Piratas del caribe: Navegando aguas misteriosas

Crítica de Alejandro Franco - Arlequin

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Piratas del Caribe: La Maldición del Perla Negra (2003) es un clásico que la Disney sacó de la galera y terminó por devenir en una trilogía multimillonaria. Era obvio que el estudio del ratón no se iba a quedar de brazos cruzados si veía la oportunidad de exprimirle unos dólares más a la franquicia, y así es como se aventuró con esta nueva secuela. Todo parece indicar que a Hollywood le quedan cada vez menos pudores con tal de seguir recaudando monedas, y la última moda es la de las cuartas partes. Los intentos de revivir franquicias veneradas y archivadas como Duro de Matar, Rambo, Indiana Jones, Scream y un largo etcétera han culminado en una serie de resultados mixtos, que van de lo delicioso a lo execrable. Piratas del Caribe: Navegando Aguas Misteriosas es la última incorporación a dicho grupo, y se la podría resumir en tres palabras: "larga" y "poco inspirada".

La secuela viene con unos cuantos cambios. No está Orlando Bloom ni Keira Knightley, ni tampoco ha regresado el director Gore Verbinski, ni la tripulación del Perla Negra (a excepción de Geoffrey Rush y Kevin McNally). Para compensar esto trajeron a Rob Marshall, un tipo especializado en musicales como Nine o Chicago (pero que jamás rodó un filme de aventuras), y sumaron a un par de intérpretes de renombre como Penelope Cruz e Ian McShane. Pero aún con semejantes refuerzos, el resultado final no termina de convencerme.

Hay varios detalles que juegan en contra. La primera es reducir el cast, lo cual le da mayor protagonismo a Johnny Depp pero borra de un plumazo a toda una troupe de personajes que eran realmente graciosos. A mi juicio la función de Depp en la saga siempre ha sido la de ser un comic relief secundario y extravagante (que se la pasaba robando escenas), y así era como todo funcionaba mejor. La cuota de aventuras la ponía Bloom, y el romance lo ponía Knightley, pero la chica siempre estaba enamorada del héroe y no del comic relief. Acá los guionistas se sintieron con la obligación de darle un romance válido a Jack Sparrow, pero la química con el personaje de Penélope Cruz se ve forzada. Y ninguno de los recién llegados logra compensar la ausencia del mono de mal carácter, el mudo que hablaba por su loro, o el dúo del pelado y el flaco con el ojo de madera. Ian McShane es algo estoico, pero en su defensa diré que el libreto no le da las líneas que el papel precisaba para brillar; Penélope Cruz es gélida; y, de los nuevos, los que mejor funcionan son dos desconocidos - Sam Claflin y Astrid Berges-Frisbey -, que componen a un sacerdote y a una sirena, y que le dan la cuota de calidez que la trama precisaba. Lástima que sus papeles son demasiado pequeños...

La primera hora se hace tediosa debido a que el director y el protagonista se pasan todo el tiempo intentando repetir - sin éxito - la magia de la primera trilogía. Las escenas de acción se ven repetidas, lentas y recargadas de efectos especiales, y son una clara señal de desesperación de un director que no sabe cómo inyectarle adrenalina al relato. Hasta los diálogos son chatos. Por suerte el que ha conservado su talento intacto ha sido Geoffrey Rush, el que resulta un deleite en cada una de sus intervenciones; pero Depp está demasiado tiempo en pantalla, y hay momentos en que se lo ve cansado y sin carisma.
Donde Piratas del Caribe: Navegando Aguas Misteriosas logra repuntar un poco, es al momento del encuentro con las sirenas. Estas hermosas criaturitas marinas se transforman, de un momento a otro, en una horda de horrendos depredadores, y es el único momento del filme que funciona como debería. Lo que le sigue tiene algo más de empuje, aunque la gracia llega en telegramas; es como si el libreto se tomara muy en serio a sí mismo y quisiera poner el acento en la aventura en vez de la comedia, sin terminar de ser satisfactorio en alguno de los dos terrenos.

Como película para pasar el rato, Piratas del Caribe: Navegando Aguas Misteriosas llega al status de ok con lo justo. Tiene algo de decepcionante, ya que a esta fiesta del reencuentro faltaron la mitad de los amigos y, los que vinieron, no se encontraban en sus días más graciosos. Y aunque el filme viene recaudando bien en los mercados internacionales - aunque en USA le está costando recuperar los 250 millones de presupuesto -, la impresión de que se trata de un paso en falso es extendida entre los fans de la saga (¿cuatro años de espera para esto?). Sería cuestión de ver, en una futura instancia, si los responsables han atinado a reconocer las fallas de esta entrega como para poder corregirlas antes de terminar de hundir a una saga amada por mucha gente (entre los cuales me incluyo).