Pistas para volver a casa

Crítica de Rosa Gronda - El Litoral

Los hermanos sean unidos

Dina y Pascual tienen poco en común pero sin embargo son hermanos, casi cuarentones y sin una familia normal. Ella vive sola y trabaja obsesivamente. Él no tiene empleo fijo aunque es ingeniero y tiene dos hijos pero su pareja lo abandonó. Dina es laburadora compulsiva, solidaria, mística, conciliadora y optimista; él es ateo convencido, pesimista y entregado a un sentimiento de pasividad que domina su vida, al punto de que gran parte de la atención de sus hijos corre por parte de una vecina que lo ayuda a cambio de sexo.

Pero un día esa opaca rutina circular se quiebra con la noticia de que el padre de ambos ha sufrido un accidente en un pueblito del interior y está internado en un hospital público sin movilidad y con bastantes lagunas mentales. Entonces, sin demasiado entusiasmo, los hermanos se unirán en busca del padre y emprenderán un viaje al interior en el auto destartalado de Dina, realizando un periplo que reflotará cuentas pendientes entre ellos, porque la convivencia los obliga a redescubrirse y necesitarse. El objetivo de ayudar al padre desvalido les traerá noticias de un dinero escondido y también de la madre ausente que los abandonó hace tres décadas.

Comedia multitonal

“Pistas para volver a casa” es una historia de personajes y relaciones humanas que va oscilando entre lo emocional, lo absurdo y mucho espíritu de aventura con protagonistas muy perdedores pero capaces de regenerarse. Cada uno frente a la adversidad reaccionó de manera distinta, acorazado con diferentes capas de distintas cosas que vuelven a la superficie en la circunstancia límite del presente. La trama requiere que los personajes vayan redescubriéndose en distintos escenarios y, por eso, la película atraviesa muchas locaciones, al estilo de las road movies de Sorín o de la reciente película cordobesa-uruguaya “Noche sin luna” de Germán Tejeira.

La directora Jazmín Stuart, actualmente con 39 años, se inició como actriz en programas de televisión noventistas. Ha actuado también en varios filmes, entre ellos el excelente “Fase 7” (2010). Escribió y dirigió la obra teatral “La mujer que al amor no se asoma” y “Pistas...” es su segunda experiencia como directora y guionista cinematográfica. A esta altura, afirma “que le gusta usar elementos de distintos géneros y que siempre termina escribiendo historias en donde el humor aparece”.

Aparte de no limitarse a realizar una comedia convencional, J.S. nunca pierde de vista el arco de los personajes ni el hilo tonal que enlaza las diferentes secuencias, cada una con su color propio. Y no esquiva escenas trabajosas con la cámara, con animales, debajo de la lluvia o con armas de fogueo. Así, en vez de una película intimista en dos locaciones, transita por muchas en el interior de Buenos Aires y en Capital Federal.

Contrastes y oscilaciones

Entre la ligereza y la densidad, el filme despliega un torrente de movimientos y emociones espontáneas. Desprejuiciada y despareja, pero al mismo tiempo llena de búsquedas y hallazgos, la historia se va revelando con muchos secretos y mentiras del pasado. Por momentos, la narración -como un espejo deformado- introduce situaciones típicas del cuento de hadas tradicional: ver la secuencia nocturna en que Dina se pierde en el bosque y siente miedo de ruidos que provienen de la oscuridad. Desafiante, baja de su auto, para afrontar lo que sea, cuando, inesperadamente, el temor se disipa con la aparición de un estilizado caballo blanco. De forma parecida, la película repite ese constante -y difícil- juego entre géneros y tonos, transitando por micromundos emocionales no carentes de momentos punzantes, que remiten a una búsqueda genuina de algo cada vez más crudo, más expuesto y con un mayor nivel de riesgo.

Comedia absurda, melodrama familiar, película de aventuras, road movie, todas estas etiquetas pueden abarcar al contenido que, a partir de una premisa simple, se va cargando de peripecias extraordinarias, emociones y un sentido de la aventura similar a la búsqueda del tesoro, donde el botín a recuperar supera con creces su valor material.