quien es el bueno, quién es el malo, en caso de haber buenos o malos, lo mismo con lo correcto o lo incorrecto. Y este es el cine que en definitiva queremos ¿no? Que nos cuenten una historia, nos presenten personajes interesantes y nos dejen pensando, sin ser un embole, por supuesto. Si la cruzan por ahí en circuitos festivaleros no la dejen pasar.

Por Ayi Turzi