Piratas del caribe: Navegando aguas misteriosas

Crítica de Diego Curubeto - Ámbito Financiero

Sirenas caníbales se roban la cuarta “Piratas del Caribe”

La bucanera Penélope Cruz aporta tensión erótica a la entretenida secuela

Las sirenas se roban esta cuarta entrega de los «Piratas del Caribe». Es decir, los elementos sobrenaturales vuelven a superar la actividad corsaria más realista, igual que en la segunda y tercera parte de esta saga inspirada por el más antiguo de los juegos mecánicos del parque de diversiones Disneyland. En su intento de llevar a la pantalla esa rara mezcla de tren fantasma y montaña rusa acuática, los detalles sobrenaturales son los que hacen la diferencia en relación a la más ñoña película original de esta serie de films que hasta ha cautivado al mismísimo guitarrista de los Rolling Stones, Keith Richards, que vuelve a aparecer como el padre del pirata Jack Sparrow, personaje que le sirve a Johnny Depp para sacar a la luz todo su lunático sentido del humor.

La trama narra los esfuerzos de tres expediciones distintas por llegar primero a una fuente maravillosa de la juventud eterna. El asunto no es fácil, ya que cada uno de los miembros de las diferentes partidas posee un secreto indispensable para hacer funcionar correctamente la fuente mágica. Y el más problemático de los componentes del ritual es conseguir la lágrima fresca de una sirena.

Lejos de la tradición homérica, estas sirenas si bien son mujeres hermosísimas con la mitad inferior del cuerpo cubierta de escamas y cola de pez, no enloquecen a los marinos con sus cantos para hacerlos zozobrar, sino que salen a la superficie, los besan, y habiendo seducido a sus presas, las arrastran a las profundidades del océano para devorarlos con su afilada dentadura.

La escena del ataque de las sirenas justifica por sí sola toda la película, y es la que mejor aprovecha el 3D digital, que no siempre juega un papel demasiado importante, dado el estilo más bien llano elegido por el director Rob Marshall. Este especialista en musicales como «Chicago» se las arregla bien con las coreografías de las numerosas peleas entre piratas, incluyendo un escape de Jack Sparrow del palacio de Buckingham delante de las mismas narices del rey de Inglaterra, y un furibundo motín a bordo del buque «Venganza» del pirata Barbanegra, personaje nuevo en la saga muy bien interpretado por Ian Mc Shane, que se vuelve el centro de cada escena donde aparece.

Penélope Cruz también es muy divertida como la hija de Barbanegra, una pirata que tiene una relación de amor/odio con Jack Sparrow que no se soluciona nunca a lo largo de la película y que logra dotar de una buena dosis de romance y tensión erótica a todo el film. Un film que empieza un poco lentamente luego de la espectacular fuga inicial y después, sobre todo a partir de la aparición de las sirenas, va tomando buen ritmo humorístico-fantasmal. Geoffrey Rush, como siempre, también aporta su talento a dos de las escenas más macabras de la película.

En medio de tanto desmadre bucanero hay lugar para la poesía: la extraña historia de amor entre un predicador y una sirena es un raro condimento que realmente no se podía esperar en una superproducción de Disney.